Hoy parecemos “petrificados” y a diferencia de esos momentos de gloria nos cuesta trabajo encontrar puntos en común. Hemos permitido que nos dividan y muchos se han dedicado a dividirnos.
Colombia ha sido un país de muchas dificultades, pero los momentos más poderosos que hemos tenido como nación, son aquellos en donde hemos demostrado nuestra capacidad infinita de trabajo en equipo. Dos de ellos recientemente, uno cuando enfrentamos el narcotráfico y el terrorismo y fuimos capaces de crecer por encima de otras naciones en la región, sin que ellas enfrentaran ese cáncer.
Y uno segundo, cuando salimos de la pandemia y logramos ser una de las naciones con mejor desempeño en economía y salud del mundo después del COVID-19. Para lograr lo anterior, nos pusimos la camiseta de Colombia pensando en su futuro, superamos nuestras diferencias y logramos una relativa armonía en torno a un propósito común, hicimos gala de esa R de resiliencia que tenemos grabada en nuestra frente, capacidad infinita para superar desafíos con convicción y tenacidad.
Hoy parecemos “petrificados” y a diferencia de esos momentos de gloria nos cuesta trabajo encontrar puntos en común. Hemos permitido que nos dividan y muchos se han dedicado a dividirnos. Que, si eres rico o pobre, de izquierda o derecha, progresista o neoliberal. Grietas atractivas para el que quiere capturar políticamente. Siempre es más fácil alimentar la política electoral desde el odio, mentira, estigmatización y el resentimiento.
Una política que con P minúscula termina buscando su bien particular y no el bien común. La pregunta es, entonces, ¿dónde quedan esos momentos gloriosos de nuestra historia?, ¿dónde queda el sentido solidario del colombiano, ¿dónde reposa nuestro legítimo afán de superación, nuestra verraquera, nuestra inmensa energía creadora y emprendedora?
Aprendiendo de la historia, y desde distintas reflexiones, en momentos como este, el llamado debe ser, como dice Jose Martí a “la creación de un espacio político en el que se junten cuantos amen a la patria y estén dispuestos a actuar para su bien, sin limitación por los matices de las ideas… Con todos y para el bien de todos” y para ello se necesita coraje, como dice Winston Churchill, “Coraje es lo que se necesita para levantarse y hablar, coraje es también lo que se necesita para sentarse y escuchar.
Si abrimos una disputa entre pasado y presente, encontraremos que hemos perdido el futuro”. Si queremos construir un mejor país, uno en el que construyamos juntos, en el que podamos comunicarnos con respeto de nuevo, uno que no camine a su propia destrucción, uno que no se construya alrededor del odio, sino del amor, uno que sea capaz de aprovechar nuestros tres activos más poderosos (vale decir el ser el segundo país más biodiverso del mundo, una nación con colorido entre tantas culturas y una nación con abundancia de talento responsable y trabajador); bien sea ahora o en dos años o cuando lo queramos hacer, hagamos dos esfuerzos.
Uno de unidad, para no quedarse en una u otra orilla del puente, y ser capaz de recorrerlo y descubrir que en la mitad del puente existen puntos en común. Y un segundo esfuerzo de esperanza. Ella basada en el potencial que tenemos como nación y que muchas veces hemos sabido construir juntos. ¡Estoy seguro de que somos capaces y que vale la pena intentarlo!
*Rector Universidad EIA
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