Santa Fe frente a la importación de maquinaria usada: un golpe a su industria metalmecánica

Santa Fe no es solo una provincia. Es una usina productiva. Un corazón metalmecánico que late en el interior del país Pero hoy, ese corazón está en riesgo de detenerse. Y no por falta de trabajo, sino por una decisión política que amenaza con poner en jaque todo un modelo productivo.


Santa Fe no es solo una provincia. Es una usina productiva. Un corazón metalmecánico que late en el interior del país, con la fuerza de sus soldadoras, sus fábricas, sus talleres, sus ingenieros y sus operarios. Pero hoy, ese corazón está en riesgo de detenerse. Y no por falta de talento o de trabajo, sino por una decisión política que amenaza con poner en jaque todo un modelo productivo.

La reciente eliminación del Certificado de Importación de Bienes Usados (CIBU), dispuesta por el gobierno nacional, puede parecer, a primera vista, una medida técnica. Pero sus consecuencias son profundas, tangibles y —sobre todo— devastadoras para el entramado industrial santafesino.

Con esta decisión, se abre de par en par la puerta a la importación de maquinaria agrícola usada, equipos viejos, desgastados y muchas veces fuera de norma, que llegan al país como una supuesta “oportunidad” para el productor agropecuario, pero que en realidad son un veneno lento para la industria nacional. Porque nadie compite en igualdad de condiciones contra lo que viene depreciado, sin garantías ni desarrollo local.

¿Quién pierde? Pierde el pequeño taller metalúrgico de Las Parejas. Pierde la fábrica familiar de Armstrong que hace décadas invierte en innovación. Pierden los 5.000 trabajadores que viven de esta cadena de valor, pero también pierde el país.

Esta no es solo una cuestión económica. Es una traición silenciosa a una provincia que históricamente puso el hombro al desarrollo agroindustrial argentino. Que convirtió chapa y tornillos en tecnología de punta. Que exportó talento, maquinaria y conocimiento. Santa Fe no está pidiendo privilegios. Está exigiendo reglas claras, justas.

Permitir el ingreso irrestricto de maquinaria usada es invitar a una competencia desleal que destruye el empleo, frena la innovación y ancla al país en una tecnología vieja y contaminante, justo cuando el mundo exige eficiencia y sostenibilidad.

Además, la medida llega en un momento delicado. Con un parque agrícola argentino envejecido —más del 70% de las cosechadoras y el 80% de los tractores tienen más de una década—, lo que se necesita es renovar con industria nacional, no seguir parchando con máquinas de descarte del exterior.

En Santa Fe, la maquinaria agrícola no es solo una industria: es identidad, es historia, es futuro. Abrirle el paso a lo usado y cerrar los ojos ante sus consecuencias es condenar a la provincia a desandar el camino del desarrollo.

Las decisiones que se toman en Buenos Aires no pueden seguir golpeando a quienes producen lejos del obelisco. Porque cuando se desarma una fábrica en el interior, no solo se apaga una máquina. Se apaga un pueblo. Se apaga una oportunidad.