Las plantas estimulan nuestros sentidos constantemente. Obvio. Pero menos obvia resulta la idea de que el mundo vegetal pueda disponer de sus propios sentidos para no sólo estimular, sino ser estimulado. Como todo ser vivo, los vegetales también necesitan ser sensibles al entorno para reaccionar y sobrevivir.
Los ojos son órganos sensores equipados con fotorreceptores para percibir la luz, cuyas diferentes longitudes de onda son traducidas por el cerebelo a diferentes colores. En el caso de las plantas, los fotorreceptores se localizan a lo largo de sus hojas y tallos y permiten distinguir las diferentes longitudes de onda de los fotones que los golpean, abarcando regiones que los ojos humanos no alcanzan, como el ultravioleta. De igual manera, determinan la dirección de procedencia de la luz y la intensidad de la misma.
La importancia de la luz es vital para todo el ecosistema, pues la fotosíntesis es la puerta de entrada de la luz en el mundo de los seres vivos. La energía de los fotones es utilizada para realizar las primeras transformaciones químicas –dióxido de carbono y agua se convierten en azúcares—que inician la cadena alimenticia terrestre.
Para comenzar todo este proceso, las plantas necesitan “ver” la luz azul: un grupo de fotorreceptores han de ser excitados por la energía contenida en fotones cuya longitud de onda sea de 460 a 482 nanómetros. Esta energía estimula un proceso de transmisión de señales que culmina con el alargamiento de las células situadas en la parte sombría del tallo, haciendo que éste se doble hacia la luz.
Por otro lado, otro grupo de fotorreceptores es sensible a la luz roja, la cual determina los ritmos diarios de la planta: al atardecer, la luz solar con longitudes de onda entre 618 y 780 nanómetros es superior al resto del día, y este exceso permite regular el ciclo vital de la planta basado en el día y la noche.
El tacto es quizás el sentido que más evidente nos resulta cuando nos referimos al mundo vegetal, sobre todo en el caso de plantas carnívoras, donde la presión provocada por un insecto en determinadas zonas de las hojas desencadena un proceso mecánico que termina con el bicho en el aparato digestivo de la planta.
Este proceso sensitivo es similar al que tiene lugar en nuestra piel: sensores de presión activan una corriente eléctrica; si bien en los animales la corriente es conducida al cerebro por un sistema nervioso centralizado, desde donde se activan las respuestas, en el caso vegetal las señales se transmiten a lo largo de los nervios de las hojas y estimulan las células correspondientes para provocar los movimientos requeridos.
En cuanto al olfato, la nariz no es sino un sensor de las moléculas que le llegan a través del aire. Las plantas también tienen esta capacidad para detectar moléculas volátiles. Por ejemplo, cuando un árbol es atacado por una plaga, emite químicos que alertan a los árboles vecinos y activan un proceso de generación de sustancias para prevenir la epidemia.
Íntimamente vinculado al olfato, está el sentido del gusto. Los aromas refuerzan el gusto de los alimentos e incluso determinan que aceptemos o no ingerirlos. Esto es así porque gusto y olfato perciben los mismos químicos por vías y procesamientos diferentes. En las plantas ocurre algo similar. Siguiendo con el ejemplo de la plaga, una de las sustancias químicas emitidas por una planta atacada es el metil jasmonato que, al entrar en contacto con los poros de las hojas, es transformado en ácido jasmónico; como si de una lengua se tratase, las plantas también cuentan con sus órganos para el tratamiento de moléculas solubles.
Finalmente, son frecuentes las historias sobre el beneficio que la música clásica proporciona a las plantas y el estrés que les provocan los ritmos más atronadores. La controversia es muy grande en este “sentido”. No obstante, existen estudios que sugieren que algunos árboles emiten vibraciones ultrasónicas en condiciones de sequía, quizás alertando a los árboles de otras zonas y estimulando en ellos los preparativos para la falta de agua. En otros casos, se ha detectado un patrón de crecimiento en las raíces, que se orientarían hacia el origen de ciertos focos emisores de ondas.
Los cinco sentidos conocidos por el ser humano también están presentes en el mundo vegetal. Hay sentidos y sensibilidad, aunque, al carecer de cerebros, los estímulos sensoriales no pueden ser convertidos en sentimientos.
Que se sepa…
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