En un país serio y democrático, un presidente no amenaza al Congreso con una consulta popular cada vez que su proyecto político no prospera. En una república de instituciones, no se gobierna con caprichos ni se fuerza la democracia a punta de decretos. Pero Colombia parece caminar, sin sonrojo, hacia una forma encubierta de autoritarismo plebiscitario con nombre propio: Gustavo Petro.
El reciente anuncio del presidente de convocar una consulta popular para imponer su reforma laboral tras fracasar en el Congreso no solo es un error político: es una agresión directa al sistema institucional. No está buscando consultar al pueblo, está buscando evadir la deliberación legítima, saltarse el equilibrio de poderes y someter el derecho al aplauso de las masas. Eso se llama populismo, y su versión más peligrosa se llama autoritarismo.
En Colombia hay reglas, hay separación de poderes, hay procesos. Que una iniciativa no pase en el Congreso no es “traición al pueblo”, es democracia funcionando. Cuando el Ejecutivo desprecia la decisión del Legislativo y recurre al pueblo como escudo, está debilitando la institucionalidad, deslegitimando la crítica, y peligrosamente, alimentando la idea de que el que no piensa como el presidente, es enemigo del cambio.
Hay que decirlo claro: no es delito respetar las instituciones. No es vergonzoso defender la Constitución. No es cobardía pedir equilibrio, técnica y legalidad. Al contrario, lo peligroso es seguir normalizando el discurso de que quien se opone a un decreto presidencial o a una reforma improvisada, es “enemigo del pueblo”. Esa es la narrativa de todos los que han querido eternizarse en el poder.
Un país sin instituciones no funciona. Y si permitimos que cada decisión se tome con base en la presión emocional y no en la razón jurídica, mañana no necesitaremos Congreso, ni Corte, ni ley. Solo una tarima y un micrófono.
La reforma laboral como cualquier gran reforma merece discusión técnica, escenarios democráticos y respeto por los procedimientos. Pretender resolverla en una consulta popular es una simplificación perversa de un tema profundo, y una burla al diseño constitucional.
Hoy no se trata de estar a favor o en contra de Petro. Se trata de estar a favor o en contra de las reglas del juego. De si queremos seguir siendo una democracia, o convertirnos en un Estado donde el gobernante impone por consulta lo que no puede lograr por ley.
Este no es el momento de callar ni de acomodarse. Es el momento de defender la República. Porque cuando se apagan las instituciones, solo queda la oscuridad del poder absoluto.
“El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres.”Platón
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