Sea Donald Trump o Hillary Clinton el nuevo presidente de Estado Unidos, ambos recibirán un país muy diferente al que recibió Barack Obama en 2009 del republicano George W. Bush. Con la sociedad estadounidense cada vez más insatisfecha.
La nación norteamericana sigue en una situación muy sensible debido a su desarrollo económico, el cual es muy difícil que sea similar al crecimiento obtenido entre 2002 y 2008.
En este lapso de tiempo la economía creció en promedio un 2,64% anual, la crisis financiera del 2008 arrastró a millones de estadounidenses a la pobreza, la cual también acabó, entre 2007 y 2010, con 8.7 millones de empleos.
Durante el gobierno del presidente saliente, Barack Obama, la economía estadounidense comenzó a tener signos de recuperación a mediados del 2010 y se ha mantenido con un crecimiento tímido.
Entre el 2009 y 2015 la economía creció en promedio 1,40%, lo que permitió que a mediados del 2014 se recuperaran la totalidad de los puestos destruidos por la crisis financiera, aunque no todos estos nuevos empleos son bien remunerados.
Esta situación ha provocado la percepción entre el estadounidense de un empeoramiento de su poder adquisitivo y un sentimiento de malestar contra las políticas de empleo. Barack Obama dejará la Casa Blanca en enero con un desempleo que se sitúa en 4.9% y un crecimiento que se proyecta será de 1,87% para este 2016.
Si bien el escenario económico de Estados Unidos es complejo, el futuro o futura presidente no tendrá que lidiar con una economía en recesión ni una crisis de empleo, cosa contraria con una abultada deuda que alcanza el 105% del PIB y un malestar de las clases medias empobrecidas.
Crisis social
El nuevo presidente tendrá también que hacerle frente a una crisis social sin precedentes. En los últimos años la sociedad estadounidense ha sido testigo de los peores ataques raciales por parte de miembros de la policía contra ciudadanos afroamericanos.
Dichos incidentes han aumentado la poca credibilidad en la institucionalidad norteamericana, que se ve sobrepasada por una sociedad en ebullición. Las protestas contra la brutalidad policíaca como las de Baltimore en 2015 y Charlotte 2016 demuestran el nivel de hastío de la sociedad con dicha institución.
Otro ingrediente al creciente descontento social ha sido la radicalización en los blancos de clase media al tiempo que descienden sus ingresos; la post-crisis golpeó a quienes no estaban preparados para afrontar el cambio de una economía en franca desindustrialización.
Si bien la población blanca tiene mejores ingresos que los afrodescendientes o los latinos, esta ha visto disminuir su poder adquisitivo y en su afán de encontrar a un culpable ha señalado a la población latina, que sin querer debe cargar con ese peso.
En las últimas décadas se ha presentado una trasformación en la sociedad norteamericana. En 1971 la clase media representaba el 61% de la población estadounidense, mientras que el año pasado solo el 49.9% es considerada clase media según cifras del Centro Pew.
Dicha transformación explica por qué los discursos anti-inmigración han tenido tanta acogida y que se culpe a la población latina como creadora de la crisis, de ahí que las personas del común se movilicen y apoyen cualquier idea que les restablezca su anterior modo de vida.
Otro ingrediente de esta crisis social es la acumulación de riqueza y poder por parte de los sectores financieros. Para buena parte de la sociedad americana la actual situación económica fue causada por la ambición desmedida de Wall Street. Por tanto, no es de extrañar que los norteamericanos exijan un cambio que restituya a la clase media como centro del crecimiento económico, pero será un proceso difícil de revertir cuando en la actualidad el 10% de la población estadounidense controla el 49% de la riqueza del país, un nivel de desigualdad que aumenta las presiones sociales.
Violencia doméstica y terrorismo.
El futuro presidente también encontrará a un país sumido en la constante paranoia del terrorismo, concepto que se radicalizó en 2001 después de los atentados del 9/11, aunque Estados Unidos aún sigue siendo blanco de atentados terroristas.
En abril de 2009 un militar radicalizado realizó un atentado terrorista que golpeó a Fort Hood, una de las instalaciones militares más grandes de Estados Unidos, y dejando como saldo a 13 militares muertos. En diciembre del mismo año un avión que cubría la ruta Ámsterdam-Detroit fue blanco de un intento de ataque terrorista por parte de Al-Qaeda.
2010 también estuvo marcado por la amenaza del terrorismo. La policía de Nueva York logró desmantelar un coche bomba que había sido estacionado en Times Square. Tres años después la sede diplomática de Estados Unidos en Turquía fue blanco de un atentado, mientras que en abril una explosión en la ciudad de Boston, perpetrado por extremistas islámicos.
Y en este 2016 Nueva York y Nueva Jersey fueron epicentros de atentados terroristas que no cobraron víctimas fatales, pero que mantuvieron el constante recordatorio de que el terrorismo sigue activo en Estado Unidos.
La violencia domestica no ha cesado, los tiroteos y masacres en escuelas, centros comerciales, cines, universidades o discotecas siguen siendo una preocupación para los ciudadanos. Aunque el terrorismo es una amenaza, este tipo de violencia ha generado más víctimas durante los últimos 7 años que los atentados perpetrados en Estados Unidos durante el mismo periodo de tiempo. Solo desde el 2009 al 2016 han fallecido 186 personas en tiroteos y masacres, como la ocurrida en la discoteca Pulse de Florida en 2016, o en la Escuela Primaria de Sandy Hook ubicada en el poblado de Newtown (Connecticut) en 2012.
Cabe aclarar que estas y otras masacres han sido perpetradas por personas que tuvieron acceso a armas sin restricción alguna, lo cual agrava aún más la situación. Además, a las fallas en la seguridad interna se suma la falta de control en el acceso a las armas de fuego, problema que por el momento parece no ser abordado por ningún político para evitar la confrontación con la Asociación Nacional del Rifle, quedándose solo con las buenas intenciones de las declaraciones dadas después de cada masacre.
Sistema sanitario
Una de las mayores preocupaciones para los estadounidenses fuera de la seguridad o el empleo es el sistema de salud, el cual, aun con los esfuerzos de la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible (conocida como Obamacare), sigue siendo uno de los sistemas de salud más costosos del mundo.
El sistema de salud norte americano es, en muchos casos, responsable de llevar a las personas a la bancarrota. En 2012, por ejemplo, de cada 100 familias que quedaron en la pobreza, 46 llegaron a ese punto después de haber sufrido un episodio médico.
El promedio de gastos en seguros médicos asciende a 8.750 dólares al año, muy superior a los ingresos de una buena parte de la población, la cual solo está protegida por el Medicare después de los 65 años. Solo los menores de 65 años que tengan alguna incapacidad o sufran de un fallo renal y no poseen los suficientes recursos son cubiertos por algunos de los planes de Medicare.
A ello hay que agregar los problemas presentados con Medicaid, un seguro para personas con limitados ingresos cuyo funcionamiento es decidido por cada estado, lo que genera un sistema complejo de pólizas y limitaciones en elegibilidad basados en los ingresos.
Se estimaba que en 2012 el 16% de los estadounidenses no contaban con ningún seguro y a raíz de ello nació el “Obamacare”, que buscaba generar el acceso a salud para los más pobres, pero que ha generado malestar en las empresas que se ven obligadas no solo a pagar los seguros de sus trabajadores, si no también aportar recursos para el pago de este seguro médico.
Lo que ha conllevado que el partido republicano haya realizado 50 intentos de derogar la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, aunque son consciente de los altos costos del sistema sanitario que equivale a un 15% del PIB de Estado Unidos.
2017 un nuevo comienzo del pueblo estadounidense
Así las cosas, el 20 de enero será un nuevo ciclo que comenzará de la mano de Hillary Clinton o Donald Trump, pero los problemas que tendrán que afrontar son el legado de las últimas administraciones que han optado por pasar la papa caliente al siguiente gobierno.
La crisis financiera que explotó en 2008 sigue retumbando en el mundo, Estados Unidos no logra todavía mostrar ser el motor que impulse la economía mundial y sigue apelando al endeudamiento para equilibrar su presupuesto.
Pero dicha estrategia puede no ser tan favorable en una coyuntura internacional que se muestra tensa por motivos del contexto mundial con la guerra de Siria, en la cual Estados Unidos está inmersa en un laberinto kafkiano, del cual difícilmente saldrá sin pagar un alto costo económico y político.
Estados Unidos ya no es más la misma nación de la postguerra de la Segunda Guerra Mundial con una explosión de la industria manufacturera, la realidad es diferente y el nuevo presidente tendrá que lidiar con una sociedad descontenta que exige volver a vivir como lo hicieron sus abuelos y padres en medio del auge de la superpotencia económica.
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