“En una hora de juego se puede descubrir más acerca de una persona que en un año de conversación. Platón”
El otro día estaba compartiendo un rato agradable en familia, nuestra actividad era un juego de cartas y entre lo que íbamos charlando y riendo, de repente uno de ellos se quedó con una sola carta, lo que alertó a la mesa del verdadero propósito de la dinámica, como grupo debíamos procurar que esa persona no ganara cuando de nuevo le tocara el turno, fue cuando empezaron a salir algunas conductas mafiosas y del bajo mundo.
-Pilas porque debe tener una carta roja, cambien el color-.
-Si alguien puede devolver el juego, tengo una trampa para que no gane-.
-Eso debe ser que hizo trampa, porque terminó muy rápido-.
Como lo pueden ver, tales frases indicaban que en el juego ya no éramos más familia por ese instante, teníamos que acabar con el osado en su intento por ganar.
No puedo negar que fue divertido, pensaba en éste y otros juegos que son un campo de entrenamiento para la vida, donde nos enfrentamos a pillos, timadores, ladrones de cuello blanco, entre situaciones de doble vía, poniendo a prueba las emociones e incluso nuestros valores, los más apasionados lloran, se desesperan y salen de pelea ante la trampa o la astucia de otro jugador; llevada esta situación en algunos al grado crónico, unos pocos se convierten en ludópatas, poniendo en juego hasta la vida misma.
Comencé a asociar este entrenamiento de vida a otros juegos de orden tradicional, como el monopolio, el parqués, el tejo, la rana, póker, billar, ajedrez etc. En todos encontré un desarrollo de la competitividad, ganar a toda costa, por encima del que fuese y si hay apuesta de por medio, se pone más intensa la situación, poniendo en juego también las relaciones familiares o la amistad.
Los juegos de video son por el mismo estilo, llámese family, Nintendo, Xbox, PSP, entre otros, recuerdo que generaban jerarquía entre nosotros siendo niños o adolescentes, por ejemplo, el ser muy bueno o muy malo en juegos como Golden Eye 007, marcaba un índice de popularidad en el colegio.
Pero no todo es trágico y con fines malintencionados en los juegos, si hacemos una analogía, los pequeños leones juegan con sus hermanos para desarrollar habilidades de cacería, así mismo el ciervo, juega y corre estimulando su movimiento y desarrollo para evitar ser cazado, (entre humanos, al ser la misma especie, desarrollada, racional y evolucionada, no deberían haber cazadores y presas, pero son dinámicas sociales heredadas) en los humanos el hecho de jugar desde la niñez, implica aprendizajes, por si solos o con ayuda de nuestros padres, implica desarrollar unas condiciones mentales y físicas para saber qué jugar, con quién jugar y hasta dónde; sumado a esto, considero que todo juego debería tener un mensaje explícito para aceptar la derrota, algo como la frase de Maturana <<Perder es ganar un poco>> al menos eso, algo que ayude a desarrollar en el niño una tolerancia a la frustración, a que por un lado no se considere perdedor en la vida y que tampoco se acostumbre a ganar siempre porque nació para triunfar, así sea por encima de los demás. La verdad comprender esto en un país en el cual el juego se toma como la vida, donde una camiseta de futbol determina si vives o mueres, es una necesidad de atención social, pero a su vez es algo en el que algunas pasiones no permiten pensar con claridad.
Se supondría que el hecho de llegar a la madurez implicaría el saber jugar y el tener una personalidad desarrollada para no humillar en la victoria, ni generar rencillas ante la perdida y aunque esta descripción no obedece a una conducta permanente en la población, es bien sabido que hay personas que se matan por cualquier cosa. Ahora, en el negocio de los videojuegos, estos son cada día más sofisticados, incluyen grandes diseñadores, ingenieros, psicólogos y otras disciplinas para lograr una mejor experiencia del usuario, con gráficos mejorados y situaciones de rol envolventes, al punto donde se han dado casos de sujetos que salen y asesinan fuera de la realidad virtual.
Para sintetizar estas ideas, en la medida en la que hacemos parte de nuevas tendencias y un mercado globalizado, los umbrales entre la niñez y el adulto son menos notorios, incluso algunos productos en el mercado involucran al adulto para revivir su lado infantil y esto es muy envolvente y me incluyo cuando deseo tener entre mis posesiones un personaje de colección, o volver a jugar algo de mi niñez, es como una onda expansiva que entretiene y atrapa, en relación con esto (Byung –Chul Han, 2020) describe:
Así es como hoy envejecemos sin llegar a hacernos mayores. O nos quedamos en consumidores infantilizados que no madurarán jamás.
Entre diversas razones, cada vez hay más adultos que no desean ser padres, o padres que no saben cómo criar hijos ya que así mismos se reconocen que aún no están preparados para una responsabilidad de este tipo, o para asumir una vida de viejos amargados como sus padres, y aunque en la etapa de muchos millenials está la moda retro, quizá algunas cosas si implican ocuparnos de hacer y decidir en una posición más responsable y seria, entre ellas las relacionadas con la política.
Retomando nuestra reflexión sobre el juego, en la educación formal se han incluido algunas técnicas de aprendizaje relacionadas con la gamificación y solo la mencionaré en este artículo, justifico esta técnica de formación en los niños, siempre que estén articuladas entre otras técnicas, para que no todo sea un juego, sin embargo, en la eliminación de los umbrales también se desarrolla la gamificación en los adultos, para que un señor de 40 años no se aburra con la lectura, o es que es mejor capacitar a los empleados jugando.
Para cerrar este tema, pero no la discusión, el ámbito del juego tiene muchas aplicaciones que influyen de una u otra manera en la conducta y el aprendizaje, donde algunos artefactos son netamente comerciales y se desarrollan por pasatiempo, mientras que otros se orientan con fines más académicos, pero curiosamente son menos atractivos, lo cierto es que muchos de estos juegos tienen una base fundamental, la raíz de la competitividad y aunque está muy bien para las dinámicas socioeconómicas del país, debemos reconocer ahora que algo de nuestras interacciones sociales se las debemos a nuestra mediación con el juego, entonces de acuerdo a tus circunstancias es cuando te puedes preguntar ¿Me faltó jugar o he jugado demasiado?
Referencia bibliográfica
Byung-Chul Han (2020). La desaparición de los rituales (Trad. Alberto Ciria). Herder editores (Trabajo original publicado en 2019).
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