Colombia atraviesa por uno de los momentos más polémicos de su historia política, debido a la coyuntura no solo de corto, sino de mediano y largo plazo que generó el Acuerdo de la Habana y las necesidades que se han planteado de cara a la reconstrucción del tejido social del país que va más allá de la dimensión puramente socioeconómica.
En ese sentido, ha surgido la imperiosa necesidad de generar en la opinión pública, un debate a fondo sobre los códigos morales y axiológicos que ésta debe adoptar de cara a escenarios de reconciliación con el pasado. Así lo demuestran los permanentes escándalos de corrupción, violaciones sexuales, intolerancia, discriminación de todos los tipos, irrespeto a la autoridad, agresividad y formas de violencia que dificultan cualquier intento de acercamiento, diálogo o consenso que se quiera establecer.
Frente a lo anterior, no existen soluciones mágicas como nos lo hace creer el Ministerio de Educación y los hoy aspirantes presidenciales, añadiendo cátedras al currículo escolar para cada problema, por ejemplo, a la ilegitimidad de proceso de paz, la cátedra de historia, a la corrupción; la cátedra de Cívica y Urbanidad, a la falta de cultura política, la cátedra de Democracia, a la falta de idoneidad de los profesionales; más asignaturas obligatorias en humanidades y así se podrían seguir mencionando materias para cada problema, no obstante, este tipo de medidas no ha resuelto nada y lo ha empeorado todo, basta ver la pésima calidad de la educación.
El problema de fondo, a mi juicio, es la familia, que razón tienen quienes la definen como el núcleo de la sociedad (Advierto de antemano que no profeso religión alguna ni soy correveidile de ninguna corriente política de corte conservador) es allí donde se gestan los principios éticos que se refieren a la justificación del accionar del individuo, morales son aquellos que identifican lo bueno de lo malo y los axiológicos son las cualidades que identifican a un individuo de otro, en otras palabras, lo que se denomina como el código de conducta, es decir, el comportamiento que las personas asumen frente a la interacción con la sociedad.
Ahora bien, la discusión que se plantea frente a la familia no está centrada en su composición, como falazmente se intentó argüir en el polémico referendo sobre adopción homosexual, el problema está basado en que la familia como institución fundamental de la sociedad delegó su papel educativo y orientador en los códigos de conducta fundamentales en el Estado, esto por supuesto constituye una contradicción de fondo, que hasta ahora se están percibiendo las consecuencias, la más grave a mi juicio, es el auto-desconocimiento del individuo que conduce inevitablemente a todo tipo de dificultades en el desarrollo humano.
Esto, por supuesto, no es un problema de menor cuantía, al contrario es de gran envergadura, dado que, la familia como institución debe repensar su rol en la sociedad en función no únicamente de orientar un individuo hacía una idiosincrasia a partir de unos códigos de conducta específicos, sino de una educación orientada y guiada por la felicidad, el amor, el apoyo, el deseo de construir una familia y la calidez humana que a mi juicio, son los fines superiores para el progreso de una sociedad. Y de parte del Estado, es preciso promover programas de educación en casa (Homeschooling) dirigidos no solamente a que los jóvenes desarrollen su ciclo escolar en la casa, sino también a que se retome el valor y el rol educativo de la familia sin prejuicios pero con convicciones firmes que aporten al talento humano del país.
Coletilla: Los desafíos de una sociedad empiezan por recomponer la familia… esto no se trata de tintes conservadores ni ideologías, sino del restablecimiento las relaciones humanas fundamentales… Ahora bien, el debate sobre la familia no solamente incluye la dimensión formativa, sino también fenómenos de importancia superlativa como la desigualdad y el modelo económico que tienen incidencia directa en su dinámica social.