Saberes que aún educan con la tabla en la mano


El caso de Catalina es una señal de alarma contra las posiciones legitimadas del poder que aún buscan educar con la tabla en la mano, mientras del otro lado sostienen la bandera del supuesto saber. Debería hacernos pensar como académicas y académicos si el llamado a educar debe ser la persecución, la falta de empatía y el ego-academicismo del que hoy padecen algunas de las comunidades científicas. Academia que reconoce los problemas sociales, políticos, económicos y culturales que aquejan a las sociedades posmodernas pero que olvida mirar hacia adentro, evaluar y repensar las formas.


 

La violencia de género se constituye en múltiples formas. A pesar de que para algunos se enuncia como un lugar para las mujeres, los colectivos sociales diversos y nuestras identidades, es un tema que nos corresponde a todos. Techos de cristal que cada vez se agrietan más son producto de las luchas y reivindicaciones sociales de las que hoy reconocemos y participamos.

La academia es un espacio hostil, cruel y despiadado con el saber y reconocimiento de nosotras las mujeres. Nos obliga a pensar más y decir menos, a sobresalir sin incomodar, a hablar sin alzar la voz porque perdemos feminidad y ganamos altanería. De ahí que los mecanismos de protesta cobren una relevancia especial en nuestros días.

El caso de Catalina es una señal de alarma contra las posiciones legitimadas del poder que aún buscan educar con la tabla en la mano, mientras del otro lado sostienen la bandera del supuesto saber. Debería hacernos pensar como académicas y académicos si el llamado a educar debe ser la persecución, la falta de empatía y el ego-academicismo del que hoy padecen algunas de las comunidades científicas. Academia que reconoce los problemas sociales, políticos, económicos y culturales que aquejan a las sociedades posmodernas pero que olvida mirar hacia adentro, evaluar y repensar las formas.

Ningún/a estudiante debería sentir miedo de ser, de cuestionarse, de pensar y mucho menos de cumplir sueños. Cada matricula académica debería pensarse como el sueño de una familia por ir más allá. Las y los profesores solo somos guías que enseñan el camino, pero no los justicieros de sueños ajenos. Nuestro rol se encuentra presente en las carreras profesionales para dibujar y ayudar a trazar mapas de posibilidades, trasmitir aprendizajes desde la empatía de lo que alguna vez también aprendimos de otros.

Hoy el llamado no debería ser un grito para sordos, sino, que debería alentar el debate y la discusión en las formas de enseñar hacer sin perder la humanidad y el espíritu de las profesiones que pretenden salvar vidas de múltiples formas. Finalizo con la reflexión propuesta por Gesualdi en 1967 y un grupo de estudiantes a sus profesores.

“A un tornero no se le permite que entregue solamente las piezas que le salieron bien. De lo contrario, no haría nada para que les salieran bien todas.

Ustedes, en cambio, saben que pueden descartar las piezas según como lo deseen. Por eso se limitan a controlar lo que sale bien solo, por causas ajenas a la enseñanza.

[…] Si cada uno de ustedes supiera que tiene que hacer avanzar a toda costa a todos los muchachos en todas las materias, se ingeniarían para hacerlos funcionar.

Yo les pagaría a destajo. Un tanto por muchacho que aprende todas las materias. O mejor, una multa por cada muchacho que no aprende una.

Entonces sus ojos seguirían siempre a Juan. Buscarían en su mirada distraída la inteligencia que Dios le puso y que es sin duda igual a la de los demás.

Lucharían por el niño que tiene más necesidad, descuidando al más afortunado, como se hace en todas las familias. Se despertarían de noche con el pensamiento fijo en él de Juan. Irían a buscarlo a su casa si no vuelve.

No se resignarían, porque la escuela que pierde a Juan no es digna de llamarse escuela”.

Lettera a una professoressa.

Michele Gesualdi, Florencia, Italia, 1967.


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/julianasinisterraq/

Juliana Sinisterra Quintero

Abogada, Magister en derecho, Candidata a Doctora en Sociología, docente de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad del Valle.

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