La seguridad y la soberanía alimentaria son temas que muy poco se discute en los debates entre políticos y entre ciudadanos. En nuestro país el 42.7% de los habitantes viven en situación de inseguridad alimentaria, hay departamentos como Nariño que tienen un índice de riesgo de inseguridad alimenticia del 67.7% o como Chocó que tiene el 64.2 %.[1] Esta cifra es mucho más alarmante si a eso le sumamos que Colombia desde la apertura económica ha venido aumentando cada vez más las toneladas de alimentos importados que consume y aun así no se logra abastecer a toda la población. Los TLC han hecho que el país deje de sembrar muchos alimentos que antes producíamos como el maíz y los cereales. Antes de la apertura económica, se importaba alrededor de 700 mil toneladas de alimentos y en el 2015 ya importaban 12 mil toneladas[2].
Las cifras son impactantes teniendo en cuenta que somos un país con potencial agrícola. Según Alejandro Reyes Posada, Colombia cuenta con 21.5 millones de hectáreas con vocación agrícola y solo usa 7.1 millones en agricultura[3]. Si por alguna razón al país le dejaran de entrar estos alimentos se enfrentaría a una situación de hambruna y de inseguridad.
De hambruna porque como se muestra en el primer párrafo no hay la suficiente producción nacional para abastecer a la población y de seguridad porque como dijo José Martí “Un pueblo que no puede producir el propio alimento es esclavo, no tiene ningún tipo de libertad. Una sociedad que no produce lo que se come será siempre dependiente de otra”. Colombia al no ser soberana en la alimentación se vuelve vulnerable y eso es lo que pensaba G.W Bush, el cual veía el tema del agro como seguridad nacional de Estados Unidos.
La seguridad y la soberanía alimentaria debe tener un papel protagónico en la agenda de los aspirantes a la presidencia además de que es algo estructural, pues si se quiere tener una suficiente producción nacional de alimentos para abastecer a los colombianos hay que tener ciertas políticas que amparen esto. No es posible ser autosuficientes cuando existen TLC’s que quiebren al campo (hay que renegociarlos), si al campesino no se le subsidia, si no se produce la tierra y no se reparte democráticamente, si las carreteras no favorecen el mercado interno, si no se tiene independencia de lo que se siembra y si se desperdician toneladas de alimentos al año.
Los que más asustan a la población con el fantasma del castro-chavismo y la falta de alimentos en Venezuela son los mismos que han quebrado el aparato productivo nacional del campo para aumentar las importaciones con el argumento de que puede abaratar el acceso a la población. Pero el tiempo ha demostrado que lo que produce esa medida es dependencia del mercado extranjero, hambruna y empobrecimiento de los campesinos.
La seguridad alimentaria debe estar conectada con la soberanía alimentaria, una no puede existir sin la otra y el Estado las debe asegurar. No es cerrarse al mercado internacional lo que debe hacerse, sino volver a producir esos alimentos que se sembraban y ahora se está trayendo de otros países por diversas políticas contra el agro. Tampoco estoy diciendo que Colombia debe basarse en una economía agrícola solamente, pero si debe cambiar el modelo extractivista que se prefirió en los gobiernos anteriores.
-Nota: ¿no les parece que en las calles de Medellín cada día hay más huecos? y tanto que criticábamos y molestábamos a los de Bogotá.
[1] http://www.abaco.org.co/el-hambre
[2] http://referendoporelagro.com/wp-content/uploads/2016/06/4-REFERENDO-POR-EL-AGRO-NACIONAL-EXPOSICI%C3%93N-DE-MOTIVOS.pdf
[3] Reyes Posada, A. (2016). Guerreros y campesinos. Bogotá: Ariel.