Una crítica al fallo de la Corte Constitucional sobre atletas trans


La reciente decisión de la Corte Constitucional de Colombia, que afirma que un hombre trans no tiene ventaja competitiva frente a una mujer cisgénero en el deporte, merece una reflexión profunda. Aunque el fallo se presenta como un avance en derechos e inclusión, corre el riesgo de simplificar un debate que exige rigor científico, sensibilidad jurídica y honestidad ética.

Desde una perspectiva biológica, la evidencia acumulada en endocrinología y medicina deportiva sugiere que los efectos de la testosterona durante la pubertad masculina —como el aumento de masa muscular, densidad ósea y capacidad aeróbica— no se revierten completamente con la terapia hormonal. Diversos estudios han documentado que incluso después de un año de tratamiento, las personas trans que transicionaron de mujer a hombre pueden mantener ventajas físicas en ciertos deportes. Negar esta posibilidad no es inclusión: es desinformación.

La Corte, al afirmar que “no hay certeza científica” sobre ventajas competitivas, incurre en una confusión peligrosa: confundir la ausencia de consenso absoluto con la ausencia de evidencia. En ciencia, la incertidumbre no equivale a neutralidad. Y en deporte, donde milisegundos y centímetros definen el resultado, ignorar diferencias fisiológicas puede traducirse en injusticia estructural.

Desde el plano jurídico, el fallo privilegia la igualdad formal sobre la equidad sustantiva. Tratar igual a quienes son biológicamente distintos puede generar desigualdad en la práctica. Si bien la Corte sugiere evaluar los casos individualmente, su decisión concreta limita la capacidad de las federaciones deportivas para aplicar criterios técnicos, lo que podría vulnerar la autonomía institucional y la integridad competitiva.

A nivel internacional, organismos como World Athletics y World Rugby han adoptado políticas restrictivas para atletas trans en categorías femeninas, basadas en estudios rigurosos. Colombia, al optar por una inclusión plena sin parámetros científicos claros, se aleja de este consenso emergente. ¿están las mujeres biológicas dispuestas a asumir las consecuencias éticas y competitivas de esa disonancia?

La solución no está en excluir ni en negar la ciencia. Está en construir mecanismos justos, transparentes y multidisciplinarios. Se requieren comités que integren médicos, entrenadores, juristas y atletas para evaluar cada caso con criterios objetivos. También podría explorarse la creación de categorías abiertas o mixtas en ciertos deportes, donde el rendimiento medible sea el criterio principal.

La inclusión es un valor irrenunciable, pero no puede construirse sobre la negación de la biología ni sobre la omisión del rigor. Este fallo, abre una caja de Pandora en el deporte colombiano.

Santiago Murillo Arrubla

Director Cpi3nsa |Politólogo - Esp. Gestión Pública

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