“Mientras Europa impone tasas medias del 26 % sobre las grandes herencias, Suiza mantiene un techo del 7 %, consolidando su posición como jurisdicción de carga tributaria sustancialmente inferior a la del entorno continental.”
El 30 de noviembre de 2025 Suiza no solo votó, fijó el precio del riesgo político en Europa. Con un 78 % de rechazo al impuesto nacional de sucesiones y un 84 % en contra de la ampliación del servicio cívico, el país selló un plebiscito económico que trasciende sus fronteras en plena guerra fiscal global, el paraíso suizo no se toca.
La propuesta de la Juventud Socialista buscaba gravar con 50 % las herencias superiores a 50 millones de francos suizos (≈ 62M USD). El cálculo oficial estimaba una recaudación anual de 4.000 a 6.000 millones de francos, destinados a financiar la transición energética y la descarbonización de la industria.
Pero el Consejo Federal advirtió que el costo de oportunidad era mayor, la fuga de capitales podría desviar los 80.000 millones de francos que cada año ingresan por herencias hacia Singapur o Dubái; los veintiséis cantones, que ya gravan sucesiones entre 0 % y 7 %, perderían autonomía y recaudación; y, en medio de la repatriación de activos desde la UE, Suiza no puede darse el lujo de parecer “hostil” al capital.
El resultado fue que los mercados respiraron. El índice SMI subió un 1,8 % el lunes posterior al voto, mientras el franco suizo se fortaleció un 0,9 % frente al euro. El mensaje fue claro en un mundo donde la renta se mueve con un clic, Suiza sigue siendo el banco del planeta.
Mientras Suiza blinda su modelo, algunos países europeos aprietan el tornillo fiscal:
En Bruselas, la Directiva BEFIT que busca armonizar impuestos a sociedades topa con la resistencia irlandesa. En París, Macron acaba de congelar el índice de precios de la energía y aumenta el déficit al 5,2 % del PIB. En Roma, la deuda pública ya roza el 140 %.
Y en ese contexto, Suiza —con superávit presupuestario del 0,8 % y deuda del 25 %— se presenta como la isla fiscal que Europa no puede ya ser. La ampliación del servicio cívico a mujeres, que incluía desde el ejército hasta cuidados geriátricos, hubiese costado 1.200 millones de francos anuales en infraestructura, instructores y subsidios.
Con el 84 % de rechazo, Suiza no solo preservó la equidad de género, sino que evitó un gasto estructural permanente. En contraste, Francia acaba de aprobar un “service national universel” de 12 meses con un costo estimado de 2.000 millones de euros anuales y efecto fiscal negativo de 0,1 % del PIB, según la Cour des Comptes.
En un año en que la deuda alemana supera el 65 % del PIB, Italia paga 200 pb más por su bono a 10 años y el euro se debilita frente al dólar, Suiza acaba de emitir el bono más seguro del mundo: su propia estabilidad.
El “no” del 30 de noviembre no fue solo un voto fiscal, fue una cobertura contra el riesgo europeo. Mientras el Viejo Continente aumenta impuestos y servicios, Suiza reduce incertidumbre. Y así, el franco suizo no solo se compra, se hereda.


















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