Lo que está sucediendo hoy en Venezuela es claramente el golpe más duro a su ya muy débil democracia. Suspender el Parlamento, aquí y en Cafarnaúm, es sencillamente una dictadura y por ello llamó el gobierno colombiano a consultas a nuestro embajador en ese país. Esta grave situación política de nuestro vecino es un serio problema para nosotros, pero en particular para la Región Caribe. La afluencia de venezolanos a nuestro país no solo será masiva, sino inevitable, y los 7 departamentos de nuestra región serán los naturales receptores.
Primero, es necesario recordar que durante décadas, cuando Venezuela era el país rico, miles y miles de colombianos —sobre todo pobres— fueron recibidos, aceptados y rehicieron sus vidas recibiendo del Estado venezolano lo que el nuestro no les había dado. Una mayoría de los emigrantes fueron de los departamentos colombianos limítrofes con el país vecino, que en una alta proporción son parte del Caribe colombiano. Esta es una prueba de fuego para Colombia y para nuestro Caribe.
Sin duda, no es el mejor momento para poner a prueba la solidaridad, generosidad, tolerancia y otras virtudes similares de nuestro país. Las cosas no están bien, objetiva y sobre todo subjetivamente, por razones que no han sido suficientemente analizadas. La actitud generalizada es sálvese quien pueda y lo demás no importa. Estas reacciones actuales de los colombianos no son las más adecuadas para recibir la gran inmigración proveniente del país vecino. La situación es delicada para esta Colombia desigual, porque muchos de estos inmigrantes serán pobres y tanto los colombianos, que tienen ingresos precarios, como los de mejor calidad de vida, se sentirán invadidos. Es este momento en que el Estado colombiano tiene que reaccionar e impedir que se presenten dolorosas situaciones.
A los gobernadores y alcaldes de nuestras ciudades y pueblos se les viene un reto enorme: ayudar a integrar estas nuevas familias de inmigrantes en medio de una situación política compleja y con escasez de recursos. Deben entonces los sectores más pudientes apoyar iniciativas de los gobiernos locales, ¿será demasiado pedirle a nuestra sociedad tan centrada en sus problemas? Este punto es necesario hacerlo porque a los venezolanos ricos los hemos recibido con los brazos abiertos, sobre todo cuando traen consigo inversiones y capacidad de generar empleo. Pero ya les estamos haciendo el feo a aquellos —como los peluqueros y hasta los ingenieros y otros profesionales— que vienen a competir con nuestros nacionales.
Llegó el momento de dejar la indiferencia frente a la crisis venezolana y al empobrecimiento de su población. Que el gobierno nacional se ocupe de los problemas políticos y diplomáticos con el gobierno de Maduro que ya entró en la etapa que se preveía. Y nosotros, los ciudadanos, a devolverle a ese pueblo hermano algo de lo que compartió con colombianos, ahora que lo necesitan tanto.