“Los animales saben”, recuerda Samuel Beckett y, sin lugar a duda, Francisco Toledo es uno de los artistas mexicanos que mejor entendió esta sabia lección. Alacranes, caballos, conejos, iguanas, sapos, tortugas, venados, además de otras especies reales e imaginarias, configuran una obra que no sólo comprende sus grabados y pinturas, dibujos e ilustraciones, cerámicas y esculturas, sino también la imagen que de sí mismo tiene”.
“Los animales saben”, recuerda Samuel Beckett y, sin lugar a duda, Francisco Toledo es uno de los artistas mexicanos que mejor entendió esta sabia lección. Alacranes, caballos, conejos, iguanas, sapos, tortugas, venados, además de otras especies reales e imaginarias, configuran una obra que no sólo comprende sus grabados y pinturas, dibujos e ilustraciones, cerámicas y esculturas, sino también la imagen que de sí mismo tiene. A propósito de su exposición “El mono de la tinta”, en la que el artista reflejó su gusto e influencia por autores como Edgar Allan Poe, Wallace Stevens, los libros del Chilam Balam, entre otros, declaró: “Físicamente me considero un mono. He aprendido a dibujar con tinta, con tinteros y plumas de antes. Pero es un mono ilustrador que usa tinta”. Su irónica declaración encierra una paradoja: si bien es cierto que usualmente los animales son considerados seres irracionales, son al mismo tiempo portadores de un conocimiento ancestral que el hombre debe descubrir.
Nacido en Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, en 1940, Toledo viajó de un pueblo a otro en su niñez, tras las huellas de un padre que fue perseguido por sus ideas políticas. Desde aquel entonces hasta su fallecimiento, ocurrido el pasado 5 de septiembre, creó inusitadas formas de belleza. Así como en el México prehispánico se creía que el erotismo era un producto divino: efluvio creado por los dioses que provoca los deseos sexuales de hombres y mujeres; en la obra de Toledo la representación de los órganos sexuales, así como la exploración de las diversas formas de unión entre seres y entidades, es impulsada por una energía sexual que no advierte límites ni escrúpulos, razones morales ni convenciones sociales. En las creaciones es posible advertir “un demencial Kama Sutra de especies extrañas y universos alterados”, a decir de Naief Yehya. Ilustre heredero de la tradición indígena, el artista juchiteco creó una obra única e irreverente que fue exhibida en galerías y museos de México, Nueva York, Londres, París, Oslo, entre otras ciudades.
Toledo fue además un ávido lector. Recuerda que uno de los primeros textos que leyó fue la Divina comedia de Dante Alighieri, libro que su padre le compró a un agente viajero en Minatitlán, Veracruz; además de los relatos del infierno, purgatorio y paraíso, lo que más le llamó la atención fue las ilustraciones de Gustave Doré; gusto que años después se vería reflejado en las ilustraciones que realizó del Manual de zoología fantástica de Jorge Luis Borges, Informe para una academia de Franz Kafka, Nuevo catecismo para indios remisos de Carlos Monsiváis, Una vieja historia de la mierda de Alfredo López Austin, Álbum de zoología de José Emilio Pacheco, obras clásicas de la literatura universal tales como las Fábulas de Esopo y Pinocho de Carlo Collodi. Asimismo, el artista juchiteco dio a conocer textos antiguos de Oaxaca, como por ejemplo Cartas y telegramas del Archivo de José F. Gómez y relatos zapotecos como el Cuento del conejo y el coyote.
De acuerdo con Carlos Monsiváis, Toledo “es un excéntrico, el primitivo que funda instituciones culturales, el pintor cultivado que se asume como parte del fluir de la naturaleza”; el artista juchiteco hizo de Oaxaca una verdadera pieza de arte. Impulsó iniciativas culturales tales como la Casa de la cultura de Juchitán, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, el Centro de las Artes San Agustín Etla, la Biblioteca para invidentes Jorge Luis Borges, la Casa de las Matemáticas, la Biblioteca Francisco de Burgoa, el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, el Jardín Etnobotánico, las revistas Guachachi’reza y Alcaraván, Ediciones Toledo y Calamus, entre otros proyectos. Para Toledo el mejor reconocimiento que podía hacer a la tierra que lo vio nacer fue actuar por el bien común.
Toledo fue además un gran defensor del patrimonio y los derechos de los pueblos originarios. Organizó una gran “tamaliza” para oponerse a la instalación de la poderosa transnacional de hamburguesas McDonald’s en el centro histórico de Oaxaca; inició una campaña en contra de la utilización del maíz transgénico en México; elaboró papalotes para rechazar la desaparición de los 43 estudiantes en Ayotzinapa; protestó contra la venta de terrenos del Parque Nacional de Huatulco, el ex convento de Santa Catarina de Sena y en defensa del Cerro del Fortín, donde se emplazaría un centro de convenciones. Gracias a su activismo fue calificado como “el mayor defensor de Oaxaca”.
Tal fue la importancia de Francisco Toledo en México. En diversas partes del país, canciones fúnebres, mezcal, flores y veladoras han sido ofrendadas para honrar la vida y obra del maestro; artista que vivió para compartir las fortunas del arte y la cultura en beneficio del pueblo.