Sobre el tiempo, las labores del cuidado y unas lavadoras

Tomada de: El Colombiano

Todos y todas podríamos estar de acuerdo en que el tiempo es el recurso más valioso que tenemos las personas. Mucho se ha dicho en la literatura, la física, la filosofía y otros campos del conocimiento humano sobre el tiempo; cada vez innovamos más en cómo utilizarlo, en cómo ser más eficientes en su uso, dado que, además de ser el recurso más valioso, es también uno de los más limitados. Vivimos midiendo en el tiempo nuestro proceso vital, nuestro desarrollo cognitivo, nuestras metas en el largo, mediano o corto plazo, y casi siempre las personas más adultas solemos decirle a las personas más jóvenes que “aprovechen el tiempo”, porque culturalmente siempre nos dijeron que “el tiempo perdido, los santos lo lloran”.

Desde que los seres humanos pasamos de vivir como nómadas a asentarnos en pequeñas aldeas, medir el tiempo nos ayudó a desarrollar la agricultura, dado que se debían medir los ciclos del agua, los tiempos de siembra y cosecha e incluso los tiempos de consumo de los productos cultivados. Luego, la Revolución Industrial difundió una premisa: mientras más rápido se produzca, más rápido se podrá comercializar y por tanto obtener ganancia, aunque eso implique generar más renta a partir de la explotación de las horas de trabajo de las y los empleados. En este contexto Industrial, los trabajadores y trabajadoras conquistaron como derecho la división del día en tres (3) jornadas de ocho (8) horas, una para trabajar, otra para la recreación y otra para dormir. Pero esta distribución del tiempo no es realista frente a la distribución de tareas que cotidianamente viven hombres, mujeres, niños y niñas.

Así, es habitual encontrarnos con procesos de división del tiempo en distintas tareas o momentos para cumplir con cada una de las responsabilidades que se tiene. Estos planteamientos nos llevan a comprender que en el modelo económico que impera mundialmente, los trabajadores sólo pueden vender su fuerza de trabajo a cambio de unos recursos; esta fuerza se consume, se vende y se agota en el tiempo. Aquí, la distribución sexual del trabajo entre la fuerza de trabajo de hombres y mujeres marca una línea entre las labores que se remuneran y las que no, siendo el trabajo doméstico y las de cuidado el que no es remunerado para las mujeres.

Para ilustrar mejor esta situación, según las cifras de la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo 2020-2021, el 90,4% de las mujeres en Colombia participan en actividades que no generan ingresos –ANR-; las mujeres invierten hasta 7 horas y 46 minutos en estas actividades, en comparación a los hombres que sólo invierten 3 horas y 6 minutos diarias, lo cual indica que las mujeres están invirtiendo el equivalente a una jornada de trabajo, precisamente en actividades de cuidado y sostenimiento de la vida, que bajo el modelo económico que domina el mundo, resultan ser actividades no remuneradas.

Esta encuesta identifica que en la Región Central (a la que pertenece Antioquia), se encuentra que las mujeres entre los 18 y 29 años invierten 9 horas y 51 minutos en ANR, mientras que las mujeres entre los 30 y los 39 años, 10 horas y 47 minutos en ANR, siendo esta la edad más productiva para las personas. Esta situación expresa el desequilibrio existente entre hombres y mujeres en la distribución de las tareas del cuidado. Este desequilibrio generalmente produce limitantes para la participación activa de la población femenina en el sistema educativo y en el mercado laboral, dado que las labores del cuidado significan una restricción de tiempo que, de poder liberarse, representaría para muchas mujeres la posibilidad de fortalecer su autonomía.

Es importante tener en cuenta que esta situación afecta en mayor proporción a las mujeres en condición de vulnerabilidad, es decir, a las mujeres de estratos 0, 1 y 2, las mujeres de zonas rurales, las mujeres madres solteras y las mujeres de grupos poblacionales como víctimas del conflicto armado, migrantes, mujeres con discapacidad, la población LGBTI y las mujeres afrodescendientes e indígenas; quienes debido a sus bajos niveles de ingresos, de formación y a la sociedad patriarcal en la que vivimos, realizan directamente estas tareas y no necesariamente disponen de bienes de capital que se las faciliten.

Precisamente, la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo, muestra otra realidad; el 39% de las mujeres dedica entre 5 a 8 horas diarias en el cuidado, limpieza y mantenimiento de la ropa, mientras que sólo el 30% invierte de 3 a 5 horas en esta actividad, es decir que el 69% de las mujeres invierte entre 3 y 8 horas en estas actividades. Es por ello que la sobrecarga de las labores del cuidado, no reconocidas y no remuneradas, en las mujeres, limita su inclusión en el mercado laboral, genera deserción en el sistema escolar, obstaculiza su participación social y política, así como el acceso a diferentes actividades culturales, recreativas y de cuidado propio; haciendo entonces urgente avanzar en el reconocimiento y redistribución de estas tareas, así como en generar estrategias que permitan disminuir el tiempo que socialmente se invierte en dichas actividades.

La pregunta entonces es la siguiente: ¿Qué estrategias usar para que las tareas de cuidado se redistribuyan y no recaigan solamente en las mujeres, generando todas estas consecuencias? Partiendo del entendimiento de esta problemática, desde la Alcaldía de Medellín se ha pensado en la entrega de bienes de capital físico, como lavadoras, para los hogares en los que las mujeres dedican su tiempo, cumpliendo hasta doble y triple jornada, a las labores de cuidado, buscando disminuir el tiempo socialmente invertido por las mujeres en estas labores e incentivando la inserción de estas beneficiarias en la educación y el empleo, para así fortalecer su autonomía económica.

Según el Plan de Desarrollo de Medellín, este proyecto responde a la Política Pública de Igualdad de Género para las Mujeres Urbanas y Rurales de Medellín, específicamente a la meta 5.1.1. de la Dimensión Autonomía Económica, la cual propone «reducir para las mujeres las horas de trabajo de hogar y de cuidado no remunerado», lo que también se incluye en el Plan Estratégico de Igualdad de Género de dicha Política.

Esta iniciativa está dirigida a más de 8.000 mujeres cabeza de hogar de los estratos 1, 2 y 3, preferiblemente residentes de la zona rural o de poblamientos informales, a mujeres trans, afro e indígenas y mujeres cuidadoras, que hayan sido particularmente afectadas por el estado de emergencia declarado a raíz de la COVID-19. También se priorizará a las mujeres que participen de los proyectos La Escuela Encuentra a las Mujeres o la Ruta de Autonomía Económica de la Secretaría de las Mujeres y que no cuenten con estos bienes en sus viviendas.

Si bien el proyecto busca liberar tiempo de las mujeres, también se propone que los hombres participen más de estas tareas, para lo cual se harán campañas pedagógicas, sensibilización y acompañamiento a los hogares.

Seguramente en algunos sectores de Medellín, por las condiciones de vida de algunos de sus habitantes que han sido más privilegiados, será difícil empatizar con la situación de las mujeres empobrecidas que no tienen acceso a estos bienes de capital y que deben triplicar sus jornadas de trabajo o se ven resignadas a tener solo esta opción de vida, y les parecerá inadecuado que generemos acciones para reconocer y redistribuir las tareas de cuidado, pero para nosotros y nosotras, la Medellín de los barrios populares que por la desigualdad de género y la violencia, hemos tenido que ser criados y levantados por nuestras madres y nuestras abuelas, que tuvimos que verlas trabajar y llegar a casa a continuar la jornada con las manos partidas de lavar, generar condiciones que dignifiquen la vida son actos de justicia.

Para nuestra Medellín, la Medellín que es presente y Futuro, es una ganancia poder generar conciencia de que las labores del cuidado no son exclusiva responsabilidad de las mujeres, esto además contribuye a disminuir la violencia estructural, cultural y simbólica que existe sobre las mujeres y genera mejores condiciones para su autonomía económica. Nuestros niños y niñas deben crecer teniendo la posibilidad de ser consciente de que los géneros no tienen roles predeterminados y puedan soñar y alcanzar lo que deseen. Además, ser conscientes de que las tareas del hogar son responsabilidad de todos los miembros del hogar, refuerza los lazos de cooperación entre sus integrantes. En el largo plazo, los impactos que este tipo de proyectos pueden tener en la sociedad, nos invitan a pensar que los proyectos colectivos como la familia, el barrio, la comuna y la ciudad, son responsabilidad de todos y todas.

 

Santiago Preciado Gallego

Historiador, Magister en Estudios Políticos. Integrante de @LDSoficial. Comprometido con un #FuturoImparable.

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