¿En qué momento resultamos alabando personas las cuales no poseen un talento especial? ¿Cuál es el motivo para elevar sujetos sin capacidad para realizar algún aporte medianamente importante a los demás? ¿En qué punto histórico se trasformó la figura de celebridad artística o deportiva en la de famoso sin causa? Sin duda son preguntas demasiado profundas y; tal vez inabarcables en un solo texto, pero son de vital importancia; pues nos encontramos en un punto en el que las redes nos rebasan, eventualmente, como toda causa descabellada con sus fieles; terminará modificando rotundamente nuestra significación social del concepto “líder” y “éxito”; los cuales, evidentemente, tienen efectos económicos y políticos.
El aumento de las celebridades en las redes sociales es un fenómeno creciente, construyen un imperio cibernético el cual está plagado de infinidad de seguidores, que se han enganchado por la vida que observan, en muchos casos perfecta, con lujo, belleza y grandes sucesos; pero esencialmente, no poseen una virtud importante para trasmitir, y resulta siendo grave para nuestras generaciones jóvenes; esto en virtud de los ideales que se pretenden alcanzar, llenos de forma pero carentes de contenido.
Observamos el caso mundial de las kardashians, quienes por sí mismas están lejanas de tener una virtud por la cual debamos valorarlas, han seguido un proceso inverso, primero saltaron a la fama, y posteriormente lanzaron líneas de productos globalmente famosos, además de crear su propio show en televisión enseñando su vida cotidiana, tenemos otros ejemplos locales como Luisa Fernanda W, quien más o menos ha seguido la misma línea, y podríamos pasarnos horas haciendo el conteo interminable de individuos similares.
Aduladores errantes
Un fenómeno del mercado, que tiende a invadir las esferas de la vida pública; pues la persona se presenta a sí misma como marca, requiriendo cumplir los elementos propios de un producto, tales como; presentarle al seguidor lo bien que puede verse siendo o pareciéndose al producto – en este caso el famoso-; eventualmente comprando los productos que lance para obtener un poco de su perfección; dando necesidad de exclusividad en el ingreso; y de esta manera, hacer parte de la vida ideal y maravillosa que lleva la celebridad cibernética.
Además de lo anterior, el fenómeno ha ido más allá de las redes sociales, y se ha trasladado a la televisión, ejemplos apreciables por cualquier lector; el reality show, protagonistas de novela, conformado por youtubers y prepagos; Master Chef, conformado también en parte por famosos de redes sociales, y lógicamente, esta cuestión seguirá en alza, eventualmente, hasta plagar muchos más programas de televisión; programas radiales; comenzarán a colmar librerías; pues muchos de ellos han lanzado libros; seguirán en crecimiento, eventualmente, y espero equivocarme; hasta llegar a tener influencia política y económica como ya se había mencionado.
Económica en el sentido de marca; de crearla con su nombre y de hacerse ricos a costa de ella; y política en el sentido de que muchos de estos sujetos, con su capacidad de crear corrientes propias, pueden interferir en la esfera de la república con probabilidad de éxito, tal vez no al inicio, cuando se les vea como charlatanes; pero sí posteriormente, cuando se normalice esta situación, y entonces tengamos políticos exclusivamente cibernéticos.
No quiero hacer de brujo ni de lector del tabaco, pero es un fenómeno apreciable; que con el crecimiento de las redes sociales a escala planetaria; el aumento de las celebridades cibernéticas, con su potencial de aglutinar masas en torno a una causa completamente ausente de talento o contenido; el alza de seguidores arrastrados por el espejismo de la belleza y la fama, crearán en el futuro un problema grave en nuestra sociedad; la cual se aleja cada día de apreciar el talento, de hacer famoso a quien realmente tenga una cualidad excepcional –aunque aún lo apreciemos y seguiremos haciéndolo- , y de dar a cada quien su lugar en la comunidad; donde quienes son llamadas a liderarla deben ser individuos idóneos y serios con capacidades adquiridas juiciosamente y con contenido sólido.