La fracasomanía es un fenómeno que se ha venido extendiendo a nivel mundial, pero particularmente en Colombia, no solamente por factores asociados a la idiosincrasia del colombiano, sino también por la misma forma de hacer política en un país donde sobresalen la corrupción y el clientelismo como fundamento de la mal denominada democracia, que más bien debería llamarse cleptocracia (gobierno de los ladrones), afirmación que resulta relativamente fácil de demostrar… En otras palabras, la fracasomanía es la percepción que tiene el ciudadano del común que “todo está mal, nada funciona” y es sabido que el grueso de la política de un país gira en torno a las percepciones de las personas.
Lo más lógico al hablar sobre este tipo de asuntos, es intentar trivializarlo haciendo demagogia con cifras históricas de pobreza multidimensional (como la actual “dizque del 17%”), coberturas de servicios públicos, restitución de tierras o reparación de víctimas que resultan absolutamente falaces y más cuando tenemos un estado pre moderno.
Ahora bien, a los tecnócratas colombianos hay que reconocerles su enorme capacidad de resiliencia en el manejo del estado… por algo estamos a punto de formar parte de la OCDE… sin embargo, las cifras, el reconocimiento internacional y las leguleyadas del congreso que sustentan eso, resultan irrelevantes para el ciudadano de a pie, porque eso no le va a resolver su situación económica, antes por el contrario, se la va a empeorar a causa de relaciones internacionales mal concebidas, como por ejemplo, los Tratados de Libre Comercio en los que Colombia tiene posiciones absolutamente desventajosas en términos económicos y comerciales; por otra parte, tampoco le va a mejorar en nada la inseguridad que se vive en los centros urbanos y rurales, no le van a mejorar las tarifas de los servicios públicos, la movilidad en las ciudades y un etcétera de circunstancias que han conducido una serie de coyunturas de carácter estructural que han reproducido con mayor ahínco el fenómeno de la fracasomanía:
En primer lugar, una de las consecuencias más inmediatas es la polarización generalizada, que produce desenfoques gravísimos sobre los temas realmente importantes y sobre los cuales se debería debatir con seriedad (por ejemplo, durante las campañas electorales, normalmente suelen omitir los debates relacionados con la economía del país, con excusa que esta no debe ser politizada).
En segundo lugar y aunado con el punto anterior, está la desinstitucionalización del país, en tanto que las instituciones del Estado son mal valoradas, debido a la poca contundencia de la gestión y a las irregularidades internas que son el pan comer de los noticieros en Colombia. No obstante, a todo esto se suman delicadas discusiones sobre el manejo y uso de las redes sociales en las que por una parte son la garantía del libre acceso a la información y por otro lado, han reproducido un delicado fenómeno, conocido comúnmente como “Fake News” o falsas noticias que entre sus objetivos está el engaño, la manipulación y la desinformación y estigmatización de los acontecimientos y las decisiones de país.
Y enquistado con la fracasomanía, están también el populismo, como una corriente política, generalmente ligada a los extremos que se filtra para sacar réditos políticos del inconformismo con diferentes estrategias, la más conocida es la victimización en los escenarios públicos o la formulación de propuestas ideológicamente deseables, pero que en la práctica resultan inviables, principalmente por la situación fiscal del país.
De modo que, el inconformismo con los gobernantes es aceptable en una democracia, pero lo que resulta inconveniente es llevar al país al extremo de insinuar que nada funciona y encima no proponer nada o hacer propuestas con altas dosis de demagogia.
Finalmente, paralelo a toda esta discusión de la fracasomanía y en respuesta al mismo, hay un movimiento político derivado del inconformismo y del populismo que se ha denominado la “despolitización de la política” que se refiere a la incursión de celebridades de la farándula en la política… que hasta el momento en Colombia y el mundo es una tendencia nueva que los politólogos deberían documentar.