“¿Sabría Rondón qué era lo que estaba salvando? ¿Sabría el libertador qué patria era la que estaba mandando a salvar?… Tanto tiempo ha pasado y Colombia se ha convertido en esa patria a la que nadie ha salvado y de la que ahora, todos nos tenemos que salvar…”
Corrían las seis de la tarde de aquel 25 de julio de 1819 y en el pantano de algún Vargas, hoy Paipa-Boyacá, se libraba (o más bien se perdía) la más famosa de las batallas con nombre de pantano de la historia de este país. Fue entonces cuando el prócer de la independencia, que hoy adorna las plazas de la nación, advirtiendo la derrota, le gritó a un tal Rondón —“¡Coronel Salve usted la patria!”— y en efecto la salvó. (Bueno, salvó la batalla ¿pero la patria?)
¿Sabría Rondón qué era lo que estaba salvando? ¿Sabría el libertador qué patria era la que estaba mandando a salvar?… Tanto tiempo ha pasado y Colombia se ha convertido en esa patria a la que nadie ha salvado y de la que ahora, todos nos tenemos que salvar.
¡SÁLVESE USTED DE LA PATRIA!
Sálvese de esto que alguien ha querido llamar patria y de la inexistencia de la misma, sálvese de este embrollo, por qué cómo podrá salvarse uno, de aquello que no ha podido existir.
Definida por la RAE una patria, es una “Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”. Cuáles vínculos jurídicos si estamos en la patria donde “abundan las leyes, pero escasea la legalidad[1]”; cuál historia si ni la conocemos, cuáles lazos afectivos si vivimos en este pedazo de tierra anhelando ser extranjeros. ¿Por qué más bien no se salva usted de todo eso?
Sálvese usted de la historia, de esa que no conoce y de aquella que le han robado, sálvese, pero no se salve sin antes haberla conocido. Estremézcase con el genocidio aborigen y con una historia prehispánica borrada, sálvese del desprecio por su origen y de creer que su apellido o la ruleta genética, que le dejó unos cuantos tonos de claridad en su piel, cabello u ojos; lo hacen de mejor casta. Porque aquí el mestizaje, no se dio entre idílicos romances sino entre violentos accesos carnales. Sálvese de adorar la estatua del genocida extranjero y de despreciar al indígena que resiste por la pervivencia de su pueblo.
Sálvese de atragantarse con su historia rosa y más bien haga, que se le revuelva el estómago con nuestra oscura historia hampona, haga que aquellos relatos tenebrosos se le metan por los ojos y le taladren la cabeza (yo sé que no le gusta el terror y prefiere la comedia) pero haga el esfuerzo de avergonzarse y de salvarse de este país sinvergüenza.
Sálvese de esta patria, que además de patria es boba, de esa que se declaró independiente de todo menos del rey, para que ese mismo rey la reconquistara y la asesinara. Sálvese también de aquella patria española y, evite llamarla “madre patria”; porque si a la nuestra, ni siquiera se le puede llamar patria, entonces a la otra tampoco puede llamársele madre (ni siquiera hijuemadre o hijue…)
Sálvese de nuestra patria, de esa que salió de una guerra de independencia y después comenzó otras doce guerras civiles más, para ver cómo es que nos íbamos a organizar.
Sálvese de esta patria irracional, de esa que promocionó la barbarie entre los bandos liberales y conservadores, esa que se cargó a Gaitán y aquella en donde acribillaron a balazos a un director de un conservatorio musical, porque a los forajidos la palabra conservatorio se les pareció a la de Conservador.
Sálvese de esta tierra sicaria, de esta patria manchada con la sangre de 4 candidatos asesinados en un mismo periodo presidencial. Sálvese de la patria que asesinó un discurso abaleando a Galán y la que silenció las risas enterrando a Garzón.
Sálvese de esta tierra violenta, la narcotraficante, la guerrillera y la paramilitar. Sálvese de esta patria construida a machetazos y ráfagas de fusil. Sálvese de la república de los bombazos, de esta patria de tortura: la del carro, la moto, la cicla, el perro y hasta la del niño bomba.
Sálvese de su pasado, pero también sálvese de su presente, porque al final, el pasado de esta patria no es diferente a su futuro, sálvese de un país estancado, de una patria diseñada para no avanzar. De ese, donde los problemas de la actualidad y los del año 1900 no tienden a cambiar: que la lucha eterna por la tierra, que el desempleo, que la distribución de la riqueza, que la inexistencia de la justicia y que la represión (Sí, todo sigue igual).
Sálvese de este país de promesas embutidas entre tamales, gallinas, tejas o cementeras y de ese que reparte contratos, ministerios o presidencias; sálvese de esta patria clientelista, sálvese de este país muerto de hambre.
Sálvese de la patria de las cifras escalofriantes, del de los 6.402 falsos positivos; del país que hizo un proceso de paz en el 2016, pero que hasta a la fecha lleva 904 líderes sociales y 276 excombatientes asesinados[2].
Sálvese del país de la DIAN que contabiliza que, 21 millones de personas viven en la pobreza y 7,4 millones, están en la pobreza extrema (que aumenta, pero que o sea, todo bien)[3].
Sálvese de esta madre patria de la violencia y de la guerra, de aquella en donde el día de la madre es una de las fechas más violentas del año (porque aquí, ni madre hay).
Sálvese del país que, en el índice global de paz logra ubicarse en el puesto 140 entre 163 naciones, entre las cuales la 163 casi que no tiene paz (así que estamos como a 23 “patrias” de estar en guerra total)[4].
Y no se puede dejar de salvar del país de la corrupción, pues estamos galardonados con el puesto número 5 entre los 180 países más corruptos de Latinoamérica[5], que alegría ¡5! como los goles que le hizo la selección Colombia a Argentina en el 93 (sálvese de esas pendejadas también).
Sálvese de la patria que criminaliza la protesta social, de esa que acumula 47 manifestantes asesinados, 548 desaparecidos, 963 detenciones arbitrarias y unos 28 globos oculares reventados con “las armas menos letales” del ESMAD (¿menos letales por qué dejan menos muerta a la gente?). Todo eso, en las cifras de tan solo una quincena[6], entre los casi 50 días, que hasta el momento cumple el actual Paro nacional.
Sálvese de ser de la “gente de bien”, de esa que grita “¡bala es lo que hay!”, de esa que no quería ser Venezuela, pero que votó para terminar pareciéndose a ella; de esa que exige que se marche por la acera y si es posible en silencio. De esa que siempre quiere volver a “la normalidad”, de esa que implora, para que la dejen vivir tranquila en su propia edad medieval.
Sálvese usted de la patria y entre todo eso sálvese de usted mismo, sálvese de su intolerancia, de su apatía, de su indiferencia y de su cinismo. Sálvese de querer sacar provecho de todo y a costa de todo, de embaucar y de sonreírse entre suspiros, vanagloriándose por su autóctona “malicia indígena” o porque “le dieron papaya”.
Sálvese de usted y de su patriotismo ridículo, de alegrarse por esos triunfos mediocres o del siempre “casi” de la selección, sálvese de ese optimismo absurdo encaramado entre patrañas. De esos embustes con los que saca pecho, por tener la mejor bandera o el segundo mejor himno del mundo, avalado por un concurso que nadie nunca ha hecho.
Sálvese de esa identidad retorcida por el amarillismo, de esa que romantiza la pobreza “en el país más feliz del mundo” ese que le celebra su felicidad a pesar de verlo miserable, porque usted en esta patria no es pobre sino un ¡echao pa´lante!
Sálvese de todo eso y de creer estar en el mejor vividero o en el país más culto del planeta (o si no, tampoco se salve de volver a leer), sálvese de esa verborrea que solo le da comodidad y no le permite indignarse.
Sálvese de este país resignado y anestesiado entre la miseria. De este país camandulero, de esta patria adolorida, que bien se representa con nuestro caballero de la triste figura “El Sagrado Corazón de Jesús”.
¡Sálvese usted de la patria!, de las mentiras, de sus instituciones, de la corrupción, de la desigualdad, de la guerra, o del optimismo; incluso si quiere líbrese hasta de usted mismo. Pero no me pida que termine esto, diciéndole cómo es que hay que salvarse, porque el libertador tampoco le dijo a Rondón cómo es que había que librarse.
[1] Angarita, J. (2018). Colombia: país donde abundan las leyes y escasea la legalidad. Razón Crítica,4, 195-217, doi: http://dx.doi.org/10.21789/25007807.1302(a)
[2] Según el informe de la Unidad de Investigación y Acusación (UIA) de la JEP para el 2021.
[3] https://www.larepublica.co/economia/mas-de-21-millones-de-personas-viven-en-la-pobreza-y-74-millones-en-pobreza-extrema-3161813
[4] https://www.larepublica.co/globoeconomia/colombia-se-ubico-en-el-puesto-140-dentro-del-indice-global-de-paz-de-este-ano-3025496
[5] https://www.asuntoslegales.com.co/actualidad/colombia-es-el-quinto-pais-mas-corrupto-en-la-latinoamerica-de-acuerdo-con-informe-2955845
[6] Según el informe de INDEPAZ entre el 28 de abril y el 7 de mayo de 2021.
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