“Los faroles resplandecen con tristeza tras el rastreo de la lluvia y la niebla se dibuja, enganchada en el húmedo asfalto. Cada casa, agobiada entre las sombras, espera su destino, el que sus inquilinos y sus muros que algún día no podrán sostenerse en el tiempo.” (Hugo C, Pg. 19)
No quiero hacer futurología, sin embargo, Colombia no crece económicamente. La cultura, puede ser un reflejo del PIP per cápita; sí con dificultad se puede llegar a fin de mes cubriendo lo que poéticamente se ha asociado a la suficiencia de bienes materiales; que difícil será entonces, cubrir la demanda de bienes metafísicos que le dan suficiencia al espíritu de los colombianos. Claro, la demanda del capital cultural – académico también es un reflejo de la sociedad per se; los colombianos, quizá, preferimos un Televisor que un libro; es un asunto de preferencia. Y la economía mundial crece a partir de ello, tal vez no la industria nacional; pero en algún lugar, el PIB nacional aumenta por un asunto de preferencia, de libertad, de decisión de consumo.
Mas allá del libro, el autor, es quien materializa y comparte su ser por medio de experiencias e imaginación. El autor suele ser más desconocido que su obra; pocos han sido tan populares, y cuando lo son, es por su viva dionisiaca, como Ernest Hemingway. La economía, directa o indirectamente se ve beneficiada por la creación de libros, el autor, el municipio, el departamento, la región y el país ven los frutos de las ganancias producidas por el libro como un bien de valor agregado. Cuando se compra un libro, no se paga solo por el costo de las materias primas, el nombre y recorrido de quien los escribe es tan importante como el mismo libro.
Por supuesto, no todo es tan poético. En la realidad, para percibir como país, de dichos beneficios económicos, hay que invertir; primero y tal vez más importante, en el autor potencial. Colombia, sufre de la embriaguez del consumismo hedonista, vemos con indolencia el sufrimiento de nuestro pueblo. Los indicadores no son tan populares como los que derrochan del haber público nacional, su vida sí que es un reflejo de lo que desmoronó el legado de Julio Cesar (Antonio, Octavio y Lépido), o Verónica A., en nombres del hoy. El DANE, en su Encuesta de Consumo Cultural del 2020, establece como las personas de 12 o más años, leen en promedio 3,9 libros P.A.
La economía debe diversificarse, y expandirse en el prometedor terreno de bienes y servicios de valor añadido; de manera progresiva, focalizada y racional abandonar los sectores que con seguridad van a mutar. No sé, con honestidad, de qué manera tomar los indicadores negativos de crecimiento del PIB (-0.3 en 2023); indicadores que no se veían desde la pandemia. El máximo delegatario, en cualquier momento de la historia, debe practicar la prudencia en el marco de lo que puede afectar a corto y mediano plazo al constituyente primario. La diversificación del PIB., es necesaria, incluso puede ser peligroso depender tanto de un sector; sin embargo, hay que cuidar lo que con timidez nos ha permitido progresar como país. La inversión en cultura, en los autores, en las regiones, en la industria de los libros, puede ayudar a la diversificación, asimismo a la reducción del costo de los libros, y a avivar la historia colectiva de un pueblo que es un reflejo de la pobreza cultural nacional.
Que un libro cueste 1/15 parte del salario mínimo, demuestra quizá porque solo se leen 3,9 libros en promedio por año. Reducir su costo, o aumentar el salario mínimo nominal y real; de la mano de campañas pedagógicas de promoción de lectura y escritura, es necesario. El pueblo debe educarse sin restricciones materiales como las que de manera somera describo. Las decisiones deben ser parte de un ejercicio racional, crítico y compuesto de muchas voces; la incertidumbre del mercado es una ola difícil de sortear, pero, disminuir el riesgo de una decisión en el mercado es un ejercicio que si se puede hacer.
Gracias por leerme.
Juan Munar.
Comentar