“Sin embargo, lo más interesante del taller fue constatar como los asistentes que inicialmente solo podían pensar en acciones bélicas y eventos trágicos, comenzaban a identificar y reconocer también sus formas de resistencia durante el conflicto armado, desmitificándose así la imagen de un campesinado sumiso frente al control territorial de los grupos subversivos”
La semana pasada estuve de paso por los municipios de Argelia y Nariño, territorios con un marcado carácter agrícola donde, lamentablemente, la guerra ha dejado una huella que por momentos parece imborrable. No obstante, contrario a lo que esta constatación podría sugerir, no me encontraba tras las huellas de los actores armados ni en la tarea de sistematizar los hechos violentos —labores que, con rigor y dedicación, han asumido entidades como el Centro Nacional de Memoria Histórica y la Comisión de la Verdad—, sino que, su lugar, estuve siguiéndole la pista a la paz, procurando entender cómo ha sido vivida y entendida en relación con las formas de vida campesina, no solo durante el periodo conocido como de crisis humanitaria, sino también durante lo que vino después, el proceso de reconstrucción del tejido social y de reparación de las heridas de la guerra.
En esta visita en particular, que se suma a muchas otras que he venido realizando en el último año, encontré varias historias y materialidades que dan cuenta de cómo los habitantes del Páramo nunca fueron actores pasivos y sumisos frente a la adversidad, sino que diseñaron estrategias y mecanismos para garantizar su supervivencia y la defensa de sus prácticas campesinas. Por eso, quiero aprovechar esta columna para visibilizar esas apuestas por la resistencia al conflicto y por la construcción de paz que no suelen aparecer en los medios de comunicación, que no se suelen estudiar en las aulas de clase… En fin, a las cuales no se les suele dar la suficiente visibilidad.
Mi primera parada fue Nariño, donde caminé un trayecto enrevesado de tres horas para llegar hasta el corregimiento de San Andrés, uno de los más hondamente impactados por el conflicto armado. Allí, tuve la oportunidad de conversar con un campesino de edad avanzada, pero espíritu activo, que me contó que, en el año 2006, debió desplazarse hacia la ciudad de Medellín por negarse a sumarse a las filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Lo poderoso de esta anécdota viene después, pues cuenta este hombre que, estando en Medellín, se decidió a prestar su finca (entonces deshabitada) a otros campesinos del corregimiento que pudiesen necesitarlo, con el único compromiso de que le dieran buen cuidado a la tierra y mantuviesen las prácticas campesinas a salvo.
Historia igualmente potente es la del Manto de la Memoria, un ejercicio textil que convocó a partir del 2008, y durante varios años, a un grupo de mujeres del municipio de Nariño para representar a través del bordado la imagen del pueblo que querían construir una vez superado el conflicto. A esta materialidad llegué por invitación de una lideresa del casco urbano del municipio, quien, de manera amable y desinteresada, me contó que este ejercicio de memoria y reparación del tejido social no solo vinculó el territorio como una proyección o un ideal, sino que, haciendo uso de una huerta campesina, permitía acompañar los espacios de bordado con el sabor de aromáticas cultivadas en el territorio.
Concluida mi estadía en Nariño, me encaminé hacia el municipio de Argelia, específicamente a la vereda La Arboleda (a una hora y media en la tradicional escalera), donde, a la sazón de un delicioso sudado hecho por las manos de una mujer campesina de la región, llevamos a cabo el taller “Territorializando la Paz en Argelia: Lugares, objetos y recuerdos”, un ejercicio que pretendía identificar algunas apuestas por la paz efectuadas en el marco del conflicto armado, así como posibles objetos con un potencial valor de memoria asociado a la paz.
Con este ejercicio conseguimos identificar una gran cantidad de acciones de paz: los cenáculos religiosos que permitían a los vecinos reunirse a pesar del control de los actores armados y brindarse refugio en los momentos difíciles; la permanencia de algunos campesinos en su vereda, quienes se encargaban de cuidar el ganado y los cultivos de sus vecinos desplazados; el primer manto tejido por mujeres en el año 2012 con apoyo de la Asociación Campesina de Antioquia… Sin embargo, lo más interesante del taller fue constatar como los asistentes que inicialmente solo podían pensar en acciones bélicas y eventos trágicos, comenzaban a identificar y reconocer también sus formas de resistencia durante el conflicto armado, desmitificándose así la imagen de un campesinado sumiso frente al control territorial de los grupos subversivos.
Quisiera, también, resaltar un par de objetos que emergieron durante este taller y que permiten comprender muy bien la forma en que la paz puede irrumpir desde lo cotidiano y, por eso, muchas veces pasar desapercibida. Uno de los asistentes al taller, de unos 70 años, nos contó que, para él, la paz se podía representar en su diploma y su anillo de grados de primaria, pues únicamente pudo estudiar cuando los actores armados abandonaron el territorio y, con ello, se permitió la movilidad de sus habitantes. Otra, nos contaba que, para ella, el objeto que mejor representaba la paz era una vela, pues además de tener un valor esperanzador para ella como católica, era el objeto que le permitía iluminar las noches oscuras cuando, por la presencia de las FARC en el municipio, se cortaba el suministro de energía eléctrica al pueblo. De esta manera, un diploma y una vela se convierten en emblemas de la paz, pero no de cualquier paz, sino de una paz que está ligada al territorio campesino y que, por ende, responde a los deseos, anhelos, intenciones y necesidades de este.
Los anteriores fueron solo algunas de las experiencias resultantes de mi última visita a la Zona Páramo. A quienes deseen profundizar en el tema, quisiera aprovechar para invitarlos a IX Coloquio de la Maestría en Estudios Socioespaciales donde estaré presentando los avances de mi investigación “Pensar la paz es pensar el territorio: acciones de paz y reconfiguraciones territoriales en los municipios de Argelia y Nariño (1998-2020)”. Dicho evento tendrá lugar el miércoles 04 de junio en el Centro Cultural de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia en el barrio Carlos E. Restrepo, entre las 9:00 a.m. y las 7.00 p.m. La programación completa la encuentran acá.
Como siempre, gracias por leer(me).
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