Suicidio y literatura

“Una mujer de belleza dolorosa que desarmó y armó sus propios pensamientos antes de lanzarse a las vías del tren.


La ciudad siempre es fértil, en ella, la enfermedad y la pobreza se reproducen. Tamara solo necesita antibióticos, su cuerpo no está en estado terminal, pero en su cabeza cuenta los pasos que da en un costado de la avenida ventilada con el aire terroso de las altas velocidades de los carros que avanzan en la misma dirección que ella, piensa, eso cree que hace, siente el límite que se le acerca a la carne, la larga caminata le talla las llagas en el ano, cierra los ojos, corre de lado, entaconada y de espalda a los carros, parece el juego suicida de un loco cualquiera. El pequeño Ford Fiesta blanco gira con un hábil volantazo para esquivarla, el conductor no le ve la cara, pero la insulta, ella tropieza y cae en la carretera, siente un dolor en las rodillas que será breve debajo del par de ruedas mal frenadas del camión que transporta arena. Unos segundos antes de la caminata mortal, Tamara recuerda la librería de su abuelo en el barrio, el único lugar cómodo para la ingenuidad de una mente ávida de pensamiento. Para el abuelo, la librería se había convertido en una frustración. No solo era la diabetes, sus ochenta y cinco años y la escasez, el sufrimiento visceral era por los libros desamparados de lecturas, de limpieza, de compras, de regalos, de préstamos que, siendo parte del negocio, nunca sintió como propiedad. Tamara ayudaba a ordenarlos y sacudirles el polvo los días que pasaba a dejarle pan, mermelada y un poco de dinero que ninguno de los dos se atrevía a mencionar. Antes de morir, mientras caminaba ceñida por el dolor de las llagas en la avenida, Tamara también pensó en el pensamiento de Anna Karenina. Nunca leía los libros de su abuelo, se reprochaba a sí misma la impaciencia que no le permitía terminarlos, siempre cansada, sin tiempo o hambrienta prefería escuchar fascinada las historias que don Anselmo le resumía en su voz tosca. No podía no recordar el relato ruso que tenía días rozándole la cabeza; la dolorosa relación de Anna con el militar Vronsky y con la vida. Una mujer de belleza dolorosa que desarmó y armó sus propios pensamientos antes de lanzarse a las vías del tren. Tamara también necesitaba materializar en su cuerpo la condición terminal de su esperanza, cruzar las modernas vías con una velocidad y una pobreza diferentes a la de Anna.

Xenia Guerra

Licenciada y magíster en Letras por la Universidad de Los Andes en Venezuela. Profesora universitaria de la misma casa de estudios. Investigadora en el ámbito literario con enfoque en filosofía política y el arte.

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