Serie | Conversaciones sobre Liderazgo: Poder y Servicio

“El poder sin propósito es ruido, pero el poder guiado por el servicio se convierte en una herramienta de transformación profunda.”


Esta columna es la primera de una serie de conversaciones con personas que, desde distintos contextos, viven y ejercen el liderazgo con una visión clara de servicio. Más que teorizar sobre el liderazgo, este espacio busca mostrarlo en acción, en relatos reales que permitan entender cómo el liderazgo se construye con coherencia, compromiso y sentido social.

Hace unos días, conversé con María Cecilia Henao, jefe del pregrado en Administración de Negocios de la Universidad EAFIT. Aunque el tema principal no era el liderazgo, terminó siendo el centro de nuestra charla. Su historia personal, su trayectoria y la forma en que entiende su rol me dieron una perspectiva interesante: una que pone el servicio como base del liderazgo y al poder como una herramienta secundaria.

María Cecilia empezó a servir desde muy joven. A los 16 años comenzó a dar clases a niños, sin esperar nada a cambio, solo con la intención de compartir lo que sabía. Esa experiencia temprana marcó su forma de relacionarse con las personas y de ejercer influencia. Hoy, ya con una amplia carrera profesional, mantiene esa misma lógica: estar disponible, escuchar, acompañar, guiar.

A lo largo de nuestra conversación, quedó claro que el liderazgo no empieza con un cargo ni se reduce a dar órdenes. Liderar, desde esta perspectiva, es estar al servicio de los demás. Es tomar decisiones pensando en el impacto colectivo. Es reconocer que quien lidera no lo hace para engrandecerse, sino para facilitar el crecimiento de quienes lo rodean.

En este punto, la noción de poder aparece, pero sin protagonismo. En palabras sencillas, María Cecilia lo resumió así: “cuando uno lidera desde el servicio, el poder se vuelve natural”. Y tiene razón. El poder no es el punto de partida, ni el objetivo. Es una consecuencia que debe usarse con responsabilidad, siempre en función del bien común.

Michel Foucault, filósofo francés, planteó que el poder no se posee, sino que se ejerce en las relaciones. Bajo esta mirada, el liderazgo no es una autoridad fija, sino una capacidad que se gana día a día, construida en la interacción con otros. Esta idea ayuda a entender que el poder, por sí solo, no legitima a nadie. Es el servicio el que le da sentido.

También hablamos de cómo, en su rol como formadora de líderes, ha encontrado útil pensar en los distintos “sombreros” que todo líder debe saber ponerse. Edward de Bono propone seis sombreros simbólicos que representan distintas formas de pensar: objetividad, emoción, crítica, creatividad, optimismo y control. Un liderazgo auténtico sabe cuándo escuchar, cuándo analizar, cuándo proponer y cuándo contener. Saber cambiar de sombrero en el momento justo no solo es estratégico: es una forma profunda de servir mejor. (véase: teoría de los sombreros)

Y aquí entra un mensaje que no quiero dejar pasar: todos, sin importar si tenemos un cargo o no, ejercemos algún tipo de influencia en nuestro entorno. Todos tenemos una responsabilidad social. La forma en que tratamos a los demás, cómo participamos en lo colectivo, cómo usamos nuestro conocimiento y tiempo… todo eso suma o resta en la vida en comunidad. No se trata de liderar grandes masas, sino de impactar positivamente desde donde estamos.

Lo que me dejó esta conversación no fue una teoría ni una fórmula, sino una certeza práctica: el liderazgo que vale la pena es el que mejora la vida de las personas. Y eso se nota en los detalles: en cómo se saluda, en cómo se trata al otro, en cómo se acompaña un proceso. Son esas acciones cotidianas las que consolidan la confianza y hacen del liderazgo algo real.

Esta es la primera de muchas conversaciones que sostendré con líderes que sirven. Personas que, desde su campo de acción, entienden que el liderazgo no es acumular poder, sino ponerlo al servicio de algo más grande que uno mismo. Porque liderar no es imponer, es inspirar. Y no se inspira desde la autoridad, sino desde el ejemplo.

En un país como Colombia, donde los liderazgos muchas veces se desgastan en lo superficial, necesitamos volver al sentido original del liderazgo: el servicio como compromiso social. Ese que transforma sin gritar, que construye sin exhibirse, y que deja huella sin necesidad de figurar.

Liderar, en esencia, es ser consciente del impacto que tenemos. Es saber cuándo escuchar, cuándo actuar, y, sobre todo, cuándo ceder el protagonismo. Es comprender que el poder sin propósito es ruido, pero el poder guiado por el servicio se convierte en una herramienta de transformación profunda. Y esa es una responsabilidad que todos, sin excepción, estamos llamados a asumir.

Miguel Ángel Escudero Pulgarín

Estudiante de Administración de Negocios en la Universidad EAFIT, Líder Público del distrito de Medellín y Técnico en Monitoreo Ambiental. Fue líder estudiantil durante los años 2023 y 2024, desempeñando roles como Contralor y Personero en su institución educativa. Ganador de concursos de oratoria, es también cofundador de «Liderazgo a 180°», una iniciativa enfocada en la formación de líderes estudiantiles. Reconocido por su función de liderazgo integral, ha sido galardonado en múltiples ocasiones como líder ejemplar en gestión pública.

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