El reformador debe combatir dos formas extremas de dogmatismo: la primera postula que el Estado (o la estatización) es la solución de todos los problemas; la segunda, que, directa o indirectamente, el Estado es la fuente de todos los problemas.
El reformador debe tener en cuenta que, así como hay fallas de mercado, hay fallas de Estado. Cualquier intento de reforma tiene que partir de un entendimiento sofisticado de ambos problemas
El reformador debe rechazar la disyuntiva falsa entre “un sistema injusto y corrupto que no puede mejorarse y otro racional y armonioso que ya no habría que mejorar”. El cambio social no es cuestión de todo o nada, es cuestión de más o menos
El reformismo permanente, continuo, basado en el conocimiento práctico de los problemas, es siempre más eficaz que el reformismo ocasional y utópico, basado en concepciones ideológicas y en objetivos grandilocuentes
El reformador debe huir de las utopías regresivas, de la retórica pomposa de la revolución y de los que destruyen sin haber construido
El reformador nunca debe perder de vista los valores progresivos, los objetivos intrínsecos de todo proceso de cambio. Las reformas se hacen para la gente, no para los agentes (quienes casi siempre disfrazan sus intereses particulares de altruismo y desprendimiento)
El reformador debe ser consciente de una asimetría fundamental: el poder del Estado es mayor para redistribuir que para generar bienestar. Por ello muchos reformadores terminan siendo árbitros de contiendas redistributivas, decidiendo qué grupo gana y qué grupo pierde pero no contribuyendo al bienestar de las mayorías
Las reformas legales cambian los incentivos, pero no cambian las normas sociales (la cultura). Tampoco crean, por sí solas, capacidades colectivas. Por lo tanto los efectos de las reformas legales son con frecuencia inferiores a lo presupuestado
Los reformadores deben evitar caer en “la pretensión del conocimiento”. En los sistemas abiertos y complejos, los efectos de los cambios legales son en buena medida impredecibles e imprevisibles. De allí la importancia del gradualismo y la experimentación permanente
El reformador debe entender que casi siempre es una figura trágica. Su respetabilidad (ética) viene de su insistencia en hacer lo que toca en contra de las fuerzas (mayoritarias) de la insensatez, el oportunismo y la indiferencia.
[author] [author_image timthumb=’on’]http://www.eluniversal.com.co/sites/default/files/201201/imagen/ministro_de_salud_alejandro_gaviria.jpg[/author_image] [author_info]Alejandro Gaviria Uribe se graduó de Ingeniería Civil en la Escuela de Ingeniería de Antioquia. Posteriormente estudió una maestría en Economía en la Universidad de los Andes. Es Doctor en Economía de la Universidad de California, San Diego. Actualmente se desempeña como Ministro Salud y de la Protección Social en Colombia. [/author_info] [/author]
Comentar