Alguna vez un periodista argentino, desaparecido por la dictadura en 1979, dijo que los partidos de fútbol y los mundiales son muestras del poder político de una nación, avaladas por la FIFA. Y no se equivocaba, la mayoría de los mundiales de fútbol siempre han tenido un trasfondo político; el mundial de 1978 bajo la dictadura de Videla, el mundial de 1982 en España como manifestación del renacer democrático, el mundial de 1986 en México dejó clara la situación nacional de Colombia al rechazar la organización, el mundial de 1990 con la Alemania unificada mostraba las esperanzas de una Europa que intentaba acabar con viejos demonios, los mundiales de Corea y Japón para llamar a la unidad asiática y uno de los últimos: el de Sudáfrica fue el puntillazo, estocada final a la segregación racial como forma política.
Los mundiales de fútbol tienen un peso político innegable y es por ello por lo que la batalla por ser la sede de uno es una contienda, no solo entre federaciones, sino también entre Estados. Las algarabías para celebrar la designación son algarabías que se asemejan a las del fin de una guerra, las gentes salen a las calles a celebrar en ruidosa juerga, para esperar esos treinta días (ya serán más para los próximos mundiales) en los que el país sede olvida sus males, sus tragedias y solo están pendientes del resultado del partido de turno.
Y fuera de su peso político, los mundiales, llevan también consigo una fuerte inyección a las economías nacionales y locales pues el flujo de turistas y de aficionados se duplica por fuera de lo común y provoca que economías que estaban desequilibradas pueden tener -al menos por unos días- un equilibrio.
Un mundial de fútbol es todo un evento, es una reunión de masas estáticas y errantes que por unos días disfrutarán del futbol y de los “agasajos” culturales, económicos y de otros más que el país anfitrión brindara. Y también es una oportunidad política para que el país anfitrión reafirme o mejore su posición frente al mundo. En conclusión, un mundial de fútbol es un regalo de los dioses que fueren a las naciones que pueden.