Hace exactamente un mes el país era testigo de las proyecciones económicas para el año 2020 y, quienes le siguen el pulso a estos temas, miraban con optimismo que se hablaba de un crecimiento económico por encima del 3,6%.
Se hablaba, de cerrar el año en curso con una inflación controlada en el 3% y con una senda descendiente del déficit fiscal por debajo del 2,5% del PIB, factores relevantes al momento de la presentación del plan financiero 2020 por parte del Ministerio de Hacienda.
En esa misma proyección, se conoció la estimación del ejecutivo en situar su optimismo frente al precio del barril del petróleo de referencia Brent en 60,5 dólares, un poco por debajo de lo que cerró el precio del crudo en 2019, que se situó en 64,2 dólares.
Sin embargo, frente a los logros obtenidos el año pasado y de tener un panorama relativamente despejado para la economía colombiana, la turbulencia que fue desatada a nivel mundial por la guerra que viven Rusia y Arabia Saudita frente al precio y posterior producción de petróleo, terminaron golpeando fuertemente las proyecciones del Gobierno, que ahora está corriendo las bases para corregir y enfrentar los avatares de tener unos precios del petróleo por debajo de los 30 dólares.
Nadie esperaba un lunes tan negro como el pasado 10 de Marzo que puso en jaque los mercados del mundo, que aunado a la crisis provocada por el Virus del Covid-19 han tenido una semana donde la borrasca lejos de amainar, parece estarse convirtiendo en lo que hoy llaman una “tormenta Perfecta”
¿Por qué los pronósticos de la economía para el 2020 se desplomaron de la noche a la mañana? Luego de una semana turbulenta, todo queda muy claro y es que factores, como la negociación de los precios del petróleo entre los países miembros de la OPEP y Rusia, no han llegado aún feliz término, el otro factor es sin duda, la propagación de pandemia del Covid-19 por todo el mundo, un fenómeno que se está volviendo el verdadero coco de todas las economías, que hoy ven con preocupación que no hay proyección que aguante.
Frente al primero factor, que era el que los economistas esperaban superar rápidamente logrando una reducción en la producción de Petróleo como pretendía Rusia, se convirtió en un verdadero dolor de estómago, tras la respuesta de Arabia Saudita, no solo de aumentar la producción, sino de reducir los precios de su petróleo hasta en un 20 %, poniendo a las grandes economías y a la de los países emergentes al borde de una crisis nerviosa.
La guerra de precios del crudo que por estos días ha ocasionado el desplome de las bolsas desde Asia hasta América Latina obligando a cierres temporales en los mercados, Wall Street y la propia Bolsa de Valores de Colombia para contener la caída de sus divisas, sigue retumbando y, así lo sintió el COLCAP que llegó a registrar en un solo día una caída del 10,53%, una situación que en décadas no se veía en los mercados bursátiles y que por supuesto, comienza a labrar una camino espinoso para las economías.
Estos dos fantasmas que ahora recorren el mundo, hace que no tengamos todavía certeza de que irá a pasar en los próximos días, semanas y meses, sobre que quedará una vez se superen las diferencias en los mercados del petróleo y las naciones empiecen a conjurar los estragos del Coronavirus, que se ha convertido en el reto más grande de la humanidad en los últimos tiempos.
En nuestro caso, el Presidente Duque a la cabeza del Gobierno le ha salido al vendaval con fuertes medidas de prevención y declarando la emergencia social y económica, para controlar la propagación de la pandemia del COVID-19, en medio de una crítica por parte de la oposición, que lejos de ayudar pareciera estar buscando por todos los medios como sacar provecho de una situación, donde todos deberíamos estar remando para el mismo lado.
Hace unos días tuve la oportunidad de hablar sobre estos temas en la Universidad Católica de Colombia, donde recalcaba las malas experiencias económicas y fiscales del pasado y lo que tuvo que vivir Colombia en los años 2015 y 2016, la crisis ocasionada por los precios del crudo que nos llevó a que el PIB pasara de niveles de crecimiento promedio del 4.6% al 1.8% lo que incidió en que se dispararan las cifras de desempleo y por ende los resultados de pobreza se empezaron a ver ampliamente amenazados, una situación desastrosa para aquella época.
A propósito, mientras escribía esta columna recordaba las reflexiones que planteaba el maestro Eduardo Lora, en su libro economía esencial de Colombia donde en unos de sus capítulos se pregunta ¿Por qué la obsesión con el crecimiento? Y el concluye “una tasa de mayor crecimiento no solo eleva el ingreso promedio, sino que acelera sustancialmente la reducción de la pobreza”.
El coronavirus trae sed de poner en recisión las economías de todo el mundo, por eso el llamado, es adoptar con urgencia las medidas a corto plazo para que no cometamos los mismos errores, seamos resilientes ante la crisis y enfrentemos juntos el riesgo de la pandemia como una gran ventana de oportunidad.