En diversas oportunidades, se ha planteado la importancia que tiene la Comunicación Social para el desarrollo de comunidades y sociedades; pues es gracias a la misma que se gestan procesos viables de interacción entre territorios, localidades y sujetos; pero bien, es necesario mencionar que sin procesos de comunicación coherentes a las dinámicas globales y locales, difícilmente podríamos hablar de una sostenibilidad económica, de hibridaciones en las culturas, de participación ciudadana en los procedimientos políticos, de un ambiente social y ecológico, sanamente habitable, o aún peor, de dinámicas endógenas acordes a los territorios donde se evidencie el sentido de pertenencia por lo autóctono, la idiosincrasia cultural de cada rincón del mundo encaminada a procesos de empoderamiento y con un sentido de apropiación por lo nuestro.
Es tan importante reconocer la Comunicación como una disciplina fundamental en la construcción de sociedades, qué sitúa a los profesionales de esta área en pensar el territorio que habitan en sentido coherente a sus necesidades, que partan desde lo endógeno y puedan llegar a representarse en manifestaciones exógenas con repercusiones globales en el mundo que nos compete.
Aún así, se debe partir de procesos históricos, sociológicos, antropológicos y de muchos más, desde disciplinas sociales que permitan a la comunicación articularse en un contexto acorde a las particularidades de cada territorio; y para ello, se hace necesario, incluso, reconocerse dentro de una sociedad como entes activos, actores participantes y sobretodo entes políticos; interesados en construir sociedades viables, de acuerdo al reconocimiento de los territorios, y con un grado representativo de territorialización.
En este sentido, es menester resaltar la pertinencia de una educación académica, dónde se comprenda el espacio físico y ambiental como un lugar propicio para el desarrollo local endógeno y territorial; es por esto, qué se hace indispensable pensar los territorios desde las academias, de los lugares de formación, de los centros de educativos, y desde cualquier otro espacio digno para la construcción social del conocimiento; dichos procesos educativos deben brindarse en las regiones de acuerdo a las necesidades de cada territorio, y como ejemplo en Antioquia, Colombia, se puede tomar las cátedras que se brindan en las Universidades, con énfasis en el Desarrollo territorial: una cátedra qué comprenda los diferentes procesos de desarrollo, desde sus múltiples miradas y enfoques; y qué además acarree el estudio de los planes de gobierno, a nivel nacional y/o local, los planes de desarrollo, los POT’s; y el ordenamiento territorial desde la participación ciudadana y los sistemas de acción que se puedan generar en los municipios del país.
Es fundamental para los seres humanos reconocerse como actores participantes de una sociedad en aras de propender a un modelo de desarrollo íntegro, local y con repercusiones globales; pues si bien cada territorio o localidad tiene sus modelos de progreso, sus sistemas de acción, y sus propuestas de desarrollo –territorial—; estas deben estar coaccionadas de modo coherente con las dinámicas de nación; aún así, el trabajo particularizado permite que cada municipio, y/o ciudad propenda a suplir las necesidades primarias y secundarias que su población manifiesta. Es de este modo como se puede generar un verdadero acercamiento al concepto, profundizado, de desarrollo, dejando de lado la perspectiva convencional del mismo: ligado al crecimiento económico y el progreso material de los territorios.
Desde la Comunicación; además, existen autores que le apuestan al Cambio social, desde la comunicación participativa; como lo es Alfonso Gumucio, quien nos habla de procesos de edu-comunicación donde sea la misma el motor para generar transformación en los territorios; esto, partiendo del interés de los individuos por emprender procesos de de participación ciudadana, de empoderamiento con sus territorios, de sentido de pertenencia y que se reflejen en procesos de apropiación.
Acá es dónde debe resaltarse el papel que cumple la Universidad, en procesos de formación con profesionales que se forman para salir a atender las necesidades de sus territorios; y —como previamente se ha mencionado—asumir el desarrollo territorial como una cátedra universitaria refleja la importancia de reconocerse en su entorno; además qué, devela un interés altamente preponderante en la atención de las problemáticas acordes a cada región.
La educación, debe ser el principal motor para generar procesos de transformación, y en la medida que el pueblo se eduque podrá tomar conciencia del poder que representa ante sus dirigentes y gobernantes; a fin de hacer valer sus derechos en una sociedad mal llamada demócrata y que urge de procesos de participación ciudadana para cambiar realidades en función de un buen modelo de “desarrollo”. Queda el llamado a sacar la teoría de los libros, y a generar más espacios de socialización y retroalimentación entre la apuesta por poner en diálogo los saberes y las necesidades latentes que como sociedad nos cobijan.
Un llamado a la atención, de quienes deseen construir territorio y reformar, benéficamente, los que desde siempre habitamos.