One more flame that falls.
The New York Times – Estados UnidosL’homme donne la vie à la machine, la machine donne la mort à l’homme.
Charlie Hebdo – FranciaCrónica de una muerte anunciada.
El Espectador – Colombia伝統を知る
The Yomiuri Shimbun – Japón
Conmocionada amanece hoy la prensa del mundo. Tras terminar los Juegos Olímpicos más controversiales de la historia, el Comité Olímpico Internacional, a través de un escueto comunicado de prensa titulado “Los anillos olímpicos caen para siempre”, anuncia el final de las justas. Aquí algunos apartes que motivaron esta increíble decisión.
El Espíritu que creó las justas olímpicas se ha ido desdibujando en las últimas versiones de los juegos, esos en los que se ha podido evidenciar cada vez y con más fuerza que el “hombre” ha podido ir más alto, ir más lejos, ser más fuerte; esa fue unas de las búsquedas que los inspiraron en la Grecia Antigua, y que es estandarte también de las olimpiadas modernas. Pero no se puede negar también que sus preceptos rectores, los que encarnaban la igualdad, la unidad y la solidaridad y que los hacían realmente poderosos, se han roto.
Hace ya muchos años los deportes fueron contaminados con sustancias que potenciaban el rendimiento de quienes los practicaban, fármacos que detectados significaban penalidades no solo representadas en multas o en la suspensión temporal de la actividad, sino en una marca moral que difícilmente se podía borrar. Hoy, cuando corre rápidamente el año 2048, estas sustancias resultan apenas banales, pues los fármacos “primitivos” no resultan ser nada en comparación con lo que se ha podido lograr con la integración imperceptible del cuerpo biológico humano, con refacciones, nanobots que lo controlan todo, cuerpo, mente y hasta espíritu.
En los últimos 12 años se han tenido que modificar varios puntos del reglamento, que se pudieran resumir en tres grandes grupos. Primero se admitió el uso del chip de transferencia de data entre la máquina y el hombre, con el cual los deportistas recibían información en tiempo real de cada uno de los elementos de las justas, estadísticos, tiempos y hasta datos predictivos de hacia a dónde iría el viento, o hacia dónde se debería patear para tener mayores posibilidades de éxito, un penalti. Era poco ortodoxo, pero era la realidad que se vivía, y esto ha abierto una brecha, creando desigualdad. Las justas ya no son solo una competencia de habilidades físicas, sino que ahora se libra una batalla por los datos y los algoritmos.
Con la evolución de la inteligencia artificial predictiva se ha podido llegar anticipadamente a esa singularidad que proyectaron los científicos de Silicon Valley en los primeros años del siglo XXI, singularidad que ha traído, como lo anticiparon dichos científicos, cambios tan acelerados que han hecho imposible entender todo lo que está pasando: Esto ha sido un retroceder, un paso nuevamente del logos al mito. El hombre se ha convertido en un autómata dirigido por las disposiciones de las grandes empresas digitales quienes tienen el conocimiento y el control de cada uno de los ciudadanos del mundo.
El segundo de los cambios se dio paulatinamente, pero al final el desarrollo de todas las justas tenían incidencias tecnológicas al empezar a colocar chips en los balones para saber si el balón de futbol entraba en la cancha o los de voleibol tocaban el piso. Luego fue el control milimétrico de cada uno de los movimientos de los boxeadores o luchadores, y así en todos los deportes, lo que ocasionó que cada partido, cada carrera, cada combate perdiera ritmo, pues era más lo que la actividad se detenía analizando lo pasado, que lo jugado.
El advenimiento del hombre tecnológico no solo desnaturalizó el hombre, sino todo su entorno, y el deporte no fue la excepción. La equivocación, el asombro, la duda y el error ya no hacen parte de una naturaleza humana cada vez más artificial. La tecnología terminó construyendo un mundo perfecto, predecible e insensible.
El tercer cambio y definitivo que distorsionó todas las motivaciones olímpicas se dio con la implementación de unos mínimos en las transformaciones tecnológicas de los deportistas, las que inicialmente no podían pasar del 30 %; sin embargo, para estas últimas justas, dichas transformaciones pasaron del 50 %. Las mismas estaban representadas en mejoras o cambios parciales o totales de órganos internos, como lo fueron el remplazo de pulmones que ampliaban la capacidad de regulación de la respiración y la adaptación a diferentes ambientes climáticos, o las adaptaciones tecnológicas al corazón para aumentar el bombeo de la sangre.
Al final todo se remite a las historias que el hombre ha imaginado y trabajado para hacerlas realidad, y este caso no es la excepción. Lo que está pasando se evidencia en el mito del rey Teseo. Teseo, después de morir, fue recordado con la inmortalización de su arca, la cual tras el desgaste natural de la lluvia fue paulatinamente remplazada con piezas de madera y de hierro exactamente iguales. No obstante, con el pasar de los años, las personas terminaron cuestionándose si esa era realmente el arca del rey Teseo. Hoy de igual manera valdría la pena preguntar si ese hombre o mujer que decimos ser cada uno de nosotros es aún en verdad un hombre o una mujer.
Después de una amplia discusión, anunciamos hoy 02 de agosto de 2048, desde el Comité Olímpico Internacional el final de la historia de los Juegos Olímpicos, una decisión que atiende exclusivamente a las decisiones buenas o malas que ha tomado la Humanidad con su devenir.
FIN
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