Al igual que en las películas del viejo oeste, se deberían colocar afiches en las calles con la foto de los políticos que desean ser los “Nayib Bukele” de nuestros respectivos países. Ven en el presidente Salvadoreño una figura política atrayente, de acción y que tiene altos niveles de aprobación entre sus ciudadanos. Características que ellos desean tener para postular a mejores posiciones políticas, llevados a cabo por su propia ambición personal.
Para el caso chileno, tenemos políticos que buscan ser como él: sean alcaldes o miembros del Congreso, incluso un diputado pidió en una rueda de prensa ser llamado como el “Bukele Chileno”, se aprecia que existen aquellos que buscan emular esta figura a niveles regionales o subnacionales, son una respuesta de la crisis de representación que vive hace años el sistema político chileno que no es ajeno a la realidad de Sudamérica.
Esta crisis ayuda a florecer estas figuras claves, que tiene respuestas directas, fuertes y usando todo lo que tenga a mano para solventarlos, sin tener en cuenta las posibles externalidades institucionales, sumado a todo lo anterior, tienen un discurso populista hablándole a quienes el establishment tenía olvidados sean estos llamados: el pueblo, la clase media o diversas minorías. Politicos así solo buscan generar créditos politicos de forma rápida y al corto plazo, sin ninguna proyección a mediano o largo plazo, ya que suelen no tener un partido político fijo o una ideología personal clara, estos pueden pasar de una posición de izquierda a derecha o viceversa fácilmente. Por eso ellos buscarán la manera de siempre estar en la palestra pública.
Los problemas que buscan solucionar pueden ser variados como: seguridad, economía y migración. Temáticas recurrentes en los diversos analisis de opinión pública que se toman los primeros lugares de demandas ciudadanas. Pero como ciudadanos debemos recordar que vivimos en un sistema democrático, donde esta funciona cuando los problemas sociales se procesan de forma pacífica e institucional. Dejando en duda el respeto institucional de estos politicos al buscar soluciones rápidas a los problemas mencionados, por ende, se pone en tela de juicio si estos respetan a la democracia en sí misma. Para cerrar este punto, reforzar que la politica es una actividad en grupo, es social y vista a mediano y largo plazo, donde las figuras personalistas solo buscan un culto hacia ellos mismos.
En Chile tenemos el caso de un alcalde que va a demoler casas que son asociadas al narcotráfico, sabiendo que puede ser peligroso para él, donde tenemos organizaciones institucionales que son responsables de la coordinación y demolición, más allá del propio edil que busca ser el héroe o un caso trágico volverse mártir, bajo el apoyo de las fuerzas de seguridad. Si el mismo alcalde no sigue el debido proceso, nada nos asegura que respete las leyes o instituciones políticas en caso de llegar a cargos de mayor rango. Son figuras como él quienes nos llevan a tener democracias más erosionadas y en el peor de los casos, nos volvemos un autoritarismo competitivo.
Por eso, debemos defender nuestras democracias, para mantener nuestros derechos políticos y sociales. Para delimitar el poder de estas figuras se deben mantener los pesos y contrapesos institucionales que detengan irregularidades, reforzar organismos de fiscalización y los partidos políticos deben modernizarse a las demandas y necesidades del electorado, incluso llegando a cooperar y negociar nuevos proyectos de ley con la oposición de turno. Aún estamos a tiempo para poder limitar el accionar de políticos que son perjudiciales para nuestra democracia.
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