Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya
“Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”
Joseph Goebbels
Enric Marco, Catalán de nacimiento, pasó más de 25 años viajando por Europa, recibiendo homenajes y dictando conferencias en instituciones educativas; algo loable para un sobreviviente de los campos de concentración nazi que solo quería contar su testimonio de vida antes de morir. Un ejemplo de memoria, aplaudido por todo el mundo, que estuvo a punto, en el año 2005, de ser reconocido por el mismísimo José Luis Rodríguez Zapatero (presidente del Gobierno español) en el aniversario número 60 de la liberación del campo de concentración de Mauthausen (Austria), por el que pasaron más de 7.000 republicanos españoles y solo sobrevivieron 2.000. Marco acusó sentirse indispuesto y no asistió a la conmemoración, pero la verdadera razón de su ausencia era otra.
Esta historia, con la que abrimos nuestra columna semanal, no es más que una comprobación de la segunda parte de la locución de la que hablamos hoy (è ben trovato). Sin embargo, a esa misma historia le falta un fotograma que completa el adagio (se non è vero). Enric Marco no faltó a Mauthausen por estar enfermo, lo hizo porque 24 horas antes del evento, el historiador Benito Bermejo había enviado un informe, en el que trabajó por años, desenmascarando a Marco, quien nunca estuvo en un campo de concentración y mintió por décadas. En la rueda de prensa donde confesó su farsa, un periodista le preguntó el porqué de sus mentiras, frente a lo que Marco respondió, “que su objetivo era mantener viva la memoria de las víctimas españolas de Hitler”.
La locución italiana de la que nos ocupamos hoy, se le atribuye al filósofo y teólogo Giordano Bruno en una de sus obras titulada “De los heroicos furores”, pero bien podría decirse que ha sido protagonista desde hace siglos en campos como los de la retórica. Aristóteles, prolífico escritor clásico, estudió y definió la retórica como el arte del convencimiento o la persuasión. Si se analiza bien su significado, esta, la retórica, puede ser utilizada para “convencer” incautos (no piensen en los áulicos de Javier Milei que invirtieron su dinero en una criptomoneda fugaz); para conseguir votantes (así luego los defrauden); para ganar querellas judiciales, recurriendo incluso a leguleyadas o apelando a vacíos jurídicos (no traigan a colación las dilaciones del juicio del ex presidente colombiano Álvaro Uribe); para justificar guerras e invasiones (todavía seguimos esperando las pruebas de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein en Irak); o para salir victoriosos en discusiones filosóficas, religiosas o políticas, sobre todo si se tiene como manual de apoyo “el arte de tener razón”, un libro del escritor alemán Arthur Schopenhauer.
Una buena historia convence a cualquiera y más si está bien contada, rodeada de sentimentalismo, si recurre a odios atávicos, se transmite en horario prime time y tiene el respaldo de los medios masivos de comunicación. Ese fue el caso de la masacre de Segovia en Colombia (1988) en la que fueron asesinadas 46 personas, entre ellas cuatro menores de edad, y que se le atribuyó, en un principio, a las guerrillas que operaban en la región, creándose así una narrativa que se repitió por años.
No obstante, las investigaciones internacionales y documentales como el de Yesid Campos (El baile rojo) sacaron a la luz las verdaderas causas de la masacre (persecución política contra los militantes de la Unión Patriótica) y a sus autores materiales (grupo paramilitar “Muerte a Revolucionarios del Nordeste”) e intelectuales (político colombiano César Pérez García).
Muchos más casos podrían nutrir este espacio, como un ejemplo de eso que se narra bien y se cree, a pesar de que es falso: fake news, publicidad engañosa, estafas financieras, pirámides económicas, noticias malintencionadas y hasta chismes relatados con drama.
Por último, nada mejor que una “anécdota legendaria” para reafirmar todo lo que hemos dicho en esta nota.
Stallin y la gallina
En una de las reuniones del partido, J. Stallin pidió a sus ayudantes que le trajeran una gallina: la agarró y la apretó fuertemente con una mano mientras empezaba a desplumarla con la otra. La gallina cacareaba de dolor e intentaba escapar por todos los medios sin éxito, pero su verdugo era demasiado fuerte.
Stallin le quitó todas las plumas sin mayores problemas y una vez terminó, puso a la gallina en el suelo, se alejó de ella y fue a buscar un poco de maíz, mientras que sus colaboradores la miraban atónitos, ya que aunque adolorida y sangrando, corría hacia Stallín que le tiraba puñados de maíz al suelo.
Después de un momento, Stallin se volvió hacia los asistentes, sorprendidos por lo que estaban observando, y les dijo: “Así de fácil se gobierna a la gente estúpida”.
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Pd. Recomendamos la novela “el impostor” de Javier Cercas, sobre la historia de Enric Marco.
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