Las primeras acciones del presidente electo permiten concluir que sus aparentes buenas intenciones de buscar la reconciliación nacional distan mucho de concretarse en la práctica.
En efecto, la primera señal de Duque fue torpedear la reglamentación de la JEP en el Congreso con el impresentable e ilegal argumento de que para ello es necesario esperar un pronunciamiento de la Corte Constitucional. Duque arrancó su campaña presidencial desagradado con los Acuerdos de paz, luego intentó atemperar su postura prometiendo que no los haría trizas, pero ya elegido y antes de asumir ha dejado en claro que él y su gobierno están empeñados en acabar con la JEP y con todo lo que tenga que ver con la inserción en la sociedad civil de las Farc. Y así es como el nuevo presidente de cara amable pero de torrente sanguíneo uribista, pretende que el país se reconcilie.
Y, además, ¿cómo así, que el presidente electo incurre en el abuso de arrodillar al Congreso en contravía del Gobierno que todavía no ha terminado? Alguien debería recordarle al futuro mandatario que él todavía es un particular y que su período inicia el próximo 7 de agosto, por lo que mientras esa fecha llega no puede interferir en la tarea del Congreso. Ejercer el mando siendo apenas presidente electo es lo más parecido a la conducta punible de usurpación de función pública. Lo que sorprende es que nadie en el Gobierno le haya recordado a Duque que para el “gustico” de ejercer como presidente no basta ser elegido, sino que hay que posesionarse, y que mientras eso no ocurra él, como el resto de los colombianos, es un particular más.
Pero el despiste no solo afecta a Duque, sino a varios de su entorno íntimo que han salido a dar declaraciones erráticas. Por ejemplo, Alicia Arango, secretaria privada del “presidente eterno” en las tenebrosas horas de la “Casa de Nari”, claramente en La W transmitió el mensaje de Uribe a Duque de que si bien este último será el presidente no es posible olvidar que todos ellos son uribistas y que su jefe es solo Uribe. ¡Vaya paradoja, presidente con jefe! Si ese va a ser el tono del régimen, preparémonos para cuando los puestos clave del gabinete sean entregados a amanuenses del amo en el Centro Democrático, como él lo quiere y lo conseguirá.
Y en materia de justicia, sigue sin entenderse qué es lo que realmente se propone el nuevo mandatario, pues tampoco sus alfiles en esta materia —antes afortunados comentaristas de lo divino y lo humano—, han podido precisar cuál será el rumbo. En el discurso de victoria, Duque salió con el cuento de que lo que se necesita es una reforma que organice las primeras y segundas instancias en las altas cortes, que coincidencialmente es el ajuste que reclama Uribe para sus problemas en la Corte Suprema. Luego vimos que el procurador Carrillo, ejerciendo como si fuera un soldado uribista o duquista, convocó al presidente electo, fiscal, contralor, presidentes de altas cortes y de la JEP a un opíparo almuerzo, donde pactaron a espaldas del país las bases de una reforma a la justicia que seguramente terminará en prorrogarles a los magistrados la edad de retiro y sus períodos o concediéndoles más prebendas. Eso sí, todo indica que ese excluyente proyecto de reforma no se ocupará de la justicia deteriorada en manos de ciertos magistrados auxiliares o de tribunales superiores y de algunos jueces, la cual seguirá desmoronándose en intrigas, sobornos, corrupción, ineficacia e ineficiencia.
Duque tendrá que esperar a posesionarse para convocar los consejos comunales o talleres programáticos, con los que espera gobernar supuestamente de cerca con la gente, así como lo hizo su jefe. Ojalá no le pase lo mismo que a su patrón, quien no le prestó atención al sacrificado alcalde de El Roble cuando en un consejo comunal y en presencia de uno de sus futuros asesinos clamaba porque lo iban a matar, y le cumplieron.
Esto apenas comienza.
Adenda. Vergonzoso que el jefe del Centro Democrático, Álvaro Uribe, defienda y justifique el lenguaje sicarial del vulgar senador Alfredo Ramos, insultador de la valerosa senadora Claudia López. ¿Y por qué la nueva vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, siempre locuaz, ahora guarda cómplice silencio frente a este atropello contra una mujer?