Dolor, sorpresa, rabia e impotencia… Estos son algunos de los sentimientos que despierta en algunas personas el mero hecho de conocer que alguien ha intentado o ha podido quitarse la vida en medio de una existencia llena de desesperanza, la muerte siempre es un hecho que conmociona, más aún cuando un ser inocente se desvanece ante la cruda e infame realidad de esta sociedad; este hecho que se hace “visible” por la dureza del acto mismo, no es un hecho aislado o extraño, es un reflejo de la realidad colombiana donde al año se registran miles de suicidios que pasan desapercibidos bajo alarmantes cifras de homicidios, violencia intrafamiliar entre otros, cifras que claman a gritos darle a la salud mental la importancia que se merece.
Es difícil pensar siquiera en ello, pues en un país donde la salud es uno de los temas más álgidos y que más controversia genera, dimensionar siquiera que el estado mental de las personas va a ser una prioridad o que al menos va a tener un impulso de recursos e interés más amplio por parte del gobierno es una total desfachatez, mientras tanto la misma sociedad se desmorona en aquellos viles actos que a diario llenan los medios y que al final no son más que la viva esencia y evidencia de lo desequilibrado y perverso que puede llegar a ser un individuo cuando su estado mental colapsa, mientras tanto los dirigentes y noticieros nos siguen vendiendo la idea decadente de que todo está perdido o que no hay mucho más que hacer, idea que favorece a los macabros politiqueros que dan por sentada la convicción de la muchedumbre y se enfocan mejor en seguir ampliando sus carteras de cuenta de aquellos que entre la depresión y el cansancio se destrozan trabajando día a día; es un hecho, la salud mental parece ser un tema de poca relevancia en nuestro país, donde astrólogos, consejeros, coaches y cuanto individuo se “sienta con la autoridad” de hablar del tema, han aprovechado para generar una confusión colectiva que se refleja en comentarios como “el que se va a suicidar no da tanto visaje” o “ se debió suicidar sola o en otro lugar”, mostrando una falta inmensa de comprensión de lo que implican los trastornos mentales y la imposibilidad de que una persona que lo padece pueda pensar y actuar de una forma digamos, adecuada.
No es cuestión de justificar, sino de ver el fenómeno como lo que es, en sus casos más graves, una enfermedad como cualquier otra, que merece la atención de profesionales, que se sustenta en la prevención y comprensión de todo lo que ella implica, tampoco es de extrañarse que sucedan en nuestro país hechos tan aberrantes, si cuando enfrentamos dificultades en nuestras vidas, nos han puesto el alcohol o las drogas como soluciones, siendo estos elementos que generarán un daño mayor.
Así, más que otra columna informativa, es una invitación para que los colombianos estén atentos a su salud mental y las de sus conocidos, trabajando juntos podemos evitar que sea la muerte la que anuncie como otra vida se esparció en el viento.