«El colapso del gobierno Petro no es una opinión, es un hecho respaldado por cifras, indicadores y el testimonio de una ciudadanía que ve cómo las promesas se diluyen en la nada.»
El gobierno de Gustavo Petro llegó al poder envuelto en la grandilocuencia de sus propias promesas, anunciando la transformación de Colombia en una “potencia mundial de la vida”. Un eslogan rimbombante que encendió esperanzas en millones de votantes, pero que, con el paso del tiempo, se ha desvanecido en la bruma de la ineficiencia, el dogmatismo y la improvisación. Dos años después, el balance es demoledor: el gobierno Petro ha sido un espectáculo de fracasos, y sus seguidores, atrapados en la retórica incendiaria del oficialismo, deberán decidir si seguirán aplaudiendo la farsa o enfrentarán la realidad antes de que sea demasiado tarde.
El Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026, piedra angular de la supuesta transformación, se ha convertido en un monumento a la parálisis. De los 495 indicadores que debían marcar la ruta del cambio, el 72,3% no muestra avances significativos, y apenas el 9,91% de los artículos han superado el 40% de ejecución (Hernández Naranjo, 2024). Es decir, la tan anunciada justicia social, el crecimiento económico y la equidad se han quedado, como tantas otras promesas de este gobierno, en meras consignas sin ejecución real.
La crisis en materia de seguridad no se puede negar. El informe de resultados del PND 2023 nos muestra que la tasa de homicidios escaló a 27 por cada 100.000 habitantes, superando ampliamente el umbral previsto de 22. La violencia, lejos de reducirse, se ha normalizado en las ciudades, donde las balaceras y el miedo son ahora parte del paisaje cotidiano. La promesa de un país más seguro quedó sepultada bajo las cifras, y lo que alguna vez fue un discurso de pacificación hoy se traduce en calles más peligrosas y comunidades atrapadas en la zozobra (DNP, 2023).
El panorama social tampoco ofrece alivio. La cobertura en salud, anunciada con pompa y grandilocuencia, se ha quedado corta frente a la realidad. Se prometió que el 90% de la población tendría acceso garantizado a la atención primaria, pero las cifras revelan que apenas el 78% de los colombianos recibe efectivamente este servicio (DNP, 2023). En lugar de una reforma estructural que resolviera las deficiencias del sistema, lo que se ha construido es un laberinto burocrático en el que la gestión es errática, las soluciones no llegan y los ciudadanos quedan a la deriva. El caso de la demanda interpuesta por el concejal Julián Sastoque ante el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, exigiendo el cumplimiento del artículo 166 del PND sobre salud mental, es solo una prueba más del fracaso sistemático de la administración (Sastoque, 2024).
La alimentación tampoco ha sido una prioridad real para el Ejecutivo, pese a la retórica de justicia social. El Programa de Alimentación Escolar (PAE) solo cubre al 68% de los estudiantes beneficiarios, cuando la meta era del 85%. En las zonas rurales, la situación es aún más desoladora: el 14% de los hogares enfrenta inseguridad alimentaria severa (DNP, 2023). ¿Dónde está el compromiso con la niñez? ¿Dónde quedaron las medidas estructurales para garantizar algo tan básico como la comida para los más vulnerables?
La economía tampoco ofrece un resquicio de alivio. La ejecución del presupuesto nacional avanza a paso de tortuga, generando incertidumbre sobre la efectividad de las políticas gubernamentales. Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, ha advertido que la incapacidad del gobierno para ejecutar su propio Plan Nacional de Desarrollo amenaza el crecimiento económico y la estabilidad del país (Hernández Naranjo, 2024). Mientras tanto, en los pasillos del poder se sigue priorizando el discurso sobre la acción, la pose sobre la eficacia.
El colapso del gobierno Petro no es una opinión, es un hecho respaldado por cifras, indicadores y el testimonio de una ciudadanía que ve cómo las promesas se diluyen en la nada. A los petristas les pregunto: ¿cuántos datos más necesitan para reconocer el naufragio? ¿Cuántos informes de incumplimiento harán falta para aceptar que la gran revolución que les prometieron fue solo un espejismo? Gobernar no es lanzar discursos altisonantes ni incendiar las redes sociales con frases de barricada. Gobernar es dar resultados.
Petro y su gobierno han demostrado que la política del espectáculo no construye país, solo lo degrada. Mientras el mandatario sigue engolosinado con su propia narrativa, el país sigue esperando soluciones que no llegan. No hay transformación posible cuando la prioridad es dominar la conversación mediática en lugar de administrar con responsabilidad. Es hora de que sus seguidores despierten, porque Colombia no se gobierna con consignas, sino con hechos.
Referencias
Departamento Nacional de Planeación. (2023). Balance de Resultados del Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026: Colombia Potencia Mundial de la Vida.
Hernández Naranjo, D. (2024). El 72,3% del Plan Nacional de Desarrollo no muestra avances: qué pasa. Portafolio.
Sastoque, J. (2024). Demanda por incumplimiento del artículo 166 del PND sobre salud mental. Tribunal Administrativo de Cundinamarca.
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