«(…) en el día a día nos encontramos personas deambulando en el mundo con ciertos niveles de efecto Dunning-Kruger, efecto Nelson Mandela y de habilidades blandas (¡una combinación explosiva!) que ocasionan distorsiones sistemáticas y progresivas de la realidad, contaminando la verdad, mostrándola cómo mentira y disfrazando la mentira de verdad…»
Tendré que hacerme a un lado del camino. Así interpretaría yo a Fito Páez. Tal vez me aparte de fútiles guerras donde los proyectiles son las palabras. Y es que a diario escuchamos personas del común discutiendo con grandilocuencia, con gran fluidez verbal, en entornos comunes tales como plazas, calles, centros comerciales, en el trabajo, en sitios de casual de encuentro de amigos, sobre temas cotidianos o incluso sobre temas que trascienden la rutina por la complejidad de los mismos que nos dejan estupefactos por el batido conceptual y filosófico que desarrollan.
Efecto Dunning-Kruger
En 1999 los psicólogos David Dunning y Justin Kruger estudiaron el sesgo o distorsión cognitiva en la cual algunas personas emiten juicios de valor sobre algún tema, sobreestimando la profundidad de sus conocimientos. Gracias a sus investigaciones llega hasta hoy el conocido Efecto Dunning-Kruger que, con el perdón de los más expertos conocedores del tema, consiste, traído al contexto de la columna, en extradimensionar conocimientos y habilidades en algún tema concreto. En otras palabras, quienes menos tienen conocimientos sobre algún tópico de la realidad, son los que más ruidos generan. En otras palabras, quienes menos saben, son los que más hablan.
Efecto Nelson Mandela
Sucede también que cuando una persona o grupo de personas escuchan sistemáticamente sobre un tema a lo algo de la historia de su vida y en algunas otras ocasiones han participado del mismo, se pueden producir falsos recuerdos y falsas seguridades sobre secuencias de teorías, conceptos, metodologías, citas textuales de una conversación, autor o libro, cuando en realidad una parte de ellas no están documentadas ni tienen validez científica, demostrándose que los recuerdos y bases originales fueron modificados tanto por factores externos e internos. Este fenómeno es conocido como el efecto Mandela.
El efecto Mandela se debe a la bloguera norteamericana Fiona Broome, quien en 2019 descubrió que muchas personas creían que el líder sudafricano Nelson Mandela había muerto en prisión en 1980, cuando en realidad fue liberado en 1990 y murió en 2013.
Imaginemos por un momento una persona que experimenta un gusto por la mecánica cuántica, sintiéndose experta en dicha temática, fundamentada en el hecho de haber visto fragmentos aislados de documentales, haber visto entrevistas a científicos en YouTube, pero sucede que luego esos recuerdos fueron sobreestimulados por una película o serie en plataformas streaming de ciencia ficción. O también al haber escuchado la palabra cuántico en algún aspecto de la realidad. ¡Está muy de moda la palabra por cierto! Ahora bien, producto del diálogo continuo en el entorno donde se desenvuelve esa persona, al poseer vacíos de información por la complejidad estructural de la materia, al tener que responder preguntas muy especializadas, empieza a hacer rápidas conjeturas y a emitir juicios que poco a poco, dependiendo del entorno donde se encuentre, las personas que le rodean empezarán a asumir como verdad.
Habilidades blandas
Ahora bien, llevemos esa persona a un escenario donde esté tratando de comunicar sus ideas y percepción del tema de mecánica cuántica. Si esta persona posee habilidades blandas tales como comunicación persuasiva y una gran inteligencia emocional, hará dudar a otra persona que tenga un mayor grado de conocimiento de este tópico.
No es que esté tratando de alinear astros para hacer emerger una hipótesis atractiva, o intentando hallar una singularidad del espacio-tiempo entre infinitas combinaciones posibles de elementos, es que en el día a día nos encontramos personas deambulando en el mundo con ciertos niveles de efecto Dunning-Kruger, efecto Nelson Mandela y de habilidades blandas (¡una combinación explosiva!) que ocasionan distorsiones sistemáticas y progresivas de la realidad, contaminando la verdad, mostrándola cómo mentira y disfrazando la mentira de verdad, sin que sus interlocutores sepan diferenciar una de la otra. En este licuado, la guerra de argumentos y contraargumentos tiene el inconmensurable poder de convertir la mentira en verdad mientras dilapida la auténtica verdad o la prostituye a sus intereses.
Hay otros factores más para analizar y que añaden carga explosiva al análisis. Tal vez haya una segunda parte de este manuscrito. No obstante, si esa es la tendencia, seguiré el consejo de Fito y me declararé incompetente (¡si es que ya no lo soy y no me doy cuenta!) en estos menesteres del mercado o tendré que hacer el bien y hacer el daño…
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