En otras oportunidades me he referido al fenómeno apuntado en el título de esta nota periodística, pero debido a que se insiste con diversos matices y engendros en revitalizar esta posición política, es menester volver sobre el asunto para aludir a los ejes centrales de esta posición dejando de lado ocultamientos y mentiras de diverso espesor, y para no tomarse en serio a quienes pontifican y aconsejan como si fueran personajes serios.
Algunos ya nos estamos poniendo grandes para que nos machaquen sandeces mayúsculas que contradicen abiertamente nuestra historia. Hay que mantener algo de pudor y abstenerse de presentar al peronismo como algo razonable. Mario Vargas Llosa con razón ha dicho: “El peronismo es la fuente de todos los males argentinos”, y Jorge Luis Borges consignó: “Pienso en rosas con horror como pienso en Perón con horror”.
Prestemos un mínimo de atención a la pasmosa decadencia que parió el fatídico golpe militar de 1943, una continuación muy acentuada del golpe fascista del 30 en el que también participó activamente Perón. Se han probado una y mil veces la corrupción astronómica del régimen (Américo Ghioldi y Ezequiel Martínez Estrada), su fascismo (Joseph Page y Eduardo Augusto García), su apoyo a los nazis (Uki Goñi y Silvano Santander), su censura a la prensa (Robert Potash y Silvia Mercado), sus mentiras y adoctrinamiento sistemático (Juan José Sebreli y Fernando Iglesias), la cooptación de la Justicia y la reforma inconstitucional de la Constitución (Juan A. González Calderón y Nicolás Márquez), su destrucción de la economía (Carlos García Martínez y Roberto Aizcorbe), sus ataques a los estudiantes (Rómulo Zemborain y Roberto Almaraz), las torturas y muertes (Hugo Gambini y Gerardo Ancarola), la imposición del “unicato” sindical y adicto (Félix Luna y Raúl Damonte Taborda), y finalmente, un resumen tenebroso sobre la destrucción moral y material en gran escala (Ignacio Montes de Oca, María Zaldívar y Laura Di Marco).
A este prontuario tremebundo cabe agregar, apenas como muestra, cuatro de los pensamientos de Perón, suficientes como para ilustrar su catadura moral. En correspondencia con su lugarteniente John William Cooke: “Los que tomen una casa de oligarcas y detengan o ejecuten a los dueños se quedarán con ella. Los que tomen una estancia en las mismas condiciones se quedarán con todo, lo mismo que los que ocupen establecimientos de los gorilas y enemigos del pueblo. Los suboficiales que maten a sus jefes y oficiales y se hagan cargo de las unidades tomarán el mando de ellas y serán los jefes del futuro. Esto mismo regirá para los simples soldados que realicen una acción militar” (Duhalde, 1956/1972, p. 190). A lo que cabe agregar la vergonzosamente laudatoria carta de Perón a Mao el 15 de julio de 1965 en medio de las horrendas y repetidas masacres de ese nefasto régimen, misiva que comienza con “Mi querido Presidente y amigo”.
Asimismo proclamó: “Al enemigo, ni justicia” (carta de Perón de su puño y letra dirigida al secretario de Asuntos Políticos, Román Alfredo Subiza). En otra ocasión anunció: “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (discurso de Perón por cadena oficial de radiodifusión, 18 de septiembre de 1947). Por último, para ilustrar las características del peronismo, Perón consignó: “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podría haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente” (Marcha Montevideo, 27 de febrero de 1970).
Algunos aplaudidores y distraídos han afirmado que “el tercer Perón” era distinto, sin considerar la alarmante corrupción de su Gobierno ejecutada principalmente a través de su ministro de Economía José Ber Gelbard, quien además provocó un grave proceso inflacionario –que denominaba “inflación cero”– y volvió a los precios máximos de los primeros dos Gobiernos peronistas –donde al final no había ni pan blanco en el mercado–; entre otros, el ascenso de cabo a comisario general de su otro ministro –cartera curiosamente denominada de “bienestar social”– para, desde allí, establecer la organización criminal de la Triple A. En ese contexto, Perón después de alentar a los terroristas en sus matanzas y felicitarlos por sus asesinatos, se percató de que esos movimientos apuntaban a copar su espacio de poder, debido a lo cual optó por combatirlos.
La razón por la que se prolonga el mito peronista, se basa en la intentona de tapar lo anterior con una interpretación falaz de lo que ha dado en llamarse “la cuestión social” en el contexto de la imposición de un sistema sindical copiado de Mussolini, leyes de alquileres y desalojos que arruinaron los patrimonios de innumerables familias de inmigrantes, una inflación galopante que se pretendió disimular con controles de precios para “atacar el agio y la especulación” –con una colosal cerrazón del comercio exterior administrado por el corrupto IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio)–, el abrupto aumento de la pobreza y una degradación en todos los niveles gubernamentales.
En este sentido de “lo social”, transcribo una carta del ministro consejero de la embajada de Alemania en Argentina, Otto Meynen, a su “compañero de partido” en Berlín, capitán de navío Dietrich Niebuhr O.K.M., fechada en Buenos Aires el 12 de junio de 1943, en la que se lee:
“La señorita Duarte me mostró una carta de su amante en la que se fijan los siguientes lineamientos generales para la obra futura del Gobierno revolucionario: «Los trabajadores argentinos nacieron animales de rebaño y como tales morirán. Para gobernarlos basta darles comida, trabajo y leyes para rebaño que los mantengan en brete»”.
– Silvano Santander (1955, p. 56)1.
Las redistribuciones de ingresos operadas desde los aparatos estatales necesariamente van a contramano de las asignaciones realizadas por los consumidores según sean sus prioridades y requerimientos. La manía del igualitarismo, es decir, la guillotina horizontal, se traduce en una pésima utilización de los siempre escasos recursos, lo cual indefectiblemente empobrece. El estatismo termina por favorecer a pseudo-empresarios que se alían con el poder político para el usufructo de privilegios que permiten explotar miserablemente a sus semejantes.
Winston Churchill, el jueves 6 de octubre de 1955 –cinco meses después de haber dejado su cargo como Primer Ministro–, condensó ante la prensa internacional la política que aquí comentamos de la siguiente manera: “Perón es el único soldado que ha quemado su bandera y el único católico que ha quemado sus iglesias”. Ni siquiera el peronismo ha tenido originalidad para catalogar a los opositores, pues fue del humorista Aldo Cammarota de quien copiaron aquella referencia cómica de “gorilas” de su programa radial y televisivo La revista dislocada.
De más está decir que lo señalado no es para experonistas que se han percatado de su error, quienes son recibidos con los brazos abiertos por el espíritu liberal.
Referencias
Duhalde, E. L. (Ed.). (1972). Correspondencia Perón-Cooke (Vol. I). Editorial Cultural Argentina. (Obra original publicada en 1956).
Santander, S. (1955). Técnica de una traición: Juan D. Perón y Eva Duarte, agentes del nazismo en la Argentina. Edición Argentina.
Notas:
- Tomado de la correspondencia mecanografiada que reproduce Silvano Santander (1955). Dicha cita también es usada por este autor como epígrafe de su libro.
La versión original de esta nota periodística exclusiva apareció por primera vez en Visión Liberal (Argentina), y la que le siguió en nuestro medio aliado El Bastión.
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