Apenas hace dos semanas los medios de comunicación del país nos entregaban la dolorosa y preocupante noticia que relataba los cruentos enfrentamientos que para ese entonces se registraban en Arauca entre las mal llamadas disidencias de las FARC y la guerrilla del ELN, situación que dejaba el trágico saldo de 23 personas asesinadas, cientos de familias inocentes desplazadas hacia la capital del mismo departamento y una sensación desagradable de desgobierno y falta de presencia del Estado para garantizar la tranquilidad en la zona.
Tras rechazar estos violentos hechos desde mi rol como Representante a la Cámara y solicitar al gobierno nacional en cabeza del Presidente Iván Duque Márquez, que retomara el control en Arauca con la movilización de la fuerza pública a estos territorios donde reinaba la zozobra, como efectivamente sucedió, el pasado domingo el país se sacudió nuevamente al hacerse públicas una fotografías en las cuales presuntamente, guerrilleros del ELN se pavoneaban por las calles del corregimiento La Esmeralda, en jurisdicción del municipio de Arauquita, al tiempo que en la capital de Arauca, a tan solo una hora y quince minutos de distancia de allí, el mismo Presidente de la República llevaba a cabo un consejo de gobierno con la intención de seguir fortaleciendo la seguridad de todos los araucanos.
Frente a estas imágenes, trascendieron el día lunes las declaraciones del ministro de Defensa Diego Molano, quien afirmó que estas fotografías correspondían a una escenografía armada y que los guerrilleros habrían salido a las vías simplemente para tomarse las fotos y generar nuevamente pánico en la comunidad. Tras estas afirmaciones debo tomar posición y expresar que siento una vez más que esta estrategia del ELN simplemente se nutre de la intención de sembrar terror, miedo y angustia en la gente, a través de acciones que solo buscan amedrentar a la población civil y tienen una intención desafiante ante el Gobierno, una clara muestra de la nula voluntad pacifista que tiene este grupo insurgente, al que por supuesto, no le interesa en lo más mínimo la paz.
Sin embargo, debo ser claro en algo; como líder del movimiento ciudadano denominado Conservadores de Vida, siempre he promovido la construcción de una agenda legislativa enfocada entre otras cosas, en la protección del medio ambiente, la lucha contra los efectos del cambio climático, el mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos, el fortalecimiento de la democracia, la inversión en el agro para la generación de oportunidades y la garantía de la inversión de los recursos para brindar saneamiento básico a todas las poblaciones de Colombia.
Ahora bien, para lograr todo lo que anteriormente menciono, es indispensable y transversal, conseguir que como estado exista seguridad en las zonas más alejadas de nuestro país. El reto es grande, claro que sí, pero creo firmemente que la situación también amerita y exige que el Gobierno del presidente Duque, que aclaro, cuenta con todo mi respaldo y apoyo, debe dar un golpe de autoridad en esta zona, restablecer el orden público, tener el control de este y acompañar a la ciudadanía en ese proceso de construcción de confianza, tranquilidad, paz y armonía.
Sin seguridad no hay nada, así denomino esta columna, porque abiertamente siento que sin seguridad no hay como proteger el medio ambiente; sin seguridad, no hay cómo luchar contra los efectos del cambio climático; sin seguridad, no hay como lograr el mejoramiento de la calidad de vida de nuestra gente; sin seguridad, no podremos nunca fortalecer la democracia de nuestro país y hacerla más justa y participativa; sin seguridad, no habrá forma de potenciar el agro y ayudar a los campesinos a ser más productivos y eficientes. Por tal razón, considero que, sin seguridad, no hay nada.
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