“El ser racional de hoy es un esclavo de su super ego donde nada media ni se interpone entre su propia concepción del mundo y la sociedad”
Hoy percibimos el mundo como una amalgama de problemas donde no queda otro camino que ir al ritmo de la información condensada en redes, bajas expectativas por mejorar la condición de vida y una alta concentración de ansiedad, combinada con estrés junto con una actitud reacia a la interacción social en un marco de respeto.
Hace unos días una columna en el espectador hablaba sobre la desesperanza por pensar el futuro, haciendo hincapié en la pérdida de confianza de las personas para lograr objetivos claros de largo plazo, la mayoría vive el presente en una espiral de consumo como si el mañana no existiera. Resulta que hace tiempo dejamos de pensar en la tesis de mantener el consumo a un nivel tal que les permita a las generaciones futuras establecer sus vidas en condiciones sostenibles.
Tal es la “desesperanza” por consumir, que ya no nos importa el efecto directo de nuestras decisiones sobre las futuras, está bien ampliar las zonas de confort propicias a una mejor calidad de vida, pero está mal no tomar decisiones basados en la información disponible del cambio demográfico que hoy se ha convertido en una variable ineludible frente a la condición futura de la especie humana.
Hay desesperanza, ansiedad, baja autoestima social, hay un bucle de negativismo que se está apropiando de la vida diaria de las personas, por otro lado, los mensajes beligerantes de las redes invaden las formas de vida diaria afectando directamente las mentes jóvenes y frágiles.
Estamos expuestos a la hiper información, mucha de ella sin calidad, consumimos videos cortos, imágenes violentas, mensajes políticos encriptados, sexo, y todo aquello que nos idealice una realidad temprana rodeados de dinero, viajes y tesoros que solo en las películas de ficción puede existir. De otro lado exponemos la situación social como una amalgama de problemáticas sin solución en la que no hay un atisbo de esperanza por mejorarla. Es natural que nos valgamos de la vulnerabilidad socioeconómica para construir argumentos en pro de su bienestar, pero no es normal llevarla a los extremos políticos para después concluir en el “no me importa nada de lo que pase en el país.
Si bien es cierto que hoy tenemos acceso a mejor información, nos volvimos recicladores de memes, aficionados de TikTokers mediocres, promotores de imágenes hipersexualizadas, buscadores de imaginarios gráficos que nos representen. Poco a poco nos volvemos asociales, apáticos a las formas de respecto, tolerancia y humildad frente al trato inter personal. Todos aseguramos conocer de cualquier tema con suficiente ilustración, como si hubiéramos eliminado las profesiones de nuestras vidas. No nos gusta la crítica, odiamos que nos contraargumenten. Dejamos de ser racionales y nos hiper sensibilizamos a nuestro ego.
Hemos caído como sociedad del conocimiento a una sociedad del imaginario, caminamos en la contradicción de ideales inocuos, ahora vamos por la vida sin mediar, sin tener en cuenta los riesgos, los efectos de nuestras decisiones. Somos seres de egos inmanejables, incuestionables, pero al mismo tiempo, vacíos.
Comentar