“La verdadera libertad no se ejerce desde el ego, sino desde la responsabilidad.”
La libertad ha sido una de las ideas más poderosas y debatidas a lo largo de la historia. Desde los filósofos griegos hasta los pensadores contemporáneos, la humanidad no ha dejado de preguntarse qué significa realmente ser libre. Pero en el mundo actual, atravesado por redes sociales, algoritmos y desigualdades estructurales, esta pregunta adquiere una nueva urgencia: ¿somos verdaderamente libres?
Hoy, hablar de libertad es casi sinónimo de hablar de libertad de expresión. Las redes sociales han democratizado la voz de millones de personas, permitiendo que cualquiera opine, denuncie, critique o exprese lo que piensa. Sin embargo, esta aparente libertad plantea un dilema: ¿todo lo que se dice debe ser dicho? ¿Dónde termina mi derecho a expresarme y comienza el derecho del otro a no ser dañado?
El filósofo existencialista Jean-Paul Sartre afirmaba que estamos “condenados a ser libres”, porque no podemos evitar tomar decisiones. Cada elección que hacemos es un acto de libertad, pero también de responsabilidad. Y es justamente esa responsabilidad la que suele olvidarse cuando se usa la libertad como excusa para el egoísmo o el daño.
En plataformas como TikTok o Instagram, parecería que cada usuario tiene libertad total para mostrarse como quiera. Pero al observar con detenimiento, se hace evidente que esa “libertad” está mediada por algoritmos, tendencias y la aprobación de los demás. ¿Cuánto hay de decisión propia y cuánto de presión social en lo que publicamos, opinamos o incluso deseamos?
Además, no se puede hablar de libertad sin reconocer que, para millones de personas en el mundo, esta es aún una ilusión lejana. Migrantes, personas que viven bajo regímenes autoritarios, comunidades racializadas o empobrecidas: para ellos, la libertad no es un derecho garantizado, sino un privilegio que otros disfrutan.
Por eso, más que un derecho automático, la libertad debe entenderse como una construcción constante. No se trata de “hacer lo que uno quiera”, sino de hacerlo con conciencia, sabiendo que nuestras decisiones afectan a quienes nos rodean. La verdadera libertad no se ejerce desde el ego, sino desde la responsabilidad.
En tiempos donde opinar, mostrarse y decidir parecen actos simples y cotidianos, es vital recordar que la libertad es un asunto serio, complejo y profundamente humano. Y que solo puede existir realmente cuando se ejerce con respeto, empatía y conciencia del otro.
Comentar