“La democracia liberal depende de la opinión pública para funcionar correctamente. Por ejemplo, en la URSS, no habría sido necesario Twitter para mantener el funcionamiento del partido comunista ni a la prensa burguesa”
Creo que todo el mundo tiene derecho a tener una opinión, pero no creo que tenga derecho a hacer pública esa opinión, me parece que es algo que se debería ganar cumpliendo con ciertos estándares. Las opiniones deben cumplir con ciertos requisitos para ser validadas socialmente, pero, hoy en día, las dinámicas de los medios facilitan que cualquier opinión controversial sea publicada, porque la opinión pública ahora es un mercado donde la controversia es lo más valorado.
Sin embargo, esto no contribuye al bienestar social, sino que beneficia a individuos que se autopromocionan, como los influencers que venden su vida como producto en redes sociales, o a grandes medios que amplifican las opiniones de comentaristas en radio, televisión y prensa.
El único rigor que importa no es el académico; se puede tener opiniones rigurosas sin necesidad de una educación formal extensa. La opinión rigurosa es la opinión que se forma a partir de juicios, cuando uno ejerce la facultad del pensamiento, cuando se indaga por las cosas que se encuentra problemáticas y dice algo respecto a ellas que sí tiene sentido, cuando llega a inferencias válidas a partir de lo que ha observado.
¿Qué la verdad es una construcción social? Si, pero para que algo sea verdadero, uno tiene que construirlo a partir de ciertos principios, que la verdad sea construcción social no quiere decir entonces que cualquier relato sea verdadero.
El pensamiento crítico es algo que debe exigirse, es deber moral, uno no puede andar por la vida actuando sólo a partir de prejuicios, o siguiendo órdenes porque se supone que así se han hecho las cosas desde siempre.
No creo que a la gente deban meterla a la cárcel por opinar, así su opinión sea que debemos encender con un lanzallamas a todo el mundo, o que todos los delincuentes ahora son gestores de paz que reciben un millón de pesos por robar, pero es que no veo por qué debe incentivarse socialmente la publicación y difusión de opiniones que no provienen de un verdadero juicio. No veo cómo posturas así pueden tener fundamento en el pensamiento y observación de las cosas.
Esas opiniones servirán para que cierta gente se sienta parte de un grupo que comparte unas emociones respecto a unas y otras cosas, porque para eso es que sirven las cadenas de WhatsApp y las cosas semejantes, para mostrar adhesión a los valores de un grupo, pero para nada más, y no logro ver el beneficio en eso, mucho menos la moralidad.
Yo no pretendo decir que sólo pueden opinar los «expertos», porque a fin de cuentas los expertos de ahora no son considerados expertos por sus méritos sino por sus títulos, en consecuencia, el título académico no garantiza la calidad de las opiniones.
Un día, una periodista dijo que: “suministrarles leche materna a los bebés era sinónimo de subdesarrollo…” o cualquier persona opina públicamente desde un carácter misógino y/o racista. Con esto, no estoy negando el derecho que tienen para dar esa opinión, pero ¿Por qué tiene que existir toda una infraestructura tecnológica que le permita publicarlo en podcasts y comentarios de Facebook?
¿Por qué mantener y ampliar toda una infraestructura y clima de opinión propicios para la difusión de opiniones que no producirán bien alguno? ¿Pasa por la naturaleza de los medios de comunicación y es inevitable?
La infraestructura actual existe debido a la existencia de un mercado de datos y anuncios movidos por las emociones políticas. En una democracia liberal y una economía de mercado, la opinión se ve influenciada por estos factores. Durante milenios, las personas han compartido opiniones entre grupos pequeños, lo cual es legítimo y valioso. Nadie debería ser privado del derecho a expresar sus opiniones, incluso si estas carecen de fundamentos sólidos. Sin embargo, surge la pregunta: ¿por qué es deseable un mercado de opiniones donde las más comercializadas son aquellas que pueden llegar incluso hasta hacer daño?
Este problema está relacionado con el contexto de la democracia liberal. En regímenes monárquicos o dictaduras socialistas, este tipo de mercado no sería necesario. La democracia liberal depende de la opinión pública para funcionar correctamente. Por ejemplo, en la URSS, no habría sido necesario Twitter para mantener el funcionamiento del partido comunista ni a la prensa burguesa.
Se pueden adoptar diferentes posturas frente a este dilema. Por un lado, hay quienes abogarían por reformas que transformen la opinión pública mediante la intervención estatal, desde este enfoque se refleja una interpretación liberal de la democracia. Por otro lado, algunas posturas más radicales, como las marxistas, fascistas o reaccionarias, argumentarían a favor de la abolición de este tipo de mercado de opiniones, argumentando que es una medida moralmente justificada.
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