Con la promesa de dar poder a los «hombres y mujeres olvidados», Donald Trump fue investido el viernes como 45to presidente de los Estados Unidos para tomar el mando de una nación profundamente dividida e iniciar una era caracterizada por la imprevisibilidad.
Su victoria da a los republicanos el control de la Casa Blanca por primera vez en ocho años.
Contemplando la multitud en el National Mall, el parque de los monumentos nacionales, Trump trazó un cuadro sombrío de la nación, afectada por la delincuencia, las fábricas cerradas y una conducción inoperante. Prometió alentar un «nuevo orgullo nacional», traer empleos de regreso y «desarraigar totalmente» el terrorismo islámico.
«De hoy en adelante, una nueva visión gobernará nuestra tierra. De hoy en adelante, será sólo Estados Unidos ante todo», dijo Trump en un discurso de 16 minutos, eco de los mensajes principales de una insólita campaña presidencial.
Trump prestó juramento ante el titular de la Corte Suprema, John Roberts, al recitar la fórmula de 35 palabras con la mano sobre dos Biblias, una utilizada por su familia y la otra utilizada en la juramentación del presidente Abraham Lincoln. Una suave llovizna empezó a caer cuando el flamante mandatario ocupó la tribuna para hablarle al país.
La trayectoria de Trump hasta ese momento fue tan insólita como cualquier otra de la historia reciente. Desafió el establishment de su partido, desconcertó a la prensa y derribó dos dinastías políticas. Su mensaje por el resurgimiento de las regiones obreras blancas del país fue emitido en discursos en los que fustigó violentamente lo «políticamente correcto». Dominó la discusión nacional por medio de las redes sociales y violó todas las convenciones del discurso político. Luego de años de control demócrata de la Casa Blanca y parálisis legislativa, su discurso fue como una ráfaga de aire fresco para millones.
Sin embargo, otros millones están furiosos con Trump por sus llamados a restringir la inmigración y su retórica sobre las mujeres y las minorías. Asume con uno de los índices de popularidad más bajos de la historia moderna.
La pompa de las ceremonias también se realizó bajo la sombra de las relaciones de Trump con Rusia, que según las agencias de inteligencia estadounidenses se esforzaron por volcar las elecciones a su favor.
La investidura de Trump atrajo multitudes a la capital y provocó el rechazo de muchos otros. Más de 60 legisladores se negaron a asistir a la ceremonia a la sombra del Capitolio. Una demócrata que sí asistió fue Hillary Clinton, derrotada en una campaña en la cual ambos partidos preveían que sería la ganadora.
A sus 70 años, Trump es la persona de mayor edad que presta juramento, un paso atrás generacional después de los dos períodos de Barack Obama, uno de los comandantes en jefe más jóvenes que haya tenido el país.
Trump se hace cargo de una economía que si bien ha salido de la Gran Recesión, deja en muchos la sensación de haber quedado excluidos. El país sigue envuelto en las dos guerras más prolongadas de su historia, en Afganistán, y fuerzas estadounidenses combaten al Estado Islámico en Irak y Siria. El sistema de atención de salud fue ampliado para incluir a millones de estadounidenses, pero con un importante costo financiero. Trump ha prometido desmantelar y reconstruirlo.
El nuevo mandatario es el primero de la historia que nunca ejerció un cargo político ni militar. Ha designado un gabinete lleno de personalidades de Washington y multimillonarios. Aunque muchos republicanos aplauden la tendencia derechista de su equipo, también se ha criticado su falta de diversidad, ya que es casi exclusivamente masculino y blanco.
Las multitudes eran grandes, aunque aparentemente no tanto como en investiduras anteriores. Se desarrollaron manifestaciones de protesta en varios lugares de la capital.
Todos los expresidentes vivos asistieron a la ceremonia, salvo George H.W. Bush, de 92, hospitalizado con neumonía.
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Julie Pace está en http://twitter.com/jpaceDC