Tal vez como mecanismo de defensa para poder sobrellevar la difícil situación que nos ha tocado vivir, seguramente desde mucho antes que el libertador nos librara del yugo Español, los colombianos hemos decidido borrar nuestra memoria histórica o por lo menos hacerla selectiva y creo que por ese motivo Colombia es un país sin memoria.
Se entiende que para tantas tragedias que nos ha tocado soportar nuestros cerebros hayan optado por guardar en un rincón olvidado aquellos recuerdos que se convierten en una carga para vivir, a los colombianos nos ha tocado padecer innumerables tragedias, no solo por la violencia que históricamente nos ha azotado, sino también por fenómenos naturales. Sin embargo con gran valentía hemos continuado nuestra marcha sin perder la esperanza de que algún día todo cambie y podamos vivir tranquilos en nuestro anhelado paraíso.
Lo que no podemos permitir es que nuestra memoria nos falle ante otros hechos que fueron de vital importancia para nuestra vida y para el desarrollo de nuestra economía. No podemos olvidar que en nuestro país, agrícola por naturaleza, hay sectores que han debido llevar sobre sus hombros el peso de la economía nacional cuando las condiciones no le eran favorables al resto de los sectores.
Con gran dolor hemos visto como en los últimos años los cafeteros han sufrido difíciles embates, no sólo por la crisis mundial sino porque se encuentran ante un gobierno indolente que aún no logra comprender sus necesidades y mucho menos conectar con ellos para definir soluciones.
Juan Manuel Santos no ha querido entender a los cafeteros, y en un afán por apaciguar sus ánimos hasta les regaló tabletas con la esperanza de hacerlos desistir de un justo paro. Qué triste remedio para el sector más importante de la economía agrícola nacional, que no está pidiendo limosnas ni mucho menos, lo único que piden es que en estos momentos de crisis el país les devuelva algo de lo que, en otras épocas de abundancia, ellos dieron a nuestra patria. Ojalá esas tabletas sirvieran para mejorar el precio internacional del café, o para alivianar las deudas de los cafeteros o por lo menos para comprar insumos para la producción, pero se necesitan menos de dos dedos de frente para comprender que eso no sucederá.
Por esos actos incomprensibles de un gobierno con estilo mafioso, dónde todo se soluciona regalando cosas absurdas o prometiendo soluciones billonarias, Juan Manuel Santos fue víctima, en el parque central de Chinchiná – Caldas, de la chiflada más grande que se haya registrado en la historia a un presidente colombiano.
Por otro lado hay que aclarar que difícilmente en el mundo Colombia sea reconocida por algo diferente a su violencia histórica y a la producción de drogas, que Hollywood se ha encargado de difundir con equivocadas apreciaciones; Pero apartando un poco esa imagen negativa a Colombia se le reconoce mundialmente como un gran productor de café de excelente calidad, el posicionamiento de imagen que se ha logrado es inmenso y no logro entender por qué aún no ha sido explotado. El paradigma erróneo de mezclar nuestro café de alta calidad con cafés importados de baja calidad para venderlo a un precio competitivo hay que derrumbarlo, el café colombiano per-se se podría vender a un precio superior por ser un café de alta calidad y con seguridad el mundo sabría apreciarlo. Por eso es comprensible el dolor que sintieron nuestros cafeteros cuando a un “brillante” ministro del actual gobierno se le ocurrió decir que deberían dejar de quejarse tanto y empezar por reemplazar los cultivos de café por otra clase de cultivos, menuda ocurrencia!
A este “genio” le haría sólo una pregunta, ¿Cuánto tardaríamos y cuanto nos costaría posicionar una imagen, como la que tenemos actualmente a nivel mundial de la calidad de nuestro café, con otro producto?
Por mucho tiempo los cafeteros sostuvieron al país y en algunas ocasiones cumplieron incluso con tareas que le correspondían al gobierno, como electrificar poblaciones o construirles alcantarillados y acueductos, al día de hoy parece que nada de eso se les reconociera o nadie quisiera recordarlo.
Los cafeteros tienen en frente a la Federación Nacional de Cafeteros, que nació como un organismo para ayudarlos y traerles beneficios, pero en una situación absurda se ha convertido en su verdugo, su mayor obstáculo para poder exportar libremente y su peor enemigo que alberga un cáncer burocrático dónde el despilfarro de dinero en opulentas obras, que nada tiene que ver con su actividad principal, es el pan de cada día.
Por eso su mayor inquietud es, ¿A dónde han ido los dineros de millonarias transacciones por la venta de empresas y bancos que eran de su propiedad? ¿Por qué la federación nunca revela sus cifras para entender dónde se encuentra el dinero?
Mientras el presidente de la Federación Nacional de Cafeteros gana más de 50 millones de pesos mensuales, los productores de todo el país pierden grandes sumas de dinero cada que logran vender una carga de café. Y lo peor está por venir para nuestra economía, cuando el próximo año los cafeteros no sean capaces de cumplir con sus obligaciones y pagar las deudas en los bancos, ¿Qué haremos para entonces?
Los colombianos tenemos que recordar que gran parte del desarrollo de nuestro país se lo debemos a los cafeteros y es este el momento para salir a apoyarlos y tenderles la mano hasta que se recuperen y vuelvan a ser el motor de la economía colombiana, como históricamente lo han sido, porque tenemos que entender que sin café no somos nada.
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