Inicialmente había pensado en enfocar la columna en algún asunto económico coyuntural que valiese la pena debatir, que entre otras cosas, fue el enfoque que elegí para mis columnas. Sin embargo, últimamente me he desviado de esa línea y en esta ocasión quisiera enfatizar en un tema que todavía resulta escabroso en algunos sectores de la sociedad, me refiero a la orientación sexual de las personas; incluso a los padres de la patria les ha costado varios llamados de atención de la Corte Constitucional por la sencilla razón de que no legislan sobre el tema con la seriedad que este amerita. Probablemente, mi posición resulte impopular e incómoda; por eso precisamente el título de la columna.
Ser abiertamente homosexual, lesbiana, bisexual, gay o transexual; literalmente es un delito y no de poca monta, éste incluye sanciones sociales severas (que paradójicamente no las reciben los corruptos ni los malos gobernantes) que van desde discriminaciones hasta maltratos de todos los tipos. Aunque recientemente esta tendencia se ha revertido con la conquista de importantes espacios en la sociedad; este fenómeno es de vieja data, tanto que en su momento llegó a ser considerado causal de muerte en algunos países; pero con la “evolución” de la sociedad, las preferencias sexuales diferentes, especialmente la homosexualidad, adquirieron connotaciones políticas, ideológicas, religiosas, sociales e incluso penales que retrospectivamente siguen representando visiones neandertales y cavernarias de la condición humana.
En ese sentido, debido a las luchas civilizadas, democráticas y organizadas de la comunidad LGBTI, que siempre he respaldado (esto no necesariamente implica que tenga alguna orientación sexual diferente), siendo consciente de sus desenfoques que por supuesto, creería yo, no representan la inmensa mayoría de sus integrantes; hoy quienes profesan orientaciones sexuales diferentes, por lo menos, se pueden expresar públicamente, esto ha significado todo un boom en las redes sociales que algunos personajes con ánimo politiquero han denominado “lobby gay” con el único fin de polarizar a la opinión pública con argumentos falaces y escándalos mediáticos.
Pero, ciertamente profesar una orientación sexual distinta, produce resistencias en casi todos los círculos sociales, no solo por lo que significa en la dimensión trascendental y consuetudinaria de las personas, sino también porque ese boom de las redes sociales ha traído consigo youtubers que han mercantilizado su orientación sexual, el contenido obsceno que publican algunas personas, además de los escándalos sexuales en donde se ven involucrados niños o la propensión de estas personas a la prostitución y a la drogadicción han generado desgastes, odios y temores infundados en la opinión pública; esto con una incidencia tremendamente negativa sobre quienes no hacen parte de toda esa parafernalia, llevándolos inevitablemente a la disyuntiva personal de vivir una vida de apariencias o ser realmente auténticos y felices con su condición, sea la que sea.
”Salir del closet” como se dice popularmente y dadas las circunstancias descritas, es un acto de gallardía que algunos quisieran tener pero no pueden por los chantajes de sus familias u otros tantos que lo han hecho, ateniéndose a consecuencias ya conocidas, que por supuesto llevan a conductas sociales indeseables. Personalmente no quiero caer en el lugar común de hablar públicamente de mi orientación sexual, entre otras cosas porque considero que es parte de la privacidad y allí se quedará. El objetivo principal es que de esta columna, se derive una reflexión sobre el enfoque y el tratamiento que se le está dando al tema en cuestión… ¿Será que desde las familias y los colegios se está hablando del tema con imparcialidad y madurez?… ¿Será que desde el Estado hay garantías para debatir con transparencia y responsabilidad sobre el tema?… ¿Será que como sociedad estamos contribuyendo a formar individuos tolerantes, pero con criterios firmes frente a quién piensa o actúa diferente?… Ahora bien, frente a la tolerancia hay debates de todo tipo, la clave del asunto, a mi juicio, es el establecimiento de límites frente a la divergencia ideológica, es decir, la no prevalencia de una idea sobre otra, que de cara a un país polarizado, manipulado y dividido es muy difícil construir ese tipo de consenso social.
Finalmente, el tema de la orientación sexual de una persona puede ser analizado desde amplias perspectivas, esta columna, lo que busca es darle un enfoque orientador a partir de algunas generalidades, por supuesto que cada quien tendrá criterios diferentes para interpretarlo, aun así, cualquiera que sea el criterio, éste no debe basarse en violencia, discriminación, segregación o maltratos; por el contrario, insisto en la idea de buscar acuerdos fundamentados en el respeto y la tolerancia; para algunos este tipo de soluciones sonarán románticas e incluso utópicas, pero a mi juicio, es la única forma construir una sociedad incluyente, pacífica, democrática y respetuosa por la diferencia, ya que al fin y al cabo, en medio de las dificultades se ha superado relativamente la confrontación armada, ahora el reto es superar esas secuelas de violencia social, desarmando los espíritus y abriéndonos al diálogo. Tener una orientación sexual diferente no es un crimen de lesa humanidad, tal vez, para algunos sea anormal, diferente, extraño e incluso antibíblico para otros, pero al final de cuentas no son los que se hacen llamar “intérpretes de la biblia” a quienes debemos responderle por nuestros actos u omisiones… todos hemos sido testigos como estos señores destruyen la vida de personas valiosas simplemente porque su forma de amar es diferente a la convencional.