Si en Venezuela llueve, por acá…

La reticencia de Gustavo Francisco Petro Urrego a abordar la opresión de Venezuela pone de manifiesto la tensión entre ideología y corrección política. El presidente chileno, Gabriel Boric, ha demostrado una claridad de pensamiento y de carácter encomiables al calificar de dictador a Nicolás Maduro Moros. Esto ejemplifica la posibilidad, incluso desde una perspectiva de izquierda, de nombrar las cosas como son, a pesar de la resistencia de ciertas facciones.


Los hechos del 10 de enero de 2025 representan una flagrante violación a la inteligencia, a la Constitución y a la voluntad de la inmensa mayoría del pueblo patriota. Mientras el mundo observa, la consolidación del régimen bolivariano pocos son los que reaccionan ante las consecuencias que ello trae para la libertad, la democracia y el futuro. Las repercusiones de la toma de posesión de Nicolás Maduro Moros sugieren una concurrencia entre el gobierno del cambio en Colombia y sus fuerzas aliadas con las intenciones usurpadoras del régimen venezolano. La presencia del embajador colombiano, Milton Rengifo, no sólo reconoció al régimen del país vecino, sino que desconoció la migración de 7,89 millones de personas en la última década, el mayor éxodo en la historia de la región.

La situación actual en Colombia sirve como ejemplo pertinente de las consecuencias potenciales de la aplicación de las políticas propuestas por el Pacto Histórico y sus agentes asociados. Esta corriente ideológica ya ha comenzado a revelar su verdadera naturaleza, haciendo evidente que cualquier elemento considerado de izquierda o progresista debe ser erradicado con el fin de evitar que se repitan los acontecimientos que se han desarrollado en Cuba, Nicaragua y Venezuela. La relación entre colombianos y venezolanos se ha caracterizado durante años por tensiones, que incluyen xenofobia, discriminación y violencia, y ahora añade matices políticos, económicos, sociales y territoriales. La actual lucha de poder antiimperialista que involucra al país bolivariano de 916.445 km² con más de 28 millones de habitantes, que comparte una frontera continua de 2.219 km con un país democrático como Colombia (que tiene más de 52 millones de habitantes en 1.142 millones de km²), no puede ignorar los numerosos hechos que conectan al gobierno del cambio con el régimen venezolano, los cuales están siendo invisibilizados por la retórica diplomática.

Colombia y Venezuela comparten una historia común de fenómenos y flagelos que hacen necesario hablar de disputas políticas y territoriales derivadas del feudalismo y el centralismo. Estas desavenencias dieron origen a tensiones regionales y provocaron la división de lo que históricamente se conoció como la Gran Colombia. Esta genealogía binacional abarca una variedad de intereses e ideales influenciados por los flujos migratorios, las poblaciones refugiadas, la violencia y el desplazamiento poblacional, el contrabando, la guerrilla, el paramilitarismo, el narcotráfico y otras irregularidades. Existen similitudes culturales y sociales que pretenden ampliar las perspectivas y afrontar los retos planteados por la economía de mercado, las ideologías políticas, el narcotráfico, el conflicto armado y, más recientemente, el régimen más opresivo de la historia del continente. Una aptitud política expansionista que pretende transferir una forma de concebir el poder y subyugar al pueblo en la pobreza y el caos producidos por el saqueo monetario del tesoro de una nación.

La paranoia persecutoria y las alucinaciones que se hacen latentes en las figuras de Gustavo Francisco Petro Urrego y Nicolás Maduro Moros son un factor que contribuye al aumento de las tensiones y a la escalada de enfrentamientos impulsados por el odio y el rencor, polarizando aún más los extremos ideológicos de izquierda y derecha en las naciones suramericanas. La conspiración, originada en el Palacio de Miraflores, en Caracas, y firmemente arraigada en la defensa de la soberanía del país, ha dado lugar a la consolidación del control autoritario sobre la población mediante la intimidación. El ambiente que ha creado es de pobreza, violencia, aislamiento y confrontación, y desafía al mundo apoyando a grupos terroristas amparados por la guerrilla colombiana (ELN) y los grupos disidentes de las FARC. Este brazo armado ideológico pretende dividir a los sublevados y perpetuar la inmersión de los incautos en la fracasada ideología socialista-bolivariana.

Colombia debería plantearse abordar los problemas internos en lugar de prestar atención e inmiscuirse en los países vecinos. El país se enfrenta a una importante crisis social que es evidente en varias zonas de las geografía nacional. Si bien es importante tender una mano amiga a los necesitados, es igualmente crucial reconocer que aquellos que actualmente abogan por el progresismo socialista basándose en ideas libertarias pueden estar contando con beneficios y recursos de por vida sin contribuir a la sociedad mediante el trabajo y el esfuerzo. La política antiimperialista, humana y emancipadora, ligada a pensamientos anacrónicos de igualdad, cree que el gobierno debe actuar como Robin Hood, defensor de los pobres y oprimidos, que quita a los que tienen y da a los vagos y holgazanes. Esta visión, basada en falsas ilusiones y discursos caudillistas de un Pacto Histórico, es preocupante. Pretende consolidarse en el país e implica victimizar y atacar a periodistas y opositores. Los que no comparten esta visión son vistos como ajenos al establecimiento.

La ideología de izquierda asociada a los proyectos políticos de antiguos militantes y líderes guerrilleros, que recientemente expresaron su apoyo a Nicolás Maduro Moros y a su gobierno tras la toma del poder el 10 de enero de 2025, revela que lo que tanto se ha negado desde el poder legislativo, y entrevistas en los medios de comunicación, por parte de los progresistas es cierto. Los colombianos deben mantener los pies en la tierra, estar atentos a las propuestas políticas que empiezan a surgir para las elecciones de 2026 y evaluar cuidadosamente las declaraciones y acciones de los líderes políticos. Como país, los colombianos necesitan abordar los retos sociales que enfrentan y establecer políticas públicas que les permitan avanzar como comunidad, construyendo una nación próspera para el futuro. Esto significa respetar las diferencias y trabajar unidos para construir un futuro mejor para todos.

En la actualidad, Venezuela está asumiendo el papel de víctima, a pesar de que es ampliamente reconocido como el principal agente de inestabilidad regional. La relación de Colombia y Venezuela ha experimentado frecuentes altibajos en los últimos años, caracterizados por rupturas y acusaciones por ambas partes, lo que ha provocado un ambiente tenso en los pasos fronterizos y el continuo intercambio de retórica política entre ambas naciones. Esta polémica conexión ha dado lugar a fuertes pronunciamientos diplomáticos en escenarios consulares que, sobre el papel, parecen un mero gesto de afirmación nacionalista. La tensión política entre ambas naciones se ha caracterizado por acusaciones de orquestar siniestros planes para asesinar al líder de la nación patriota, pero el anuncio de Nicolás Maduro Moros de que el régimen venezolano se prepara con Cuba y Nicaragua para tomar las armas y defender el derecho a la paz si fuera necesario es una acción provocadora que plantea el debate sobre el impacto de Venezuela y su crisis humanitaria, política, económica y social trasladada, con el flujo migratorio, a los países vecinos.

El régimen venezolano experimenta una creciente discordia con la comunidad mundial. El estado de emergencia social y económica ha provocado un aumento del patriotismo, impulsado por la aplicación de políticas progresistas similares al modelo colombiano de nación. Las acciones y políticas del régimen venezolano han llevado a conspiraciones y situaciones que demuestran al mundo que la bandera dictatorial venezolana no actúa sola. La ideología de sociedad comunista que persigue el régimen venezolano, bajo el complejo concepto de igualdad, está afectando negativamente a las arcas de una nación que en su día fue la más rica del continente por sus reservas de petróleo. La situación actual de Venezuela hoy se comienza a trasladar a Colombia y no garantiza la seguridad y estabilidad de la sociedad. El adagio popular aconseja que es preferible adoptar una apariencia de cara roja temporalmente que permanentemente. Los esfuerzos políticos y diplomáticos deben ir más allá de la fachada de nación benévola y protectora. Es imperativo tomar medidas decisivas y resueltas en respuesta a la dictadura que se ha instituido en el territorio venezolano, esa que busca desestabilizar a las naciones vecinas para desviar la atención de sus propias acciones solapadas que están exacerbando los desafíos regionales.

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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