El Día Internacional de los Derechos de las Mujeres no es una celebración comercial, como se ha querido hacer ver. Es una fecha que nos convoca a reflexionar sobre aquellos aspectos que aún siguen marcando una diferencia abismal, y afectando de manera dramática el desarrollo de las mujeres, y por ende de la sociedad.
Un mundo que no les ofrece oportunidades para acceder al mercado laboral en igualdad de condiciones que los hombres, no podrá superar la pobreza. No es posible que hoy, en pleno siglo XXI, las brechas económicas y políticas persistan y, peor aún, que muchos consideren este como un tema superado.
Estos tiempos de crisis mundial, nos evidenciaron de forma dramática que la igualdad, la paridad y la equidad no pueden ser solo discursos inocuos, que en la práctica no representan el verdadero cambio de mentalidades y creencias sobre el imprescindible papel de las mujeres en la construcción de sociedad.
Y no me refiero a su participación en el cuidado de la familia, de los hijos y aquellos roles en los que las hemos enmarcado, que no son menos importantes, pero que las ha dejado en posición de desventaja para alcanzar su desarrollo y su autonomía.
Indignante
De acuerdo con el informe del Foro Económico Mundial de Davos, 2020, la humanidad tardará 259 años para lograr la igualdad económica y 99 para alcanzar la paridad política en el mundo. Esto nos demuestra que no bastó con el ingreso a la educación y al mercado laboral de las mujeres, ni la gran participación de ellas en la política, porque son ellas quienes menos ganan y quienes menos oportunidades de acceder a los cargos de representación política tienen.
El empoderamiento económico y político de las mujeres va de la mano. Y en este tema es donde quiero hacer un mayor énfasis. Mujeres sin oportunidades de autonomía económica son mujeres más expuestas a la violencia de género, a la pobreza, y a la falta de educación.
La humanidad no puede seguir replicando estereotipos, imaginarios y creencias absurdas que degradan, y dejan en condiciones de desventaja a más de la mitad de la población del mundo.
Los Estados y los gobiernos tienen que valorar el papel de la mujer en la sociedad y su contribución en la superación de la pobreza. Para ello necesitamos gobiernos capaces de promover y aplicar las políticas públicas en favor del empoderamiento económico de ellas. No podemos seguir considerando pequeños emprendimientos, como grandes soluciones, que escasamente les permiten sobrevivir en medio de las dificultades.
Las mujeres perciben un 23% menos de salario que los hombres a nivel mundial, y en todo el mundo, cerca del 60% de ellas trabajan en la economía informal, ganan menos, ahorran menos, corren un mayor riesgo de caer en la pobreza, no pueden acceder a una pensión, y estar por fuera de la educación, según datos de Naciones Unidas. Incluso, está comprobado que los hogares más pobres están liderados por las mujeres.
Nos tomó siglos reconocerlas como sujetos de derechos, capaces y dotadas de grandes cualidades e inteligencia. Y aún hoy, persisten las diferencias salariales, que atentan contra el libre desarrollo, la libertad, la vida y el crecimiento de las mujeres. Es hora de que asumamos soluciones reales que impacten de manera favorable la vida de las mujeres. No son pañitos de agua tibia.
Una mujer con oportunidades para ingresar al mercado laboral, en igualdad de condiciones que los hombres, es decir, mismo trabajo, mismo salario, es una mujer empoderada, valiente, capaz de tomar sus propias decisiones, dirigir su vida y ayudar a otros y a otras a alcanzar sus metas.
Una mujer con autonomía económica es una familia menos en la pobreza. Es además una mujer empoderada, capaz de estar en los altos cargos de dirección económicos y políticos.
El reto y el sueño, es que las mujeres salgan de la pobreza y tengan oportunidades. Así, la humanidad podrá darse la posibilidad de compartir y cambiar la dirección del mundo, y hacerlo más humano, y más pacífico.
Comentar