Cursaba yo 6to semestre de arquitectura, mientras mis profesores de sostenibilidad me explicaban sobre los graves problemas que afrontaba y que se esperaban a futuro para Medellín, en temas de contaminación del aire. Entendía que aunque no somos la ciudad más contaminante de Colombia, nuestra topografía no permite la circulación del smog, generando altos índices de contaminación, en donde nuestro valle nos pone un nuevo reto.
Según el PMB 2030 (Plan Maestro Metropolitano de la Bicicleta) en el 2011 el 9,2% de las muertes que se presentaron en el valle de aburra, fueron asociadas a temas de contaminación ambiental, dejando más de 30 casos en niños menores de 1 año. Significando una aproximado de 700 muertes por año en enfermedades de vías respiratorias.
Los temas de movilidad de la ciudad ya no se están reduciendo solamente a las horas que pasamos en un trancón, o a los temas de calentamiento global, NO, todas las coyunturas de movilidad han hecho metástasis en la salud pública. Y mientras nuestro ideal de éxito personal es el carro de mayor cilindraje, seguimos construyendo una ciudad de grandes infraestructuras para carros vacíos, que ahora también nos matan.
Debemos empezar a entender la importancia del uso del trasporte público y transportes alternativos para Medellín, siendo ambiciosos con respecto a la inversión que la administración municipal debe enfrentar. El primer borrador del plan de desarrollo proyecta a 2019, 80kms de ciclo rutas, mientras que ciudades como Cali, con la mitad del presupuesto nuestro, tienen proyectado 228Kms de ciclo rutas para el siguiente cuatrienio (Plan de Desarrollo Municipal 2016 -2019 Santiago de Cali, Colombia).
Entonces yo me pregunto, ¿Por qué hablamos de no más Medellín contaminada y hacemos lo contrario?
El presupuesto para la secretaria de movilidad y la secretaria de infraestructura del plan de desarrollo actual es de $1,4 billones de pesos, de los cuales solo un 17,9% corresponden a inversión en transporte público, transportes alternativos y peatones. Un 8,7% para temas administrativos y de seguridad y un 73,4% para mantenimiento y ampliación de infraestructura para vehículo motorizado. Entendiendo que la inversión que se hace para el crecimiento de la malla vial significara a futuro un aumento de los costos fijos por mantenimiento vial de Medellín.
Pero nuestros proyectos no deben limitarse a los presupuestos otorgados por las administraciones de turno. Hay otras formas de financiación de proyectos que pueden consolidar nuestros desarrollos. Haciendo una propuesta directa al alcalde Federico Gutiérrez y su grupo de trabajo para el análisis de las alianzas público privadas para proyectos como Encicla, proyecto que hoy en es totalmente dependiente del dinero que se le suministra desde la alcaldía.
Y entonces ¿Por qué no generar un “branding” o publicidad en las estaciones y flota de bicicletas, que logre unos ingresos suficientes para el mantenimiento autónomo del sistema?
Además, están los instrumentos de gestión urbana para la financiación de proyectos públicos que propone el POT (plan de ordenamiento territorial), tales como la plusvalía y la valorización. O incluso herramientas urbanas que aún no se utilizan y no están reglamentadas en Colombia como la venta de derechos de construcción, los cuales, son elementos que con una debida estructuración podrían significar el capital necesario para el desarrollo de grandes proyectos de movilidad publica para nuestra ciudad.
Por otro lado, tampoco debemos segregar o satanizar el uso del vehículo motorizado privado, no se trata de hacer modelos de ciudad excluyentes. La idea se basa en la desvinculación del carro particular del uso cotidiano, y generar un día a día en donde todos nos ordenamos para una mejor movilidad y una ciudad que vele por nuestra salud. Hoy nuestra Medellín vuelve y nos reta, al igual que con el metro cable, nos habla y nos invita a evolucionar y cambiar de pensamiento. Ya demostramos ser la ciudad más innovadora, pero no innovadora en tecnología o infraestructura como muchos quieren satirizar, es una innovación social, porque somos “echados pa lante”, así nos reconoce el mundo y así lo debemos demostrar.
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