Un líder para Colombia

Colombia ha sido testigo de la influencia de diversos líderes presidenciales que, desde una perspectiva de derecha, han buscado impulsar el progreso, garantizar la seguridad y fomentar la inversión extranjera. Figuras como Álvaro Uribe Vélez (2002. – 2010), que durante sus mandatos y con su equipo de trabajo, implementaron políticas de “Seguridad Democrática” que, si bien han sido controvertidas, los datos resaltan un logro en la reducción significativa de la violencia y la percepción ante un clima de mayor confianza para la inversión. El liderazgo de progreso se inclina hacia la visión de un Estado fuerte y una economía abierta que han marcado periodos de crecimiento y estabilidad, atrayendo capitales extranjeros que dinamizaron sectores clave y generaron empleo en su momento. Estos ejemplos ilustran cómo una perspectiva orientada a la derecha puede, a través de la disciplina fiscal y la promoción del sector privado, hacer real el desarrollo económico y la protección de los ciudadanos.

Otro ejemplo a traer en el sentido de liderazgo es el de Julio César Turbay Ayala (1978-1982) quien, aunque su gobierno enfrentó desafíos complejos como la concentración crítica del conflicto armado, también impulsó la modernización del Estado y la infraestructura. Su administración se caracterizó en la medición de opinión pública por una clara defensa de la seguridad nacional y un enfoque pragmático en las relaciones internacionales, buscó atraer inversión y fortalecer lazos económicos que beneficiaran al país. Si bien las épocas y los contextos son diferentes, la esencia de un liderazgo que prioriza la estabilidad y la apertura económica como pilares del progreso se mantuvo presente, sentando bases para futuras expansiones y diversificaciones productivas que pudieron sostenerse años en adelante.

Más atrás en la historia, podemos recordar la figura de Mariano Ospina Pérez (1946- 1950), un líder del conservatismo colombiano quien, en un periodo post-guerra, centró sus esfuerzos en la industrialización del país y la modernización de la agricultura. Su gobierno, con un claro enfoque en el desarrollo económico, permitió que se centraran grandes proyectos en la expansión de la infraestructura y el fomento de la empresa privada, elementos cruciales para el crecimiento y la generación de riqueza. Estos líderes, desde sus respectivas posturas ideológicas, compartieron una convicción: la prosperidad del país se construye sobre bases sólidas de seguridad jurídica, el orden, la democracia y una economía que atrae capital y genera realmente oportunidades.

La inversión nacional y extranjera, en particular, han sido motor fundamental para el desarrollo de los territorios, hoy, claramente golpeadas ante la realidad del país. Fueron gobiernos con visión de progreso y desarrollo donde facilitando su llegada y sostenibilidad en el tiempo, entendiendo que estos no solo traen capital, sino también tecnología, conocimiento y nuevas oportunidades de empleo para los colombianos. Generar un ambiente de negocios favorable, mantener la democracia, la protección de la propiedad privada y la garantía de la seguridad jurídica son elementos que han permitido a grandes empresas, contribuir al crecimiento del PIB y a la diversificación de la economía nacional. La experiencia histórica demuestra que cuando estos principios son defendidos con vehemencia, el país experimenta periodos de mayor expansión y bienestar general en lo económico y social que desatan el desarrollo general.

De cara al 2026, Colombia no solo necesita un líder, sino un gobernante que represente el carácter. Un líder puede inspirar y trazar visiones de nación, pero un gobernante con carácter tiene la templanza para tomar decisiones difíciles como las que enfrentamos ahora, la determinación para tomar los desafíos del país en todos los sectores y la firmeza para hacer cumplir la Constitución y la Ley. La complejidad del escenario actual, con sus desafíos económicos, sociales y de seguridad, exige una figura que no solo tenga una dirección clara, sino también la capacidad de ejecutar, de perseverar ante la adversidad y de mantener el rumbo, incluso cuando la popularidad flaquea. El carácter es la ruta interna que dará vía a las acciones de un mandatario que asegure, que el bien común, prevalezca sobre cualquier otra consideración y es precisamente esa cualidad la que Colombia necesitará para navegar las próximas décadas.

¡Lo que mejor sabemos hacer los colombianos es seguir hacia adelante!

Luis Gabriel Gómez

Diputado de Antioquia. Abogado de la Universidad Católica de Oriente, Especialista en Derecho Administrativo de la Universidad Externado de Colombia y Magíster en Derecho Procesal de la Universidad de Medellín.

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