Las recientes declaraciones del ex presidente de Chile, Sebastián Piñera, tanto en Argentina como en España (1), planteando que su gobierno durante el 2019 sufrió un intento de golpe de Estado no tradicional, no solo es de un oportunismo inmenso de su parte para ganar visibilidad internacional, sino que es una afirmación peligrosa que relativiza, banaliza y vacía su significado, sobre todo considerando que este año se cumplieron 50 años del bombardeo de la Moneda y el inicio de una feroz dictadura de 17 años.
Sebastián Piñera y la imposibilidad de una derecha democrática en Chile
De ahí que da mucha vergüenza que un ex mandatario chileno compare lo sucedido durante el 2019 con lo ocurrido durante 1973, como si fueran dos hechos similares y que deban equipararse, cuando son procesos muy diferentes, ya que una revuelta social no tiene ninguna relación con un golpe de Estado, que involucra directamente a las fuerzas armadas, como ocurrió aquel 11 de septiembre.
Con esto no se busca en ningún caso justificar los múltiples actos violentos de ciertos grupos durante la revuelta social en el 2019, en donde la quema de lugares, los saqueos a negocios y la destrucción de la infraestructura pública de todo el país se vio muy afectada durante ese periodo, pero detrás de ello no hubo una planificación detrás de tipo conspirativa, como creerá Piñera, en donde un grupo quisiera asaltar el Estado y apoderarse de él.
Por el contrario, la revuelta del 2019 en Chile, así como muchas otras en distintos lugares en el mundo, fue un proceso destituyente masivo principalmente y de distintas demandas, mayoritariamente pacífico, que condensaba malestares por décadas, no habiendo ningún líder o sector específico que se lo apropiara o lo coaptara políticamente.
Por lo mismo, antes de lanzar acusaciones a la ligera y sin fundamento, el ex presidente debiera problematizar sobre las causas del descontento social, las cuales estuvieron centradas en el abuso,la desigualdad, el sobre endeudamiento de las familias chilenas para vivir y la incapacidad del sistema institucional para resolver aquello.
Asimismo, no no olvidamos que luego del ataque criminal y coordinado contra el metro de Santiago en 2019, el cual aún no hay casi responsables de manera insólita, Sebastián Piñera instaló la idea de un enemigo interno muy poderoso y una guerra (2), generando las condiciones para decretar un toque de queda y la violación a los derechos humanos que se generaron en ese periodo, las cuales están documentadas por organismos internacionales como Human Rights Watch, Amnistía Internacional y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. .
En consecuencia, las declaraciones de Piñera no solo son una nula autocrítica y no asume ninguna responsabilidad política en materia de derechos humanos durante el 2019, sino que también le hace el juego al Partido Republicano y cierra la posibilidad de tener una derecha realmente democrática en Chile, que crea siempre en su defensa, independientemente de los contextos y circunstancias históricas.
A su vez, con sus declaraciones Piñera refuerza la idea conspirativa y de ultraderecha del octubrismo, que sostiene que lo que pasó en el 2019 fue planificado y llevado a cabo por el Partido Comunista y con el apoyo internacional de gobiernos como los de Cuba, Venezuela y Rusia, lo que nos retrotrae al llamado Plan Z de 1973, que señalaba que Salvador Allende supuestamente tenía preparado un autogolpe para eternizarse en el poder.
Nada más lejano de la realidad aquel supuesto de intento de golpe de Estado, tanto antes de 1973 como el 2019, considerando que quienes violaron los derechos humanos fueron precisamente quienes están impulsando esas ideas que solo buscan justificar las persecuciones, las mutilaciones, las torturas y los muertos, negando la posibilidad de ponernos de acuerdo en la sociedad con algo tan mínimo y básico de convivencia como país.
Se podrá decir que muchos gobiernos de izquierda han vulnerado los derechos humanos también, y que lo siguen haciendo por lo demás, lo que es verdad, como es el caso de los países anteriormente mencionados, pero no por eso se van a aceptar mentiras históricas, sin ningún tipo de base que la sostenga ni evidencia empírica.
Por consiguiente, ante la falta de una derecha democrática, la unidad de las izquierdas, progresismos, movimientos sociales y organizaciones ciudadanas que busquen la construcción de buenos vivires, se vuelve fundamental, ya que sin cambio constitucional, como probablemente pasará, sea porque se vote en contra en diciembre o no se realice el plebiscito finalmente. y frente al ascenso de discursos negacionistas, no es el momento de marcar nuestras diferencias, sino de estar juntos y juntas para la defensa de ciertos mínimos democráticos.
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