El trovador cubano, Silvio Rodríguez, reflexionó en su blog Segunda Cita sobre la situación en Venezuela. El poeta respondió a un internauta venezolano, quien comentó al respecto de lo que sucede en su país. Silvio narró anécdotas personales ocurridas en los primeros años de la Revolución Cubana y transmitió un mensaje de apoyo al pueblo venezolano.
Comentario del internauta venezolano
Ricardo Silva: Querido Silvio, siempre paso por esta casa! y mientras eso pongo tu música para que aligere un poco las calles por donde suelo pasar.
El jueves pasado hubo un ensayo de guerra civil frente a mi casa y zonas aledañas en la ciudad de Caracas. Entre esos abatares, ALgunos hacían barricadas de basura (guarimberos) en las carreteras y otras quitando los restos que colocaban los guarimberos en las mismas. A eso se le suma el constante paso de guardias nacionales y tanquetas de policías derrumbando los muros de basura entre las vías vehiculares. Todo eso ocurriendo entre sombras que se movían en la oscuridad, gritos, insultos, bombas , lagrimógenas, explosiones…
Todo ésto ocurriendo de noche…. luego de que se controlaran estos focos de guerra, ligeramente se ha aplacado toda la situación de riesgo en la que se ha estado exponiendo al pueblo Venezolano.
Ayer me enteré que un allegado a mi familia, del mismo pueblo de donde soy, fue asesinado a propósito por estos grupos terroristas. Todo esto me ha tenido realmente alterado.
Lamento enormemente que mi pueblo pase por estas situaciones. SI hay algo en lo que creo es en el buen corazón del venezolano. En la sangre heróica de mi gente, de mi historia… Pido siempre un “Rabo de Nube” por estos tiempos difíciles.
Disculpa la mala noticia. Escribo a manera informativa.
Prometo que triunfará el amor y la vida.
Guitarra en mano y canto en alto con la canción amorosa de Ali Primera, el sueño de Bolivar y el legado del comandante Hugo Chavez.
Abrazo! Aquí red Abeja tricolor.
Te quiero mucho , amigo y padre Silvio.
Respuesta de Silvio Rodríguez
Querido Ricardo Silva: hubo algunos años, después del triunfo revolucionario, en que salir a las calles de La Habana era también una aventura, porque la contrarrevolución ponía bombas, incluso en los cines –cosa que nunca hizo la revolución–, o quemaba centros de trabajo, o pasaba en avionetas provenientes de la Florida y esparcían propaganda, cosa que desataba nutridos tiroteos nocturnos –eran años en que mucha gente estaba armada porque ya se había creado las milicias y todo el mundo tiraba al aire.
A mí mismo y a mi hermana María, saliendo de un cine de la calle Neptuno, nos cayó encima la vidriera de una tienda, por una explosión enorme que hubo y que estremeció toda la ciudad. Además del susto, vivimos también algo curioso, porque mientras nos sacudíamos los cristales veíamos como la fuerza expansiva iba haciendo saltar las vidrieras, una tras otra, por toda la calle.
Recuerdo la noche que le dieron candela a una tienda famosa, llamada El Encanto, muy cerca de donde yo vivía, y un amigo y yo veíamos el siniestro espectáculo en que murió una empleada llamada Fe del Valle, desde la azotea del edificio en que vivíamos, que era bastante alto.
Mi madre, y la mayoría de las amas de casa, que vivían la ilusión de salir por las noches a ver vidrieras y a sacar cuentas que nunca daban, empezaron a olvidar sus paseos y a vivir más pendientes de Radio Reloj, que daba noticias todo el tiempo –la televisión no llegó a mi casa hasta un poco avanzados los 60. Pero lo que están viviendo ustedes es mucho más estresante y violento, porque se trata de sectores bastante amplios de población dedicados a la beligerancia urbana. Imagino cómo eso estará cambiando lo que era la vida normal de una familia, la preocupación constante en todos.
En Cuba tuvimos la suerte de que buena parte de la burguesía se marchó, pensando que la Revolución iba a durar seis meses, porque los americanos no la iban a permitir. Cierto que desde allá empezaron a instigar y a pagar agresiones, pero la presión propagandística interna que tienen ustedes aquí fue mucho más leve y transitoria, porque la escalada de agresiones nos radicalizó y se tomó el control de casi todo. Eso fue bueno para la situación de guerra que vivimos durante la primera década, pero en otro sentido no fue tan bueno porque nos hizo ver fantasías. Por esto último, la primera vez que pude tener cerca a Chávez, le dije: “Comandante, trate de no cometer nuestros errores”. Se lo dije bajito porque estábamos en una mesa con otros comensales, y Chávez sonrió y me puso una mano en el hombro. Los poderosos por derrotar venezolanos aprendieron mucho de los poderosos derrotados en Cuba. No en balde algunos de aquí fueron para allá y continuaron siendo magnates. Probablemente por eso buena parte de la prensa venezolana fue siempre ríspida con la Revolución Cubana y con algunos cubanos que visitábamos Venezuela. Y, como siguiendo una secuencia lógica, se nota una suerte de comunidad entre los nuevos exiliados venezolanos de la Florida y lo más recalcitrante del viejo exilio cubano.
Ayer estábamos aquí conversando sobre la carta de William Ospina al Presidente Maduro. Siempre me he identificado con los análisis de este intelectual colombiano. Sin embargo veo que su acercamiento a Maduro, aunque es en términos muy respetuosos, parte de visiones que no comparto. Acaso sea, como sucinta y claramente decía Luís Gómez: “No comprendo mucho la difícil situación y desde Colombia se ve muy confusa”. Y acaso sea, también, lo que con tanta convicción nos dice después Lochy Le Riverend: “Tenemos que estar muy conscientes los cubanos y nuestros hermanos venezolanos y demás latinoamericanos que estamos viviendo nuevamente tiempos extraordinariamente difíciles, de enorme y total polarización. Hay otra vuelta de tuerca de los que no están dispuestos a perder su hegemonía en esta región. Debemos estar muy claros de lo que nos espera si la política de EE.UU. triunfa…”
Nada, Ricardo, que tu mensaje me acerca más a ustedes (pienso también en Johan y en su familia, y en mi querida amiga Cecilia Todd, y en otros compañeros) y todo me hace preguntarme qué pudiera hacer para mejorar aunque fuera mínimamente la situación. Mientras sigo haciéndome preguntas, sólo me queda pedirles que se cuiden mucho, que no se regalen, que no sean imprudentes, pero que si lo sienten tampoco dejen de luchar por lo que vale la pena, la América Nuestra que previeron Bolívar y Martí, Fidel y Chávez, y que nos hace tanta falta.