Tres cartas, un mismo mensaje: el Centro Democrático no se divide

En política, los gestos pesan más que los discursos, y esta semana el Centro Democrático dio tres gestos que valen más que mil trinos: Cabal, Paloma y Guerra le dijeron al país, cada uno a su manera, que el partido no está roto.
Tres cartas, tres tonos, un solo mensaje: respeto por la institucionalidad y respaldo al proceso interno.
Mientras tanto, una sola campaña decidió salirse del libreto: la de Miguel Uribe Londoño.
Porque mientras los demás precandidatos cierran filas, Uribe prefiere abrir frentes. Su narrativa de persecución interna y “bloqueos” ha terminado siendo más ruido que propuesta. Lo curioso —y no menor— es que ese ruido parece planeado, no espontáneo.
Fuentes del partido aseguran que asesores de su campaña contactaron a la firma encuestadora Atlas Intel, buscando influir sobre los estudios de intención de voto.
Al no obtener respuesta favorable, vino el giro de libreto: deslegitimar la firma y victimizarse ante la opinión pública. Una vieja táctica de manual: cuando los números no cuadran, se culpa al termómetro.
Mientras Cabal reafirma su respeto por el proceso, Paloma insiste en la transparencia y Guerra en la disciplina, solo Uribe elige el camino de la confrontación interna.
Y esa diferencia no es menor: marca el límite entre quienes entienden la política como construcción y quienes la convierten en espectáculo.
El Centro Democrático tiene claro el dilema que enfrenta: defender su unidad o dejar que el ruido le marque la agenda.
Porque lo que está en juego no es una candidatura, sino la capacidad del partido de seguir existiendo como fuerza cohesionada.
Las cartas lo dejaron claro: la estructura sigue firme. Y si alguien quiere fracturarla, no es por ideología ni por principios, sino por cálculo.
La pregunta, entonces, no es si el partido está dividido —porque no lo está—, sino cuánto tiempo más permitirá que un solo proyecto viva del conflicto que dice denunciar.

Jesús Mora Diaz

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