Silencios que Gritan: Violencia de Género en la Sociedad Moderna

A pesar de los esfuerzos consistentes por parte de las grandes entidades y la existencia de numerosos marcos normativos que buscan prevenir y eliminar todas las formas de violencia de género que existen, lo cierto es que, en la actualidad, las mujeres y las niñas permanecen siendo víctimas del abuso de derechos humanos más generalizado que ha existido a través de los tiempos.

El primer error es pensar que esta problemática solo afecta a algunas cuantas personas; quizás por eso la lucha se ha visto desde siempre opacada y obstaculizada por un enorme sector de la población que considera una exageración el alzar la voz y exigir derechos que, aseguran, a nadie se le están vulnerando. La violencia contra la mujer es una ofensa a la dignidad humana y una clara manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre ambos sexos que han naturalizado la supuesta inferioridad del género femenino, generando numerosas consecuencias, entre esas, que las normas que deberían respaldar esta problemática hayan ido perdiendo su carácter regulatorio.

Y aunque es cierto que los hombres también son víctimas de una violencia de género que de ninguna manera debe ser minimizada, lo cierto es que solo las mujeres, únicamente por su naturaleza, son más propensas a afrontar innumerables clases de violencia. Imposible olvidar aquella época de feminicidio en nuestra pasado en la que miles de “brujas” fueron asesinadas como tributo a una modernidad que quería excluirlas de su poder económico, sus conocimientos y habilidades. Y es que aunque algunos tratan de disfrazar esta historia con base en argumentos supersticiosos, jamás lograrán ocultar una distinción fundamental para entender el fenómeno: la dimensión de género.

En la actualidad, lo que permite que podamos identificar todos estos tipos de violencia es su visibilización como problemática social. Es verdad que la sociedad siempre ha sido cómplice de la violencia de género al mantener el silencio, normalizar diversas conductas que desacreditan, someten, menosprecian y minimizan a la mujer, y al reforzar estereotipos que impiden su desarrollo como ser individual, social y su participación plena e igualitaria en todas los ámbitos de la vida, pero las distintas luchas en contra de este mal arraigado también han tenido resultados positivos. Podríamos decir entonces, que lo que diferencia la violencia de género actual, de la violencia de género en tiempos pasados, es que hoy hay muchísima más concientización al respecto, y por ende, la red de apoyo ha crecido, la lucha ha aumentado, cada vez más mujeres se atreven a denunciar a sus agresores, y los derechos, aunque a paso lento, cada vez son más igualitarios entre hombres y mujeres.

Han sido muchos los momentos cruciales que marcaron un antes y un después en la historia del movimiento que busca la equidad de género. En 1791 la revolución francesa marcó el inicio de una nueva era en muchísimos aspectos, incluida la declaración de los derechos políticos y ciudadanos de la mujer. Para 1893 Nueva Zelanda se convirtió en el primer país en darle la libertad a la mujer de elegir a sus representantes públicos, y en 1931 Uruguay fue el primer lugar de habla hispana en permitirle este derecho al género femenino. En 1903 Marie Curie logra convertirse en la primera mujer en ganar un premio Nobel de física por el descubrimiento de la radiactividad. En 1946 Louis Réard introdujo el bikini como prenda revolucionaria del año, y sí que cumplió su objetivo, pues la polémica que causó no tardó en explotar más que todo por parte de la Iglesia católica; no fue hasta 1953 que Brigitte Bardot lo lució en Cannes y para 1962 Ursula Andress lo había inmortalizado en la gran pantalla. Todos estos avances, han resignificado a la mujer y han dado paso a nuevos movimientos que buscan la liberación y el reconocimiento del mal nombrado “sexo débil”.

Pero sería pecado generalizar los pequeños avances mencionados anteriormente cuando la realidad varía de acuerdo al país en el que nos ubiquemos. Mientras que Islandia, Noruega, Suecia e Irlanda encabezan la lista de los países más igualitarios, Pakistán, Siria y Malí se sitúan en los últimos puestos. Durante los últimos años, algunos países de Oriente Medio y el Norte de África han experimentado tímidos pero significativos avances legislativos relacionados a los derechos de las mujeres. En Túnez, por ejemplo, se ha establecido un mecanismo de denuncia para sobrevivientes de violencia de género intrafamiliar, y en el Magreb, se han aprobado disposiciones jurídicas para combatir la violencia contra las mujeres, incluida una emblemática ley aprobada en 2017 que protege a las mujeres contra toda forma de violencia de género.

Desafortunadamente, muchos de estos avances se han visto opacados por la constante violencia y discriminación que sufren las mujeres, especialmente en cuestiones de herencia, custodia de hijos, agresiones sexuales o amenazas de violación; además, por la deficiente aplicación de las reformas y por la continua negación de participación activa a las mujeres.

A modo de conclusión, es importante entender que, para algún día poder alcanzar la plena equidad de género y erradicar todo tipo de violencia en contra de la mujer, es fundamental aumentar el grado de visualización y la tolerancia social ante este fenómeno. Hace falta aún más información y conocimiento no solamente sobre lo que es, sino además sobre lo que implica. Es importante promover la solidaridad y la empatía ante la causa, porque cuando se logra entender el contexto y sus consecuencias a lo largo del tiempo desde un punto de vista mucho más propio, es más sencillo dimensionar la fatalidad de este suceso, y empezar a apoyar a las mujeres en su lucha, y en el mejor de los casos, aportar para lograr un cambio.

Las mujeres merecen que se les garantice la protección de sus derechos, y lograrlo demandará un cambio radical en nuestra sociedad, desde lo educación que se le brinda diariamente a los niños en el hogar y en las escuelas, hasta las leyes y los gobernantes que deben asumir la responsabilidad de velar por el verdadero cumplimiento de estos derechos. Y siempre recordar que, aunque la violencia no es un mal necesario, sí es necesario acabar con este mal.

Maria Isabel Arango Aguirre

Psicóloga profesional. Explorando el comportamiento humano a través de la historia, el arte y la literatura.

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