El sansimonismo fue una corriente de pensamiento social y político que surgió en Francia a principios del siglo XIX, inspirada por las ideas del conde Henri de Saint-Simon, uno de los primeros teóricos del socialismo utópico. El sansimonismo proponía una reorganización de la sociedad basada en la cooperación entre los productores industriales, científicos y artistas, que serían los nuevos líderes de una nueva era de progreso y bienestar. El sansimonismo también defendía la abolición de las clases sociales, la igualdad entre los sexos, la libertad religiosa y la integración de los pueblos latinoamericanos.
Dicho movimiento tuvo una notable influencia en Colombia a lo largo de su historia republicana, especialmente, durante el siglo XIX y principios del siglo XX. Algunos de los intelectuales, políticos y militares que se identificaron con esta doctrina fueron Francisco José de Caldas, José María Obando, Tomás Cipriano de Mosquera, Manuel Murillo Toro, Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán y Alfonso López Pumarejo. Estos personajes buscaron aplicar los principios sansimonianos en sus proyectos de reforma social, educativa, económica y política, con el fin de modernizar el país y superar el atraso y la desigualdad.
No obstante, a lo largo de historia republicana en Colombia, el sansimonismo también encontró resistencias y limitaciones. Por un lado, la Iglesia Católica, que tenía una gran influencia en la sociedad y el Estado, se opuso a las ideas sansimonianas por considerarlas heterodoxas y peligrosas para el orden establecido. La Iglesia defendió sus privilegios económicos y políticos frente al avance del liberalismo y el secularismo. Por otro lado, el sansimonismo no logró calar profundamente en las masas populares que seguían siendo mayoritariamente analfabetas, pobres y marginadas. El sansimonismo fue, más bien, una ideología elitista, que pretendía ilustrar al pueblo desde arriba, sin contar con su participación efectiva. Además, el sansimonismo no pudo resolver las contradicciones internas que lo aquejaban, como su ambigüedad entre el elitismo y el democratismo, el autoritarismo y el liberalismo, y el nacionalismo y el cosmopolitismo. Estas contradicciones se reflejaron en las divisiones y disputas entre los propios sansimonianos colombianos, quienes terminaron por debilitar el movimiento.
Uno de los momentos más emblemáticos del sansimonismo en Colombia fue la Constitución Política de 1991, que se gestó como resultado del proceso de paz entre el Gobierno y el movimiento guerrillero M-19, el cual tenía una clara inspiración sansimoniana. La Constitución de 1991 pretendió ser una Carta Magna que reflejara los anhelos de cambio y participación de la sociedad colombiana, pues había sufrido décadas de violencia, corrupción e injusticia. Esta Constitución incorporó principios como el Estado social de derecho, la democracia participativa, el pluralismo político, el reconocimiento de la diversidad étnica y cultural, la protección de los derechos humanos y el medio ambiente, y el compromiso con la integración latinoamericana.
Sin embargo, desde una perspectiva del pensamiento filosófico liberal-libertario, la Constitución de 1991 también puede ser vista como una expresión del sansimonismo más dogmático y paternalista, que busca imponer una visión única y uniforme de la sociedad, basada en el intervencionismo estatal, el colectivismo y el asistencialismo. La Constitución de 1991 ha generado una serie de problemas y contradicciones para el desarrollo del país, tales como:
- El aumento del gasto público y la burocracia estatal, que ha generado déficits fiscales, endeudamiento externo e inflación.
- La proliferación de normas jurídicas y entidades reguladoras, que ha creado inseguridad jurídica, corrupción e ineficiencia administrativa.
- La restricción de las libertades económicas y la competencia empresarial, que ha frenado la innovación, la inversión y el crecimiento económico.
- La politización de la justicia y la educación, que ha afectado la independencia judicial y la calidad académica.
- La fragmentación del poder político y territorial, que ha debilitado la unidad nacional y la Gobernabilidad.
- La concesión de privilegios y subsidios a determinados grupos sociales o étnicos, que ha fomentado el clientelismo, el populismo y el resentimiento social.
- La subordinación de los intereses nacionales a los intereses supranacionales o regionales, que ha comprometido la soberanía y la seguridad nacional
Así también, se puede analizar la relación entre el sansimonismo en Colombia y el tratado de paz de La Habana, firmado en 2016 entre el Gobierno colombiano y las FARC, para poner fin a más de medio siglo de conflicto armado. Se argumenta que el tratado de paz tiene elementos sansimonianos. El tratado de paz de La Habana se compone de seis puntos (6) relacionados con los temas pactados por las partes en la agenda de las negociaciones: 1) política de desarrollo agrario integral; 2) participación política; 3) fin del conflicto; 4) solución al problema de las drogas ilícitas; 5) víctimas; e 6) implementación, verificación y refrendación. Estos puntos reflejan una visión sansimoniana de la sociedad colombiana, que busca transformarla mediante una intervención estatal masiva y una participación privilegiada de las FARC como actores políticos y sociales. Algunos ejemplos de esta visión son:
- La creación de un “Fondo de Tierras” para distribuir tierra a los campesinos sin tierra o con tierra insuficiente, mediante la recuperación de baldíos indebidamente apropiados u ocupados, o la extinción judicial de dominio. Esta medida implica una violación del derecho de propiedad privada y una injerencia arbitraria del Estado en el mercado de tierras.
- La garantía de cinco (5) curules en el Senado y cinco (5) en la Cámara de Representantes para las FARC en las elecciones legislativas de 2018 y 2022, sin necesidad de cumplir con el umbral electoral. Una ventaja injusta para las FARC frente a otros partidos políticos y una distorsión del principio democrático de representación proporcional.
- La creación de una Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) para juzgar los crímenes cometidos durante el conflicto armado, con beneficios jurídicos para los excombatientes de las FARC, como la suspensión condicional de la ejecución de la pena o la sustitución por sanciones no privativas de la libertad. Esto implica impunidad relativa para las FARC frente a sus víctimas y una vulneración del principio jurídico de igualdad ante la ley.
- La implementación de un Plan Nacional Integral de Sustitución (PNIS) para erradicar voluntariamente los cultivos ilícitos, con incentivos económicos y sociales para los cultivadores, acarreando así, una legitimación tácita del narcotráfico como actividad económica y social, y una renuncia a combatirlo efectivamente mediante el uso legítimo de la fuerza pública o por otro medio que pretenda respetar las libertades sociales y de comercio.
Estas medidas, entre otras, evidencian que el tratado de paz no es un acuerdo entre iguales, sino una imposición de las FARC al Estado y a la sociedad colombiana, que pretende cambiar el orden constitucional y legal vigente por uno acorde a sus intereses y su visión ideológica. El tratado de paz no respeta la libertad individual, los derechos de propiedad privada y la economía de mercado, sino que los subordina a un proyecto colectivista y autoritario, buscando crear una “nueva Colombia” bajo la llave maestra del sansimonismo.
El tratado de paz de La Habana es un acuerdo nefasto para Colombia, puesto que no garantiza una paz estable y duradera, sino que le da entrada a nuevos conflictos y formas de violencia. Una postura liberal propone una alternativa basada en el respeto a la dignidad humana, la soberanía individual y la cooperación voluntaria; defendiendo un Estado mínimo, que se limite a proteger las libertades individuales y a garantizar el cumplimiento de los contratos; apoyando un mercado libre, que permita la asignación eficiente de los recursos y la generación de riqueza y bienestar; y promoviendo una sociedad civil que fomente la solidaridad, la tolerancia y la diversidad.
El sansimonismo en Colombia ha sido una búsqueda de la llave maestra que abra las puertas del progreso y la justicia social, pero que también ha cerrado las ventanas de la libertad y la responsabilidad individual. El sansimonismo ha sido una utopía que ha inspirado a muchos, pero que también ha decepcionado a otros. El sansimonismo ha sido una fuerza que ha movido la historia colombiana, pero que también ha generado resistencias y contradicciones. El sansimonismo es, en definitiva, una parte importante del legado cultural y político de Colombia, que debe ser analizado con rigor y objetividad, sin caer en el fanatismo o el tajante rechazo.
Nota:
SOBRE LA OBRA EN LA IMAGEN DESTACADA: Brueghel, P. (1559). Kampf zwischen Fasching und Fasten (El combate entre don Carnal y doña Cuaresma) [Óleo sobre tabla]. Museo de Historia del Arte de Viena (Kunsthistorisches Museum Wien), Viena Austria. www.khm.at/de/object/320/.
Esta columna apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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