La reciente controversia generada sobre la narcocultura en Chile, a raíz de una columna escrita por el sociólogo chileno Alberto Mayol (1), en la cual cuestionó a los organizadores del Festival de Viña del Mar por traer a un artista como Peso Pluma, por incitar la violencia narco, más que abrir una discusión, me parece que cierra la posibilidad de debatir el fondo del problema, que es la política de drogas existente.
Lo menciono, ya que la polémica al centrarse en las letras de un artista específico, y de que si debe o no cantar en un espectáculo público, aparte de darle más difusión al mensaje que se busca prohibir, termina invisibilizando lo que está detras de la narcocultura, que es una guerra contra las drogas que ha sido un rotundo fracaso en América Latina y el Caribe históricamente.
De ahí que pareciera un mal chiste, que ahora se les ocurriera a nuestros gobernantes comenzar una guerra contra la narcocultura, censurando a cualquier expresión cultural que sea definida como pro narcotráfico, lo que seguramente traería consigo una enorme lista de artistas y agrupaciones de distintos estilos musicales.
Con esto, por supuesto no se trata de no cuestionar las letras de innumerables artistas que festinan con la violencia física, sexual y delictual, así como también con el crimen organizado, como es el caso de Peso Pluma, pero de ahí a reproducir una lógica prohibicionista, ahora en lo cultural, en la región en el mundo con más muertes por el narcotráfico (2), me parece que es seguir en el camino equivocado.
En consecuencia, lo que tenemos que discutir es el sistema regulatorio sobre las drogas y las políticas preventivas imperantes, las cuales claramente no están dando el ancho, ya que los recursos se van principalmente al control de sustancias, en vez de mejorar la vida de las personas y darles alternativas, sobre todo a las juventudes, que ven en lo ilícito como una salida, dentro de sociedades profundamente desiguales, segregadas y llenas de violencias y carencias afectivas a nivel familiar.
Nuevamente, no señaló en ningún momento que con la violencia que genera el narcotráfico no se deba hacer algo al respecto, pero la respuesta tiene que darse con evidencia y que apunte a un cambio de rumbo, de lo contrario, vamos directo a que lleguen nuevos Bukele como presidentes, y que se violen sistemáticamente los derechos humanos en nombre de la batalla contra las drogas (3).
Por lo mismo, abrir la discusión sobre una nueva regulación de venta de drogas, que deje atrás décadas de prohibicionismo, sea una pregunta que nos debamos hacer como latinoamericanos, luego de lo ocurrido en países como Colombia, México y ahora Ecuador con el narcotráfico, lo que debe ser tomado en serio y dejar de ser un tema tabú de los gobiernos.
Pero para eso, hay que dejar atrás prejuicios, fanatismos y un moralismo narcocéntrico que no quiere abrirse a una discusión fundamental para la región, la cual se han opuesto tanto gobiernos de izquierda como de derecha, quienes no quieren perder popularidad, ya que la retórica punitivista sobre las drogas sigue siendo una constante en los grandes medios de información concentrados.
Por suerte, hay distintos sectores políticos que se están abriendo a la discusión, tanto liberales como progresistas, ya que se dan cuenta que la guerra contra las drogas y el narcotráfico ha traído más muertes a nuestros países, sobre todo en los sectores más empobrecidos, que tienen que lidiar directamente con criminales en sus barrios, colegios, plazas.
Dicho lo anterior, espero por el bien de nuestros países, que se generen políticas conjuntas sobre drogas a nivel regional, que dejen bien atrás un modelo prohibicionista, que solo beneficia al crimen organizado y a sectores corruptos que se benefician de él, que quieren que las cosas sigan como están, incluido seguramente artistas como Peso Pluma.
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